Nuevamente, los hospitales de todo el mundo se encuentran bajo la amenaza de un afluente de pacientes con COVID-19, en momentos en los que la mayoría de los países experimenta su segunda o tercera ola de contagios. Ante esta situación, el desarrollo de las vacunas y el comienzo de su distribución se ha abierto paso como la única esperanza. La pregunta que se impone es, ¿qué tan rápido podrán cambiar las cosas?
Los efectos de las vacunas impactarán reduciendo muertes y hospitalizaciones de dos maneras: protegiendo directamente a los vacunados, al evitar que se enfermen; y ofreciendo protección indirecta a los no vacunados, porque los que ya han recibido la vacuna tendrán menos probabilidades de infectarlos. Y aunque la medición del efecto combinado, y la velocidad con la que actúe solo será posible cuando la vacunación masiva está muy avanzada, los primeros resultados están empezando a llegar.
De acuerdo con un artículo de The Economist, la mayoría de los países están vacunando primero a sus ancianos y a los trabajadores de la salud, debido a que la preponderancia de las muertes por covid-19, alrededor del 85% en Inglaterra, por ejemplo, corresponde a personas de 70 años o más. Por lo tanto, las tasas de ingreso hospitalario y las muertes deberían caer drásticamente unas semanas después de que una gran parte de los ancianos reciban su primera inyección.
No obstante, los hospitales tendrán dificultades hasta que también se vacune a muchas personas de mediana edad. Esto se debe a que, en este momento, la peor presión está sobre las unidades de cuidados intensivos (UCI), y la mayoría de los pacientes en estas tienen entre 50 y 60 años. Eso puede parecer extraño, dadas las mayores tasas de mortalidad entre los ancianos. Pero los ventiladores y otras máquinas de soporte imponen mucho estrés y esfuerzo al cuerpo y las personas mayores a menudo son demasiado frágiles para usarlos.
Este patrón significa que donde la vacunación avance lentamente, el número de muertes relacionadas con COVID-19 de personas de mediana edad puede aumentar en las próximas semanas y meses, a medida que se sigan llenando las Unidades de Cuidados Intensivos. Además, dos estudios recientes -realizados en Inglaterra y en Israel respectivamente- hallaron que cuando dichas Unidades trabajan al máximo de su capacidad, la mortalidad aumenta entre un 20-25% en sus pacientes.
El caso israelí
Todo lo anterior podría observarse en varios de los países que ya comenzaron con su vacunación. Por el contrario, Israel se convirtió en el caso de que se podrá extraer la primera evidencia observable de los efectos de la vacunación masiva y sus tiempos. Esto debido a que su campaña de vacunación es la más avanzada del mundo, e incluso este sábado comenzó a vacunar a los adolescentes.
Para el 19 de enero, un mes después de que comenzara la campaña, Israel le había dado al 26% de sus 9 millones de habitantes al menos una dosis. Al igual que ha sucedido en otros lugares, comenzó con las personas mayore, y es en ellos en los que ya pueden observarse los primeros resultados.
En un análisis reciente, Ran Balicer del Instituto de Investigación Clalit en Tel Aviv y sus colegas compararon, día a día, un grupo de 200.000 mayores de 60 años que habían sido vacunados con un grupo similar de personas no vacunadas. Hicieron un seguimiento de las diferencias en las tasas de infección entre los grupos, comparando los resultados de las pruebas de las personas a las que se les realizó la prueba de COVID-19 después de informar síntomas pertinentes o contacto cercano con alguien que previamente había dado positivo.
Durante los primeros 12 días del estudio, las tasas de pruebas positivas se mantuvieron idénticas entre los grupos. El día 13, la tasa del grupo vacunado descendió levemente. Luego, el día 14, se redujo en un tercio. Ha habido cierta decepción de que esta caída no fue mayor, pero la vacuna en cuestión, la elaborada por Pfizer-BioNTech, está pensada para administrarse en dos dosis, por lo que el panorama no será claro hasta que se hayan administrado las segundas dosis.
Los primeros efectos de la vacuna sobre las hospitalizaciones ha sido más complejo de medir, debido a dos variables confusas: el confinamiento nacional actual, que tiende a reducir la tasa independientemente del efecto de las vacunas, y la propagación de b.1.1.7 , una variante del virus que se encontró por primera vez en el Reino Unido, mucho más contagiosa y que, por lo tanto, tiende a aumentar la tasa. Sin embargo, esta combinación de factores también se está experimentando en muchos países europeos y en partes de los Estados Unidos, por lo que lo que suceda ahora en los hospitales israelíes será un presagio de lo que llegará a esos otros lugares pueden en las próximas semanas y meses.
Una señal de que la vacunación está empezando a dar un respiro a los hospitales israelíes surgió quince días después del 2 de enero, día en que la proporción de personas mayores de 60 años que habían sido vacunadas alcanzó el 40%, de acuerdo a los estudios citados por The Economist.
El número de enfermos críticos con COVID-19 en ese grupo de edad creció aproximadamente un 30% en la semana anterior al 2 de enero, y también en la semana siguiente, pero solo un 7% en la semana siguiente. Por el contrario, entre los que tenían entre 40 y 55 años (que estaban vacunados a una tasa mucho más baja en ese momento) el cambio semanal en el número de enfermos críticos se mantuvo constante, con un aumento del 20-30% en cada una de esas tres semanas.
Tomando resultados tempranos en un modelo de la trayectoria de la epidemia, Eran Segal del Instituto Weizmann y sus colegas estimaron que las muertes por COVID-19 en Israel podrían comenzar a disminuir a principios de marzo, incluso si el confinamiento termina, como estaba planeado, en la última semana de enero. Su pronóstico asume que el ritmo de vacunación se mantiene y que el 80% de los adultos reciben su segunda dosis a fines de febrero. (El 20% restante son personas que no pueden ser vacunadas por razones como alergias o porque se niegan a vacunarse).
Sin embargo, incluso una campaña tan eficiente como la de Israel deja a muchos sin vacunas. Además de los que desconfían de sus efectos y de los adultos que no pueden vacunarse por motivos de salud, aún no se ha aprobado el uso de ninguna vacuna en niños. De acuerdo con la evidencia disponible hasta el momentos, los niños rara vez sufren mucho si se infectan, pero sí pueden transmitir el virus. Eso puede resultar en brotes futuros, aunque menos generalizados.
Por lo general, los ensayos de vacunas en niños comienzan con los de mayor edad y van avanzando hacia los más jóvenes. Se han realizado ensayos clínicos de varias vacunas en niños de hasta 12 años, y es posible que los resultados estén disponibles para el verano. Sin embargo, los ensayos en los más jóvenes tomarán más tiempo, por lo que es poco probable que se apruebe una vacuna covid-19 para la mayoría de los niños antes de 2022.
Hasta entonces, será difícil frenar la pandemia si muchos adultos se niegan a arremangarse para recibir una inyección.
SEGUIR LEYENDO: