El coronavirus mató a más de 18.000 personas en el mundo en las últimas 24 horas, un récord, mientras que las nuevas cepas británica y sudafricana prosiguen su expansión imparable, forzando a cada vez más países a cerrar sus fronteras.
Cada día, la situación empeora: el número de contagios en el mundo ha superado los 100 millones y, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las nuevas variantes del virus continúan propagándose. La británica está presente ya en 70 países y la sudafricana en 31.
Además, el martes se registraron 18.109 decesos en el planeta, un récord desde que estalló la pandemia, según un recuento realizado el miércoles por la AFP a partir de balances oficiales.
La cifra confirma una tendencia observada desde principios de mes. Los umbrales de fallecimientos diarios se superan más rápidamente y la curva se va aplanando en cifras cada vez más altas (de media, 14.000 decesos diarios desde el 22 de enero, contra los 10.000 de finales de noviembre).
En total, el covid-19 ha dejado 2,16 millones de muertos en el mundo.
“Estamos librando el combate de nuestras vidas”, pero “podemos vencer al virus y lo vamos a vencer”, dijo Maria Van Kerkhove, responsable técnica de la OMS en la lucha contra el covid-19, surgido en China.
La investigación en curso de la OMS sobre el estado sanitario en ese país “debe ser profunda y clara”, dijo el miércoles la portavoz de la Casa Blanca Jen Psaki.
Gobiernos bajo presión
Esta situación tiene en jaque a gobiernos de todo el globo.
En Reino Unido, primer país europeo en superar los 100.000 muertos, el gobierno anunció la imposición de una cuarentena en hoteles para los residentes que lleguen al país procedentes de países considerados de riesgo.
Esta medida afectará a viajeros procedentes de 22 países como Sudáfrica, Portugal y países de Sudamérica. De hecho, las llegadas a territorio británico desde esos países ya están prohibidas para todos los visitantes no residentes.
Entretanto, Finlandia, relativamente poco afectada por la pandemia, anunció que endurecerá sus restricciones fronterizas, prohibiendo los viajes “no esenciales” a su territorio.
Noruega adoptó una medida similar, cerrando sus fronteras a casi todos los no residentes.
Argentina, por su parte, obligó a las aerolíneas a reducir la frecuencia de vuelos con origen y destino en Europa, Estados Unidos, Brasil y México, después de que el país registrara un aumento en decesos y contagios.
Perú prorrogó hasta el 28 de febrero el estado de emergencia que rige desde hace 10 meses, en tanto la segunda ola de la pandemia ha obligado al gobierno a confinar a Lima y ocho regiones (16,4 millones de habitantes, la mitad de la población nacional) a partir del domingo.
La Organización Panamericana de la Salud calificó a su vez de “preocupante” la situación en Brasil, el país con más muertos (casi 220.000) después de Estados Unidos.
En Francia, donde las muertes siguen creciendo (más de 75.000) el gobierno afirmó el miércoles que estaba estudiando varios escenarios para intentar frenar el avance del covid-19, como un nuevo confinamiento “muy estricto”, pues el toque de queda actual, a partir de las 18H00, no parece ser efectivo.
Israel cerró las fronteras con Jordania y Egipto, luego de suspender los vuelos internacionales hasta el 31 de enero.
Desigualdad en la vacunación
Hasta la fecha, se administraron al menos 79,2 millones de dosis de vacuna anticovid-19 en al menos 69 países o territorios, según un recuento de la AFP de este miércoles a las 11H00 GMT.
Con todo, la vacunación sigue siendo un privilegio de los países de “altos ingresos” (según los parámetros del Banco mundial), que concentran el 62% de las dosis inyectadas en el mundo, mientras que en ellos solo vive el 16% de la población mundial.
“Si en el mundo desarrollado llegamos a una situación en que gente en perfecto estado de salud es vacunada y trabajadores en primera línea y personas vulnerables (en los países pobres) no lo son, simplemente no es justo”, dijo Michael Ryan, director de operaciones de emergencia de la OMS.
Para el magnate y filántropo Bill Gates, el mundo debe prepararse para enfrentar la pandemia como si fuera una guerra, lo que debe traducirse en inversiones de decenas de miles de millones de dólares por año.
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