Miles de familias de la minoría musulmana uigur en China han sido separadas como consecuencia de las violaciones a sus derechos humanos perpetradas por el régimen de Beijing, que entre otras acciones ha enviado a cientos de miles de personas a campos de concentración y trabajo, a los que describe como de “reeducación”.
En un informe, Amnistía Internacional (AI) detalló la historia de seis padres residentes en Australia, Canadá, Turquía, los Países Bajos e Italia. A este último destino escaparon en 2016 Mihriban Kader y su marido, Ablikim Memtinin, quienes, el documento indica, huyeron después de sufrir acoso constante por parte de la policía, que les pedía que entregaran sus pasaportes.
Los cuatro hijos de esta pareja quedaron a cargo de los padres de Kader, también tratados con hostilidad por la policía al punto de resultar en el internamiento de la abuela en uno de los campos, que Beijing dice forman parte de un programa contra el extremismo islámico en Xinjiang.
Estimaciones de organizaciones estadounidenses, que China asegura son falsas, sostienen que al menos un millón de ciudadanos de minorías musulmanas han pasado por esos centros en Xinjiang -donde el acceso de la prensa está restringido-, y en los que el régimen afirma que muchos jóvenes islamistas sin trabajo aprenden oficios y se “desradicalizan”.
El padre de Kader, por su parte, fue interrogado y después pasó varios meses en el hospital. según AI, ello dejó a los menores sin tutela alguna.
“El resto de nuestros familiares no se atrevieron a cuidar de mis hijos después de lo que pasó a mis padres. Tenían miedo de que también los mandaran a los centros”, dijo la madre.
En estos momentos, los padres creen que sus hijos están en orfanatos o internados en Kashgar, una de las ciudades principales de Xinjiang.
Miedo a volver
El reporte también detalla el caso de Omer Faruh. Dueño de una librería en Estambul, obtuvo la nacionalidad turca el año pasado, al igual que su mujer y sus dos hijas mayores, quienes huyeron de China cuando a finales de 2016 la Policía les pidió entregar sus pasaportes.
Sus dos hijas pequeñas, que en aquel momento no tenían documentos válidos para viajar, debieron quedarse en Xinjiang.
“Soy uno de los miles de uigures cuyas familias han sido destruidas. No hemos oído las voces de nuestras hijas en los últimos 1.594 días”, aseguró Faruh.
“La despiadada campaña de detención masiva de China en Xinjiang ha colocado a las familias separadas en una situación imposible: no se permite a los niños salir (del país), pero sus padres se enfrentan a persecuciones y detenciones arbitrarias si intentan volver y hacerse cargo de ellos”, indicó Alkan Akad, investigador de Amnistía Internacional.
El régimen de Xi Jinping niega que se hayan violado los derechos humanos en Xinjiang y defiende el crecimiento económico en la zona y la ausencia de episodios violentos, como los que tuvieron lugar en 2009 en Urumqi, la capital de la región, cuando 197 personas, la mayoría de ellos de la etnia Han, mayoritaria en China, murieron.
Amnistía Internacional alega que la situación de los menores recogida en su informe “Hearts and Lives Broken” (“Vidas y corazones rotos”) vulnera la Convención de los Derechos del Niño, ratificada por China.
El informe también recoge el calvario de Mamutjan, quien actualmente vive en Australia. Durante años vivió con su familia en Malasia, mientras buscaba un doctorado en ciencias sociales. Sin embargo, en 2015 la embajada china se rehusó a emitir un nuevo pasaporte a su esposa Muherrem luego de que lo perdiera, por lo que tanto ella como sus dos hijos debieron volver al país.
Ambos lograron mantener contacto de manera irregular hasta 2017, cuando Muherrem fue trasladada a un campo de concentración. Todos continúan atrapados allí, reveló Mamutjan a la CNN, en la amplia represión del gobierno contra las minorías musulmanas que ha visto hasta a millones de personas detenidas arbitrariamente en vastos campos de Xinjiang.
Mamutjan dijo que su familia, que es étnicamente uigur, no puede salir de China, mientras que él correría el riesgo de ser detenido o encarcelado si regresara. Ahora vive en Adelaida, Australia.
La CNN localizó a Muhlise, la hija de 10 años de Mamutjan, en la casa de sus abuelos paternos en la ciudad de Kashgar, en el sur de Xinjiang. Cuando se le preguntó si tenía un mensaje para su padre, con quien no había hablado desde 2017, Muhlise comenzó a llorar. “Lo extraño”, dijo.
Cuando Mamutjan vio el video desde su casa en Adelaide, se contuvo para no llorar. “No puedo creer lo alta que está. ¿Qué clase de país le hace esto a gente inocente?”, lamentó.
A continuación, el informe de Amnistía Internacional (en inglés):
(Con información de EFE)
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