El tratado de control de armas nucleares New START, el último en regular los arsenales de Estados Unidos y Rusia que quedaba en pie, tenía que expirar este viernes, dejando vía libre para una carrera armamentística cualitativa en el contexto de las peores relaciones entre Washington y Moscú en décadas.
Sin embargo, casi a último minuto el gobierno del presidente Joe Biden anunció el 26 de enero sus intenciones de renovarlo por cinco años, luego de que la administración anterior de Donald Trump, a la que derrotó en las elecciones del 3 de noviembre, insitiera durante años en su voluntad de darlo de baja sin un acuerdo reemplazante.
Pocos días antes del anuncio de Biden, el gobierno del presidente ruso Vladimir Putin había, también, manifestado sus intenciones de renovar el tratado que no había podido negociar con el anterior inquilino en la Casa Blanca.
“La noticia de la renovación del acuerdo trajo alivio a los presidentes de ambos países, así como también a los expertos en control de armas, diplomáticos y políticos en ambos bandos”, señaló Andrey Baklitskiy, investigador en el think tank estadounidense Carnegie Endowment For Internacional Peace, en un reciente artículo.
“Pero aunque la extensión por cinco años es sin dudas una buena noticia, la excitación que produjo muestra el mal estado de las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Rusia y del control de armas en general”, agregó.
Rivales históricos, la relación entre Estados Unidos y Rusia se ha deteriorado a grandes pasos en la última década, especialmente durante el tercer y cuarto mandato de Putin y en los últimos años de Obama y durante la administración Trump. Más recientemente, la presunta injerencia de Moscú en las elecciones presidenciales de 2016, una serie de ciberataques a gran escala contra infraestructura estadounidense, persistentes campañas de desinformación achacadas al Kremlin, las diferencias estratégicas en lo referido a la Guerra Civil en Siria (donde ambas potencias defendieron a bandos opuestos) y el intento de asesinato del líder opositor ruso Alexei Navalny han sido factores importantes de tensión.
Baklitskiy, que trabaja en la sede en Moscú del Carnegie Endowment, considera que la renovación debía ser algo “rutinario”, pero que esto cambió debido a que la administración Trump intentó utilizar al tratado para lograr concesiones de Rusia en otras áreas y buscó también incluir a China, demandas a las que ambos países se negaron.
Por su parte el director de la ONG con sede en Washington Nuclear Threat Initiative, Ernest J. Moniz, celebró la noticia de la renovación en un comunicado: “La extensión mantendrá los límites a los sistemas de armas nucleares de Rusia y el régimen de inspección. Asegurará que las armas más potentes de Rusia -las estratégicas, incluyendo el misil hipersónico Avangard y el ICBM Sarmat- estarán afectadas por el tratado”.
“Estados Unidos y Rusia tienen una responabilidad y obligación para trabajar juntos para reducir sus arsenales y prevenir la guerra nuclear”, agregó el experto y ex asesor del gobierno de Estados Unidos durante el gobierno de Barack Obama.
Los cimientos del control de armas nucleares
El primer Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (Strategic Arms Reduction Treaty, o Start) fue firmado en 1991 por Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, tras una serie de acercamientos entre ambas superpotencias con el objetivo de limitar voluntariamente los arsenales atómicos estratégicos mediante un acuerdo bilateral y luego de décadas de tensiones latentes y la amenaza constante de una guerra nuclear, como aquella a la que casi se llega en 1963 y durante la llamad Crisis de los Misiles.
Entró en vigencia en 1994 y reguló en gran parte las relaciones entre Washington y Moscú (ahora al frente de la Federación Rusa), hasta su expiración en 2009, parcialmente reemplazado por el tratado Tratado de Reducciones de Ofensivas Estratégicas (SORT).
El New START se firmó en 2010, entrando en vigor un año después, y estaba planteada su expiración este 5 de febrero de 2021, hasta que las partes anunciaron sus intenciones de extenderlo por otros cinco años. Atrás quedaron el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF) y el de Cielos Abiertos, de los cuales el gobierno de Trump se retiró en 2019 y 2020, respectivamente, y el Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM), del que George W. Bush se retiró en 2002, dejando al New START como el último en pie en la arquitectura legal de control de armas nucleares entre ambos países.
En el caso de los tratados que Estados Unidos abandonó durante la administración Trump, se argumentó en su momento que, en primer lugar, Rusia había violado parte de los acuerdos (Moscú lo nego y acusó en cambio a Washington de incumplirlos) y, en segundo, que éstos no contemplaban a China, potencia emergente en el área nuclear (Beijing rechazó la idea alegando que su relativamente escaso arsenal de 320 ojivas no ameritaba ser parte de un acuerdo tripartito).
Evgeny Buzhinsky, investigador y vicepresidente del Concejo Ruso de Asuntos Internacionales (RIAC), un think tank ligado al gobierno de Rusia, consideró que “es ampliamente aceptado que la arquitectura del control de armas desarrollada al final de la Guerra Fría es inadecuada en el mundo multipolar de hoy, pero la complejidad de la tarea (sumado a la complacencia, las sospechas y otros factores) han prevenido su actualización”.
“Sin embargo, el desmantelamiento del sistema de control de armas, aún si es considerado anticuado, puede llevar a una carrera de armas multilateral que incluya armas nucleares de todo tipo, ciberataques y armas láser, entre otros sistemas”, agregó en un artículo de publicado esta semana.
El New START bilateral se basa en dos pilares: establece límites para la cantidad de ojivas nucleares desplegadas y sus medios de lanzamientos, e implementa mecanismos de control para construir confianza entre ambas partes.
Entre estos mecanismos figura la exigencia de realizar notificaciones sobre locaciones, movimientos y disposiciones de armas nucleares estratégicas; la posibilidad de efectuar 18 inspecciones in situ por año; y el intercambio anual de información sobre lanzamientos de prueba.
En tanto el límite actualmente se encuentra en 1.550 ojivas desplegadas (es decir, listas para ser usadas, y no almacenadas y desarmadas), 800 medios de lanzamiento (misiles balísticos lanzados desde tierra y desde submarinos, y bombarderos) desplegados y almacenados, y 700 medios de lanzamiento desplegados. Estos límites se alcanzaron recién en febrero de 2018.
Tal cantidad de armas nucleares a un proceso de toma de decisión de distancia de su lanzamiento puede parecer aterrador, pero es un número notablemente menor en comparación a los arsenales en tiempos de la Guerra Fría. En aquel período Estados Unidos llegó a tener más de 31.000 ojivas en su pico de 1966 y la Unión Soviética unas 45.000 en 1986, de acuerdo a datos recolectados por Robert S. Norris y Hans M. Kristensen en la publicación académica Bulletin of the Atomic Scientists.
Por supuesto, las armas nucleares actuales o en desarrollo, especialmente los misiles balísticos intercontinentales equipados con vehículos de reingreso múltiple MIRV (es decir, que llevan varias ojivas en la misma cabeza de misil, las cuales son dirigidas a diferentes objetivos) o las hipersónicas, son mucho más capaces que las de tres o cuatro décadas atrás y bien se podría decir que reducir los arsenales forma parte de un intento de mejorar la eficiencia sin perder eficacia.
“De producirse, la carrera de armas será más cualitativa que cuantitativa”, consideró, al respecto, Buzhinsky.
Sin embargo, la progresiva reducción en la cantidad de armas cumple una función clara en la no proliferación nuclear al reducir las chances de error en la cadena de lanzamiento, y al desalentar la acumulación de ojivas en el contexto de una carrera armamentística. Aún considerando las críticas al tratado New START y al cumplimiento por parte de los países, tener un acuerdo vigente es mejor que no tener ninguno, consideró, Irma Argüello, presidenta del think tank argentino NPS Global.
“Es importantísimo que el New START se extienda. Es el único tratado bilateral entre las dos potencias que ha quedado (que suman el 90% de las armas) y este tratado ha sido más efectivo que el NPT para controlar armas, cuyo compromiso es difuso”, agregó la experta en diálogo con Infobae y en relación al Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT), de amplia aceptación internacional desde su adopción en 1970 pero alcances limitados.
“Es un gesto muy positivo que se está dando y es imprescindible, porque de haber caído el New START las potencias se hubieran sentido libres para desarrollar nuevas armas y ojivas. Además, la renovación del Nuevo START va a influir positivamente en la conferencia de revisión del NPT” que fue cancelada por la pandemia en 2020 y se realizará este año, concluyó.
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