Diez años después del terremoto, tsunami y desastre nuclear en Japón, las vidas de muchos de los sobrevivientes siguen en suspenso.
El 11 de marzo del 2011, uno de los sismos más fuertes registrados desató un enorme tsunami, matando a más de 18.000 personas y causando catastróficas fusiones nucleares en la planta Fukushima Diichi. Casi medio millón de personas fueron desplazadas. Decenas de miles aún no han regresado a sus casas.
Más de 30 billones de yenes (280.000 millones de dólares) han sido gastados hasta ahora en la reconstrucción, pero incluso el ministro de Reconstrucción Katsuei Hirasawa admitió recientemente que, aunque el gobierno ha procedido con nuevos edificios, ha invertido menos en ayudar a las personas a reconstruir sus vidas, por ejemplo, ofreciendo servicios de salud mental por trauma.
The Associated Press habló con personas afectadas por los desastres sobre cuánto han progresado y cuánto más tiene que hacerse.
“Mientras mi cuerpo se mueva”
Yasuo Takamatsu, de 64 años, perdió a su esposa, Yuko, cuando el tsunami azotó Onagawa, en la prefectura de Miyagi.
Ha estado buscándola desde entonces.
Incluso obtuvo su licencia de buzo para buscar sus restos y durante siete años se ha ido semanalmente en buceos: 470 y sigue. “Siempre pienso que pudiera estar en algún sitio cerca”, dijo. Aparte de sus buceos solitarios, una vez al mes se suma a autoridades locales en búsquedas de unas 2.500 personas cuyos restos siguen sin ser hallados en la región.
Takamatsu dijo que las cicatrices de la ciudad mayormente han sanado, “pero la recuperación de los corazones de la gente... tomará tiempo”.
Hasta ahora, ha encontrado álbums, ropas y otros objetos, pero nada perteneciente a su esposa. Dice que seguirá buscando a su esposa “mientras mi cuerpo se mueva”. “En el último mensaje de texto que ella me mandó, dijo: ’¿Estás bien? Quiero irme a casa”, dice. “Estoy seguro de que aún quiere volver a casa”.
”De nuevo en la arrancada”
Apenas un mes después de que un tsunami de hasta 17 metros (55 pies) de altura se estrelló contra la ciudad, Michihiro Kono asumió las riendas del negocio de salsa de soya de su familia. El hecho de que pudo continuar el negocio de dos siglos es un milagro, dice. La preciada levadura de soya se salvó solamente porque él le había donado parte del laboratorio de una universidad.
En la última década, Kono ha trabajado para reconstruir el negocio en la prefectura de Iwate y este año va a terminar la construcción de una nueva fábrica, remplazando la que fue destruida, en el mismo terreno en el que su familia comenzó a producir salsa de soya en 1807. Incluso lanzó una salsa llamada “Milagro” en honor a la levadura salvada.
“Es un momento crítico para ver si puedo hacer algo significativo en los próximos 10 años”, dijo el dueño de Yagisawa Shoten Co. “Yo nací aquí ahora estoy de nuevo en la arrancada”.
Pero persisten los retos: La población de la ciudad se ha desplomado más de 20%, a unos 18.000, y él está tratando de crear redes de negocios más allá de la ciudad. Kono a menudo piensa en las personas muertas por el tsunami, con muchas de las cuales solía discutir planes de revitalización de la ciudad. “Esas personas querían construir una gran ciudad y yo quiero hacer algo que les haga decir: ‘Bien hecho, lo lograste’, cuando los vea de nuevo en la otra vida”, dijo.
“¿Quién quiere regresar?”
Unos 10 kilómetros (6 millas) al sur de la destruida planta nuclear, el arrocero Naoto Matsumura desafió la orden de evacuación del gobierno hace una década y se quedó en su granja para proteger su tierra y el ganado abandonado por sus vecinos.
Aún sigue ahí.
La mayor parte del pueblo de Tomioka reabrió en el 2017. Pero decenas de casas vecinas alrededor de Matsumura siguen vacías, dejando el área en una profunda oscuridad por la noche.
La estación ferroviaria central en el pueblo en la prefectura de Fukushima fue remodelada. Se construyó un nuevo centro comercial. Pero menos de 10% de los 16.000 habitantes de Tomioka regresaron luego que enormes niveles de radiación escaparon de la planta y forzaron a evacuar el pueblo y áreas contiguas. Partes de a ciudad siguen selladas; casas y negocios abandonados.
“Tomó centenares de años de historia y esfuerzos construir esta ciudad y fue destruida instantáneamente”, dijo. “Yo me crié aquí... pero no es más mi hogar”.
Tomó seis años para el levantamiento de la orden de evacuación, pero muchas personas de la ciudad ya encontraron empleo y vivienda en otras partes. La mitad de ellos dicen que han decidido no volver, de acuerdo con un sondeo municipal.
Eso ha sido lo mismo en la región. En Tomioka, los desechos radiactivos de las labores de descontaminación en la ciudad siguen almacenados en el área vedada. “¿Quién quiere venir a un lugar así?”, pregunta Matsumura. “No veo mucho futuro para esta ciudad”.
Como compañía, Matsumura tiene varias vacas, un pony y perros cazadores de la familia que le ayudan a mantener a raya a los jabalíes. Las vacas son descendientes de aquellas de las de granjas vecinas que él ha retenido, como protesta, luego que el gobierno emitió la orden de sacrificar a miles debido a temores de radiación.
Esta primavera, por primera vez desde el desastre, el granjero de 62 años planea un cultivo experimental de arroz, además de expandir sus esfuerzos de apicultura.
“Me quedaré aquí hasta el fin de mi vida”, dice.
“Su casa sigue aquí”
Yuya Hatakeyama tenía 14 años cuando se vio forzado a irse de Tomioka tras el desastre.
Ahora, a los 24 años, el ex antesalista de los Fukushima Red Hopes, un equipo de la liga profesional regional de béisbol, está en su primer año trabajando en el ayuntamiento de Tomioka — pero aún no ha vuelto a vivir en la ciudad, como muchos que viajan desde las afueras para sus trabajos.
Hatakeyama tiene recuerdos agridulces de Tomioka. El área ahora vedada incluye el parque Yonomori, donde la gente solía congregarse para el festival del cerezo. El trabajo de descontaminación ha sido acelerado en el área y la ciudad planea levantar el resto de las prohibiciones de ingreso en el 2023.
“Quiero contactar a los residentes, especialmente los jóvenes, para que sepan que su casa sigue aquí”, dijo Hatakeyama. Quiere que un día las familias jóvenes vuelvan a jugar en el parque, como solía hacer él con su padre.
SEGUIR LEYENDO: