En una pequeña calle de Taizhou, en la provincia china de Jiangsu, nadie notó la discusión en la franquicia de Ele.me, la app de delivery propiedad de Alibaba. De pronto se escucharon los gritos al mismo tiempo que se vieron el fuego y el humo: “¡Quiero el dinero que me gané con mi trabajo!”, dijo Liu Jin, quien se había rociado con gasolina y se había prendido fuego.
Este hombre de 45 años, padre de dos hijas, es uno de los millones de trabajadores que malviven en China de hacer reparto en motos, pendientes hasta 12 horas por día del sonido del teléfono para responder de inmediato y obtener ese viaje, por el que ganarán menos de USD 1,50. Se había pasado de plataforma, a la competidora Meituan, pero Ele.me le debía unos USD 600. Cuando los dueños de la franquicia se negaron a pagarle realizó esa protesta desesperada.
Algunos transeúntes llamaron a emergencias, otros grabaron un video que se volvió viral.
Era mediados de enero. Pocos días después, otro repartidor, de 43 años, se descompensó y murió mientras realizaba su enésimo delivery del día par Ele.me.
Entonces se habló de otros dos deliveries, empleados de Pinduoduo, una gran empresa de productos frescos, también muertos poco antes: uno se suicidó poco después de haber solicitado una licencia para volver a su pueblo y otro, de 22 años, colapsó mientras caminaba y no pudo ser reanimado.
Estas tragedias llamaron la atención sobre la situación de estos trabajadores saludados como héroes desde la pandemia porque han llevado alimentos, pañales y demás provisiones a las familias que sufrieron confinamiento o restricciones, a la vez que han aumentado el ya extraordinario valor de estas plataformas tecnológicas. Muchos fueron golpeados por la crisis en las áreas rurales de las que provienen y se buscan la vida como pueden recorriendo las ciudades en scooters, en invierno o verano.
Como en muchos otros lugares del mundo, estos repartidores no tienen contratos, vacaciones, seguro de salud, jubilación ni otros beneficios: su situación laboral es de extrema vulnerabilidad. El caso de Liu Jin expuso el abismo que se abre entre la calificación de esencial de los deliveries y la consideración que reciben como trabajadores y hasta como personas, forzados por la inteligencia artificial a cumplir con tiempos de viaje imposibles sin violar las leyes de tránsito y a través de rutas prefijadas por un algoritmo.
“A menudo trabajan a través de empresas intermediarias que gestionan a los repartidores para las aplicaciones, que a veces les retienen los pagos o desaparecen sin pagar”, explicó Los Angeles Times. Aunque muchas veces las autoridades reciben sus reclamos, con la misma frecuencia los desestiman. Si llegan tarde o tienen un problema se los multa, con cifras que van desde USD 0,15 por una demora hasta USD 75 si un cliente se queja, agregó AP.
“Los conductores que intentan organizarse y protestar son despedidos sin más, especialmente en tiempos de pandemia”, continuó el periódico. Aidan Chau, investigador del Boletín Laboral de China, un grupo de defensa de los trabajadores, registró una caída drástica de las protestas de los repartidores: de 57 en 2018 a tres en 2020. “Nadie hace paro ahora porque si uno protesta lo echan”, explicó. La situación de desempleo permite esos y otros abusos.
Mientras que la riqueza de los fundadores de Alibaba, Jack Ma, y de Pinduoduo, Colin Huang, aumentó durante la crisis del COVID-19, Liu Jin no logró cobrar siquiera lo que le correspondía por entregas realizadas y actualmente se recupera de quemaduras en el 80% de su cuerpo, que incluyen algunas de tercer grado y lesiones en el sistema respiratorio.
En un comunicado, Ele.me expresó su “desasosiego” por la situación de Liu y se comprometió a cubrir los gastos médicos del hombre e investigar si el intermediario de la franquicia, Jingjiang Yingpao, retuvo sus ingresos. “Él ponía alma y vida en trabajar y tratar de ganar dinero. Tiene dos hijas” dijo un compañero de Liu al Times. “Era muy bueno y muy honesto, tendría que estar prohibido abusar de alguien así”.
La plataforma también pagará una indemnización por el repartidor que se descompensó en el trabajo y murió, con USD 92.000 para su familia. También aumentó a esa cifra la cobertura por accidentes de los demás deliveries, tras reconocer que “no había hecho lo suficiente”.
Pinduoduo, que es la tercera empresa de comercio electrónico en China, también emitió un comunicado para decir que brindaría “asistencia y apoyo” a las familias de los otros dos deliveries muertos. “Las autoridades de Shanghai están analizando las horas de trabajo, los contratos y otras condiciones en la compañía”, agregó AP.
El fondo de la cuestión es que, si bien las leyes laborales establecen límites de ocho horas diarias o 44 por semana, fijan un máximo de 36 horas extras por mes e imponen condiciones de seguridad laboral, nada de eso existe en el mundo real porque las autoridades no exigen el cumplimiento de las normas. “Los empleados quedan atrapados en una cultura de trabajo excesivo en la lucha por obtener un bono o, en el caso de los repartidores, subsistir a duras penas”, analizó la agencia.
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