Nació en 1998, en un pequeño pueblo en Jumla, uno de los distritos más pobres de Nepal, en el que la mayoría de las familias vive de agricultura de subsistencia. Es un entorno profundamente conservador, en el que las mujeres no suelen tener más alternativa que casarse y tener hijos. Cualquier otro proyecto de vida está fuera del menú.
Pero Sunmaya Budha se dio cuenta de muy chica de que ella era diferente a otras niñas. Por un lado, nunca la convenció ese destino para el que la estaban preparando. Por otro, corría como nadie y nada le gustaba tanto. “Ganaba todas las carreras en mi escuela. Todas las distancias, siempre”, contó en una entrevista con el South China Morning Post.
A los 15 años representó al distrito de Jumla en una importante prueba de atletismo escolar. Como no tenía calzado apto, corrió descalza. Eso no le impidió salir segunda, y sólo porque se detuvo antes de llegar a la meta, pensando que ya había cruzado la línea. Ese hito terminó de decidirla a dedicar su vida a correr carreras de montaña.
Para cumplir su sueño necesitaba un entrenador, y no era fácil encontrar alguno dispuesto a preparar a una niña en ese ambiente. Con el tiempo se enteró de uno: Hari Rokaya, electricista de profesión y tres veces ganador de la maratón del Everest, que había creado en 2007 un internado de corredores en el pueblo de Jumla. Rokaya alentaba a las niñas a correr y las preparaba, así que era la persona indicada.
A los 17 años, cuando terminó la escuela, sus padres entendían que había llegado el momento de conseguirle marido y de preparar un matrimonio arreglado como los que aún se acostumbran en la zona. Budha sabía que no podía decirles que quería dejar esos planes para dedicarse a correr, así que les suplicó que la dejaran estudiar primero. A regañadientes, aceptaron que fuera a Jumla a estudiar para ser maestra.
Pero lo que hizo ni bien llegó al pueblo fue ir a ver a Rokaya para pedirle que la entrene. Este aceptó, y desde ese momento empezó a entrenar todo el día sin parar. Al principio trató de estudiar al mismo tiempo, pero se dio cuenta de que era imposible. El entrenamiento la dejaba demasiado agotada, así que no tardó en dejar la escuela.
“Sabía que la educación era muy importante, pero quería hacer algo más grande dedicándome al deporte”, dijo. “Aunque les mentí a mis padres, justificaba mi decisión haciendo lo que realmente me interesaba”.
Los primeros tiempos fueron muy duros. Sus padres le enviaban algo de dinero, pero no le alcanzaba para cubrir sus necesidades más elementales. “Algunos días estaba demasiado cansada para cocinar, así que dormía, luego me despertaba, comía un bocadillo y volvía a entrenar. Así transcurrían mis días. Entonces no conocía lo que era una dieta adecuada. Solía tener problemas para dormir porque estaba demasiado cansada y demasiado hambrienta”, contó Budha al SCMP.
Pero en cada carrera que competía ganaba o al menos entraba en el podio. Luego de que saliera tercera en una muy importante, sus padres se enteraron de que ella era una corredora de montaña por la radio. No lo podían creer. Furiosos, dejaron de enviarle dinero y le exigieron que regresara a su casa. Pero ella se negó.
Fue poco después de eso que se produjo un hecho que dio un vuelco en su vida: conoció a Mira Rai, una de las mejores corredoras de montaña del mundo y una heroína nacional en Nepal. Rai la adoptó como una “hermana pequeña”, y empezó a ayudarla a progresar en su carrera. Fue ella quien la llevó a su primera competencia internacional, un ultramaratón de 130 kilómetros, de varios días de duración, llamada Manaslu Trail Race. Fue una de las pocas competidoras con el privilegio de participar sin pagar la inscripción de USD 1.000. Budha ganó la división femenina y quedó cuarta en la general.
Esa fue una vidriera que le abrió muchas puertas. Luego compitió en Hong Kong, donde salió segunda en una carrera vertical de un kilómetro, desde el nivel del mar hasta el pico Lantau, y en una carrera de 50 kilómetros en altura, en la que fue superada por la actual campeona mundial de running de montaña, Caroline Chaverot. Por ser la atleta asiática mejor posicionada, Budha obtuvo el Campeonato Asiático de Skyrunning y ganó su primer premio en dinero: 580 dólares estadounidenses.
Budha es querida y respetada en Nepal, y cumplió su sueño de dedicarse a correr. Pero sigue viviendo en Jumla y continúa entrenándose con Rokaya. La disciplina no otorga demasiado dinero, y para una joven tímida que apenas habla inglés es difícil conseguir patrocinadores. A pesar de todo, ahora es ella quien ayuda a su familia con algo de dinero. Sus padres siguen intentando que deje todo para casarse y tener hijos. Pero ahora están orgullosos de ella.
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