Fue el símbolo del renacimiento económico italiano, admirado y detestado por igual y espejo de las contradicciones de todo un país. Gianni Agnelli —para todos l’Avvocato— fue durante más de medio siglo una de las grandes figuras italianas en el mundo.
Nacido el 12 de marzo de 1921, “el abogado” más famoso de Italia, aunque nunca lo fue, este viernes hubiera cumplido 100 años. Su imagen volvió a ocupar las páginas de los periódicos y los programas de televisión, que recuerdan su vida entre los éxitos, el glamour y las tragedias —los padres muertos cuando era todavía adolescente, un hijo suicida— del hombre que supo lanzar la Fiat al mercado internacional.
QUIÉN FUE GIANNI AGNELLI
Multimillonario, genio, impostor: de Gianni Agnelli (como era llamado para distinguirlo de su abuelo, Giovanni, el patriarca fundador del imperio automotriz Fiat) se ha dicho y escrito de todo. Fue empresario, senador vitalicio, presidente de la patronal italiana, personaje cosmopolita que se codeaba con los más poderosos del mundo, desde Kennedy a Kissinger, embajador del “made in Italy”, conocedor del arte, amante del deporte —su Juventus y la Ferrari por encima de todo— , ícono de estilo admirado e imitado en todo el planeta.
Algunas frases, más o menos famosas, más o menos benévolas, definen mejor que cualquier otra cosa al personaje. Federico Fellini: “Ponle un casco en la cabeza, ponle a caballo, es un rey”. Su gran amigo Henry Kissinger: “Patriota italiano, gran europeo, amigo de Estados Unidos”. Charlie Chaplin, irónico: “Tiene éxito y el éxito hace a la gente simpática”. La diseñadora Diane Von Furstenberg: “Gianni era irresistible. Era imposible no dejarse seducir por él. Todas las mujeres estaban locas por él, todos los hombres querían ser él”. Su nieto Lapo Elkann: “Gianni era un abuelo fantástico, pero no lo hubiera querido como padre”. El cuñado Carlo Caracciolo: “Tenía un enorme deseo de gustar, una vitalidad desbordante, casi peligrosa”.
Las definiciones de las grandes plumas del periodismo italiano también fueron contundentes. Giorgio Bocca: “Fue un príncipe sin reino”. Indro Montanelli: “Tenía el arte de usar a los hombres”. Jas Gawronski: “Nunca leyó un libro hasta la última página, nunca una película, nunca un partido visto hasta el final. Vivía corriendo, al igual que como conducía el auto. Tenía la obsesión de ser el primero”. Vittorio Feltri: “Sus obras memorables siguen siendo usar el reloj encima, y no debajo, del puño de su camisa; la corbata por encima, y no debajo, del jersey”. Fortebraccio: “Cuando uno es multimillonario, siempre está muy cerca de ser alabado como un genio”.
FIAT, ITALIA Y UNA IDEA DE CAPITALISMO
David Landes, el gran historiador económico de Harvard recientemente fallecido, escribió: “Fiat no es una empresa familiar como cualquier otra, es la encarnación misma del capitalismo italiano del siglo XX”.
Lo mismo podría decirse de Agnelli.
L’Avvocato fue el emblema de un capitalismo basado en la sucesión dinástica, que Fiat reproducía a nivel de empresa. Tanto así que tras la muerte de su padre cuando tenía 15 años, su abuelo, el leyendario fundador de la automotriz, lo eligió heredero del imperio. Una tradición que, décadas después, él mismo repetiría con su nieto y actual presidente de Fiat John Elkann.
Agnelli fue nombrado director ejecutivo de Fiat en 1966, a los 45 años, después de años de dolce vita entre el jet set internacional y la Riviera francesa. ”Comenzó a trabajar a una edad en la que sus empleados se jubilaban”, escribió Vittorio Feltri en un retrato vitriólico.
Sin embargo, en esos años, en pleno “milagro” económico italiano, Agnelli “fue muy hábil en la conducción de Fiat con el éxito de aquellos coches que marcaron una época (el “600” antes y el “500” después) y con la apertura en Rusia de la planta de Togliattigrad”, según Giancarlo Mazzuca, coautor de “Gianni Agnelli en blanco y negro”, un libro sobre el Avvocato publicado unos días antes del aniversario.
Guiado por la premisa que “el interés de Fiat es el interés de Italia” -y consiente de liderar una empresa “demasiado grande para quebrar” por su importancia sistémica en el entramado industrial del país-, Agnelli siempre buscó relaciones de beneficio mutuo con la política, de la que supo sacar el máximo provecho posible.
De esta forma, la empresa turinés a lo largo de los años se benefició de medidas proteccionistas, leyes ad hoc, “planes de desarrollo” para la construcción de nuevas fábricas y subsidios de desempleo, una práctica que para los críticos fue una forma de “privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas”. Algunas estimaciones cifran en 100 mil millones de euros el dinero que desde las arcas públicas pasó a la industria de Agnelli.
Agnelli atravesó al mando de la las agitaciones sindicales y el terrorismo de los setenta, la modernización de los ochenta, la globalización de los noventa hasta la crisis de los años 2000 cuando, llena de deudas, la Fiat estuvo a punto de declarar la quiebra.
“Ciertamente no arrastró a Italia hacia el progreso, pero ciertamente fue mejor que la mayoría de los grandes empresarios italianos y al final, con su acción y ejemplo, apoyó el magro desarrollo civil, económico y cultural de Italia”, escribió Sergio Noto, profesor de historia económica de la Universidad de Verona.
Siempre inclinado a la internacionalización de Fiat, según el libro de Mazzuca, Agnelli comprendió antes del tiempo que el futuro del sector automotriz estaba en la unión con otros grupos, porque al final no habría “lugar en el mundo para más de 5 o 6 grandes empresas”.
Así a principios de la década de 2000, el magnate italiano abrió un acuerdo con los estadounidenses de General Motors. Fue el primero de los grandes pactos internacionales que John Elkann, heredero del Avvocato, y el CEO Sergio Marchionne profundizaron con la adquisición de Chrysler —incluido el traslado de la sede fiscal de la empresa a Holanda— y concluyó con el último firmado con el francés Groupe PSA y el nacimiento de Stellantis. Una fusión que, sin embargo, deja a la empresa italiana en una posición subordinada y cada vez más alejada del país en la que fue fundada hace 121 años.
Los últimos eventos profundizaron las diferencias entre la conducción del Avvocato y la de sus herederos. Mientras que hasta su muerte en 2003 Agnelli apostó siempre por Italia y el sector automotriz, la nueva generación se volcó a la inversión financiera en rubros diversos como los medios y la moda, con la francesa Louboutin como adquisición más reciente. Un cambio revelador del rumbo tomado por el capitalismo occidental en el siglo XXI. Cada vez menos enfocado en la industria y ya sin personajes de la talla del Avvocato, pero mucho más efectivo a la hora de generar ganancias.
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