Abdullah Metseydi, un uigur que vive en Turquía, se disponía a acostarse el mes pasado cuando escuchó una conmoción y golpes en la puerta. “¡La policía! ¡Abra la puerta!”, gritaron de afuera.
Una docena de agentes, si no más, ingresaron a la vivienda arma en mano y con uniformes de una unidad antiterrorista turca. Le preguntaron a Metseydi si había participado en actividades contra el gobierno chino y amenazaron con deportarlos a él y su esposa. Lo llevaron a un centro de deportaciones, donde permanecen ahora, en medio de una creciente controversia política.
Legisladores de la oposición acusan al gobierno de entregar secretamente a los uigures a China a cambio de vacunas contra el coronavirus. Solo una parte de las decenas de millones de vacunas que prometió China han sido entregadas y la policía turca, mientras tanto, ha detenido a unos 50 uigures y los ha llevado a centros de deportación, según abogados. Son muchos más arrestos que el año pasado.
Si bien no hay pruebas contundentes de un acuerdo, estos legisladores y los uigures temen que Beijing esté usando la vacuna para presionar con miras a la ratificación de un tratado de extradición. El tratado fue firmado hace años y ratificado súbitamente por China en diciembre. Podría ser considerado por la legislatura turca este mismo mes.
Los uigures dicen que, de ser ratificado, el tratado representaría una pesadilla para esa comunidad, ya que serían devueltos al país del que escaparon en medio de una campaña de detenciones masivas de uigures. Más de un millón de uigures y miembros de otras minorías musulmanas fueron llevados a centros de detención en China, en lo que el gobierno chino describe como una medida antiterrorista. Estados Unidos habla de un genocidio.
“Me aterroriza la idea de ser deportada”, dijo entre lágrimas Melike, la esposa de Metseydi. No quiso dar su nombre completo por temor a represalias. “Me preocupa la salud mental de mi marido”.
Las sospechas de un acuerdo surgieron cuando el primer cargamento de vacunas chinas fue retenido durante semanas en diciembre. Las autoridades lo atribuyeron a problemas burocráticos.
Yildirim Kaya, legislador del principal partido de oposición de Turquía, dijo que China ha entregado un tercio de los 30 millones de dosis que prometió para fines de enero. La campaña de inmunización de Turquía usa mayormente la vacuna china Sinovac. El país registra 2,5 millones de contagios y unas 26.000 muertes por el virus.
“Esta demora no es normal. Hemos pagado por las vacunas”, sostuvo Kaya. “¿Será que China está chantajeando a Turquía?”.
Tanto las autoridades turcas como las chinas afirman que el tratado de extradición no tiene en la mira la deportación de los uigures. La prensa estatal china dijo que esas insinuaciones constituyen una “calumnia” y el portavoz del ministerio de relaciones exteriores chino Wang Wenbin negó conexión alguna entre las vacunas y el tratado. “Esa especulación no tiene sustento alguno”, expresó en una conferencia de prensa el jueves.
El ministro de relaciones exteriores turco Mevlut Cavusoglu dijo en diciembre que la demora en la entrega de las vacunas no tenía nada que ver con los uigures. “No usamos los uigures con fines políticos, defendemos sus derechos humanos”, declaró.
Pocos uigures han sido deportados por ahora, pero las recientes detenciones alarman a los 50.000 uigures que se cree viven en Turquía.
Recientemente el embajador turco en Beijing elogió las vacunas chinas y dijo que el gobierno de Ankara valora mucho “la cooperación judicial” con China, lo que muchos interpretaron como una alusión a una inminente campaña de deportaciones de uigures.
Si bien hay algunos uigures que apoyan a organizaciones combativas, la mayoría de ellos se oponen a esos métodos y dicen que perjudican su causa.
Los abogados de los uigures dicen que, en la mayoría de los casos, la policía turca no tiene pruebas de conexiones con organizaciones terroristas. El profesor de derecho de Ankara Ilyas Dogan cree que las detenciones tienen un trasfondo político.
“No tienen pruebas concretas”, dijo Dogan, quien representa a seis uigures alojados en centros de detención, incluido Metseydi. “No son serios”.
Incluso si la ley de deportaciones es aprobada, Dogan duda que haya muchas, dada la popularidad de los uigures en Turquía. De todos modos, sospecha que las posibilidades de que aumenten esas deportaciones es significativa.
Por razones culturales, Turquía ha ofrecido refugio a los uigures por mucho tiempo. Los uigures son una comunidad de origen túrquico que se radicó en Xinjiang, región del extremo occidental de China. El presidente turco Recep Erdogan dijo hace una década que el trato que daba China a los uigures constituía un “genocidio”.
Sin embargo, todo cambió tras un intento de golpe en Turquía del 2016, que motivó una purga y distanció a Erdogan de Occidente. China comenzó a llenar el vacío que quedó, mediante préstamos e inversiones. El aeropuerto de Estambul es el primero que recibió la certificación de “Aeropuerto Amigo de los Chinos”, con un sector reservado para turistas procedentes de Shanghái y Beijing. El presidente Erdogan, por su parte, se maneja ahora con mucha diplomacia y elogia la ayuda china.
China empezó a exigir la deportación de muchos uigures de Turquía. Un pedido de extradición del 2016 revelado por Axios y confirmado independientemente por la Associated Press involucraba a un vendedor de teléfonos celulares uigur acusado de promover a la organización Estado Islámico en la internet. El hombre fue detenido, pero luego fue liberado y se le retiraron los cargos.
Abdurehim Parac, un poeta uigur arrestado dos veces, dijo que el centro de detención de Turquía “parecía un hotel”, comparado con las condiciones a que fue sometido los tres años que pasó preso en China. Fue finalmente liberado después de que un juez lo absolviese. Pero la idea de que se apruebe un tratado de extradición no lo deja dormir y dice que la angustia que siente es “insoportable”.
“En China me espera la muerte”, afirmó.
Muchos uigures están emigrando a Alemania, Holanda y otras naciones europeas, a veces ilegalmente, ante el temor de ser deportados por Turquía.
Por Dake Kang y Suzan Fraser para The Associated Press
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