La primera medida del presidente apunta a devolver al liderazgo palestino la financiación que fuera suspendida por Donald Trump. A juicio del nuevo mandatario esa financiación fue recortada de forma arbitraria e injusta. El plan de acercamiento a los palestinos de la administración Biden-Harris incluye también un amplio impulso en materia de relaciones diplomáticas bilaterales y financiación para varios cargos y delegaciones diplomáticas que demandará una cifra millonaria en el presupuesto del año en curso.
Asesores del presidente señalaron que Richard Mills, recientemente nombrado como nuevo enviado de Washington a la región se reunirá con el liderazgo palestino con la directiva de reasignar de forma urgente los fondos que habían sido recortados por Donald Trump. La nueva administración considera vital ese para la resolución del problema palestino-israelí. Mills es portador de órdenes presidenciales expresas para que también aplique una estrategia más dura que bloquee la política israelí de construcción de nuevos asentamientos.
El curso de acción que pretende establecer Biden fue manifestado en la primera reunión sobre la nueva estrategia de paz para Oriente Medio que se realizó días pasados en una sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSONU) donde Mills efectuó su primera exposición sobre la política que Washington aplicará de inmediato. Según el enviado de Biden las decisiones del ex-presidente Trump serán modificadas de forma urgente porque afectaron gravemente a los palestinos.
En la sesión de la ONU, Mills dio a conocer el nuevo plan de la administración Biden-Harris que incluirá una posición más dura en cuestiones relacionadas a la construcción de nuevos asentamientos israelíes. Mills declaró que Washington pretende mantener una relación positiva con Israel aunque enfatizó que no se admitirán políticas que favorezcan la ampliación de asentamientos por ser elementos de conflictos que bloquean acuerdos para la pacificación.
Al hacer pública la nueva estrategia estadounidense, Mills dio a conocer el curso que la administración desea tomar para reestablecer las relaciones con el liderazgo y el pueblo palestino. “Las medidas tomadas por la anterior administración en los últimos cuatro años fueron injustas, declaró Mills, en virtud de ello el presidente Biden ordenó restaurar todos los programas de asistencia y ayuda humanitaria para el desarrollo económico del pueblo palestino para ayudar a la pacificación.
En su exposición ante el Consejo de Seguridad, Mills informó a ese órgano de la ONU que EE.UU. instará al gobierno de Israel y a la Autoridad Palestina a evitar acciones unilaterales que conspiren en la solución de dos estados, especialmente en materia de anexión y nuevas construcciones en los territorios en disputa.
Mills reconoció la carta recibida del ministro de Relaciones Exteriores palestino, Riad Maliki, quien solicitó a Biden reparar el daño realizado por Trump y modificar las acciones ilegales realizadas por Washignton durante su mandato, al tiempo que acuso al ex-presidente de haber roto los puentes de diálogo favoreciendo a Israel en detrimento de los palestinos a quienes sumió en la pobreza al recortar partidas de cientos de millones de dólares de ayuda para su pueblo. Maliki también habló en la reunión del Consejo y celebró la decisión del presidente Biden de respetar la ley al tiempo que le pidió desempeñar un papel importante en los esfuerzos multilaterales por la paz. También denunció ante la ONU que Israel tiene planes de anexar grandes extensiones de tierra y boicotear la creación de un futuro estado palestino y acusó al gobierno israelí de planificar la construcción inminente de unas 3000 nuevas viviendas en Cisjordania.
La reunión del CSONU fue celebrada y apoyada por el Secretario General de la Liga Árabe, Ahmed Aboul-Gheit, quien también pidió la inmediata corrección de las políticas de de ex-presidente Trump, cuyos resultados, según la Liga Arabe han sido devastadores y contraproducentes para el proceso de paz.
Sin embargo, el Secretario de la Liga Árabe no se refirió a los acuerdos alcanzados el año pasado por la administración Trump que han servido para normalizar las relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Qatar y Sudán. Como resultado de esos acuerdos, las situación regional cambió sustancialmente y de forma positiva en materia de seguridad, estabilidad para la región. No obstante, Aboul-Gheit, pidió a la administración Biden rechazar la legitimidad de esos acuerdos por fomentar la desunión entre los árabes.
En tal escenario, ante las nuevas políticas de Biden la opinión pública puede interpretar que judíos y árabes están destinados a muchos años más de conflictos, guerras y padecimientos, excepto que el presidente retome una senda equilibrada y adopte una postura diferente a la expresada en su primera semana de gestión. En principio, pareciera que el presidente está ignorando o desconoce que el 94% del territorio de la ex-Palestina ya ha sido dividido en dos estados -el Estado judío de Israel con un 17% y el Estado árabe de Jordania en un 77%- y que los Estados partes han firmado un tratado de paz en 1994 donde se hace referencia a los asentamientos. La soberanía territorial del 6% restante de la antigua Palestina, lo que equivale a decir la Ribera Occidental y Gaza, aún continúa en disputa, pero nadie ha mencionado por qué se mantiene tal anomalía, por el contrario, los detalles han sido obviados. La idea de que la soberanía de la Ribera Occidental y Gaza se dividen entre Jordania e Israel se tradujo en un viaje a ningún sitio por las últimas seis décadas, excepto durante los últimos 4 años en que se buscó resolver ese punto. No obstante, el presidente Biden parece sumarse a varios ex-presidentes estadounidenses como Jimmy Carter, Bill Clinton o George Bush en la intermediación de una solución que en los términos en que su administración pretende abordar, no solo no tiene posibilidad de éxito alguno, sino que amenaza retrotraer el conflicto palestino israelí a varias décadas atrás.
En concreto, la imposibilidad de crear un nuevo estado árabe entre Jordania e Israel ha sido el resultado de la inflexible demanda palestina y de su liderazgo para aceptar la existencia del Estado judío en la región, también de su intransigencia en aceptar sólo el 100% de toda Cisjordania y Gaza junto a su negativa en abandonar la demanda de que se les permita regresar y vivir en lo que ahora es Israel a millones de palestinos y sus descendientes de la diáspora.
La pregunta que la opinión pública debería efectuarse es: ¿Cuál es la fórmula mágica que piensa utilizar el presidente Biden para eliminar estos obstáculos y lograr la solución de los dos Estados?
La respuesta no fue dada a conocer en el discurso de Richard Mills en la ONU. Lo que Mills transmitió no ha sido más que una postura voluntariosa de restaurar derechos con asistencia humanitaria a través de dinero a gran escala a un liderazgo enriquecido de un pueblo cada vez más empobrecido y cuyos resultados la gente de la región conoce de forma sobrada ante la reiteración de las frustraciones experimentadas.
Mills ha dicho lo que los palestinos querían oír, pero guardó silencio sobre lo que los palestinos deben hacer para conformar su propio Estado. La percepción que emerge sobre el plan de la administración Biden-Harris para resolver el conflicto palestino-israelí es que, de momento, la solución de los dos estados no tiene ninguna posibilidad de éxito en tanto todas las concesiones le sean exigidas al Estado de Israel y ninguna a los palestinos para que cesen sus actividades terroristas asociadas con sus movimientos yihadistas como Hamas.
A los judíos no solo los asiste su herencia ancestral sobre esa tierra. Además de esta circunstancia que es motivo de debate según la ideología de quienes se pronuncian sobre el punto, lo cierto es que los israelíes tienen la razón fundada en el derecho internacional para construir su hogar nacional judío en la Ribera Occidental en virtud del Mandato para Palestina de la Liga de las Naciones, tal mandato se ha mantenido vigente en el artículo 80 de la Carta de Naciones Unidas. Es erróneo por tanto sugerir que los judíos no tienen el derecho a vivir en la Ribera Occidental y construir su hogar nacional en las zonas designadas por ese mandato internacional que legalmente los autoriza.
En otras palabras, la llamada que el presidente Biden efectuó a Israel a través de Richard Mills para poner fin a lo que le fue conferido al Estado judío por el derecho internacional, no sólo es un comienzo infortunado de su administración sino que configura un error de magnitud en virtud del derecho inalienable que le fuera concedido a los israelíes. Si ese derecho debe ejercerse en este momento o no, es una cuestión muy distinta y motivo de conversaciones serias en materia de oportunidad y conveniencia. Pero negar que ese derecho exista no ayudará a poner fin al conflicto. Por el contrario, agravara y exacerbará la intransigencia árabe islamista en la Ribera Occidental y en Gaza.
Las primeras medidas del presidente Biden omiten también la mención a las Resoluciones del Consejo de Seguridad 242 y 337 de Naciones Unidas. Ambas dejan claro que Israel no puede volver a la fragilidad de las líneas previas al armisticio de 1967. La seguridad es la principal preocupación para Israel que trata de proteger a sus ciudadanos de los Estados y las organizaciones terroristas que nunca reconocerán a los judíos el derecho a tener su estado ancestral y su patria reconocida internacionalmente. Por tanto, si a las primeras manifestaciones de la administración estadounidense sobre sus políticas para la región le siguiera la presión a los israelíes a regresar a las fronteras de 1967, la respuesta de Israel sin lugar a dudas será de negativa absoluta.
En consecuencia, hasta que los árabes-palestinos acepten y reconozcan la realidad de la existencia del Estado judío y las organizaciones terroristas sean neutralizadas, el discurso del señor Richard Mills en la ONU no será más que un puñado de buenas intenciones y cualquier plan de paz para la región será el equivalente al último de una larga lista de fracasos que explicará por qué no ha sido posible determinar la soberanía y la paz en una zona de la tierra del tamaño de un pañuelo durante los últimos 70 años.
Cuando el presidente Biden reflexione sobre esta situación y logre cambiar la conducta de los estados regionales promotores del terrorismo islamista y sus entidades para-estatales asociadas, entonces será cuando comience a acercarse responsablemente con alguna posibilidad de éxito a lo que nadie duda que él desea cuando habla de una solución duradera. Cuando eso suceda, si sucede, entonces tal vez podamos ver a un presidente estadounidense que tendrá éxito allí donde todos sus antecesores -excepto Donald Trump- han fracasado estrepitosamente en todos y cada uno de sus intentos por alcanzar una solución verdadera del conflicto.
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