La pequeña isla que pasó de ser un oasis sin coronavirus a ser uno de los lugares más críticos del Reino Unido

Ubicada en el sur de Inglaterra, sobre el Canal de la Mancha, la Isla de Wight atraviesa una crisis sanitaria por la gran cantidad de casos de COVID-19 que se propagaron en las últimas semanas, luego de haber pasado meses casi sin muertes ni contagios

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Veraneantes disfrutan de la costa
Veraneantes disfrutan de la costa de Ventnor, en la Isla de Wight, el 16 de julio de 2020, cuando no había contagios ni muertes en el condado (Shutterstock)

Con más de 87.000 personas muertas por COVID-19, el Reino Unido es el país más afectado de Europa y uno de los más golpeados del mundo por la pandemia. Casi todo su territorio sintió los efectos del virus y de las severas restricciones impuestas para tratar de contenerlo —sin éxito—. Pero, durante la mayor parte del año, hubo una excepción notable.

En el extremo sur de Inglaterra, la más grande y poblada de las cuatro naciones que componen el reino, hay sobre el Canal de la Mancha una isla que, hasta hace poco más de un mes, parecía un oasis. Entre finales de mayo y principios de octubre, no se registraron casos de coronavirus en la gran mayoría de los días. Y tras un leve repunte en noviembre, los contagios bajaron nuevamente a cero al comienzo de diciembre.

En ese período, la Isla de Wight fue tomada como ejemplo por funcionarios, académicos y periodistas británicos. Sobre todo, por la muy efectiva ejecución de un programa de rastreo de contactos, a través de una aplicación para celulares que el gobierno de Boris Johnson decidió implementar allí como prueba piloto. “La Isla de Wight conduce y el resto del Reino Unido la sigue”, dijo un entusiasmado Matt Hancock, secretario de Salud, al hacer el anuncio.

Imagen aérea de la Isla
Imagen aérea de la Isla de Wight (Creative Commons)

Michelle Kendall, investigadora del Departamento Nuffield de Medicina de la Universidad de Oxford y autora de un trabajo sobre esta experiencia, expresó su admiración por el caso de este condado. “Las infecciones y el número R empezaron siendo altos en la Isla de Wight, pero disminuyeron muy rápidamente después del lanzamiento del programa de testeos y rastreos (...) y la incidencia bajó más rápido que en otras áreas comparables. Así que realmente parece que algo diferente ocurrió en la Isla de Wight”, dijo Kendall en una conferencia científica

Pero lo que se ve como un oasis en el desierto puede ser un espejismo. En solo tres semanas entre el 10 y el 31 de diciembre, los contagios diarios saltaron de cinco a más de 300, y llegaron a rozar los 400 en los primeros días de enero.

La marina de Cowes, una
La marina de Cowes, una de las mayores atracciones turísticas de la Isla de Wight (Shutterstock)

Luego de que entre junio y noviembre se registraran sólo tres, las muertes empezaron a crecer y se volvieron cotidianas a partir de enero, alcanzando un pico de seis el viernes de la semana pasada. Hasta el momento, el total asciende a 125 en esta isla de 141.000 habitantes. Las autoridades locales aseguran que están en una situación de emergencia, con el único hospital del territorio al borde del colapso.

Wight es un ejemplo extremo de una regla que se cumple en todo el mundo: tarde o temprano, el virus se propaga, sin importar las barreras que se le ponen. Ni siquiera puede evitarlo una isla, que está geográficamente aislada, y que además tiene una población escasa y muy bien distribuida.

Una trabajadora del Servicio Nacional
Una trabajadora del Servicio Nacional de Salud observa la aplicación del NHS para rastrear contactos de personas potencialmente infectadas en la Isla de Wight, el 5 de mayo de 2020 (REUTERS/Isla Binnie)

Del sueño a la realidad

La Isla de Wight es un condado independiente, ubicado a unos tres kilómetros del condado de Hampshire en el continente, al que pertenecía antes de autonomizarse. Sus playas y su clima relativamente templado lo convirtieron en un destino turístico, principalmente de los vecinos de Southampton y Portsmouth, las dos principales ciudad de Hampshire.

La isla adquirió un prestigio especial en el siglo XIX, cuando la reina Victoria la eligió para construir allí una residencia de verano, Osborne House, en el pueblo de East Cowes. Desde entonces se mantiene como un lugar tranquilo, sin grandes aglomeraciones, ya que el grueso de la población es rural. Newport, el municipio más habitado con menos de 30.000 habitantes, es la sede del Consejo de la Isla de Wight, el órgano de gobierno local.

Estas condiciones, sumadas a que es necesario tomar un ferry que demora media hora para arribar desde el continente, ayudaron a la isla a demorar la llegada del COVID-19, pero no por mucho tiempo. La primera ola de contagios, que en el Reino Unido tomó fuerza a partir de la última semana de marzo, con más de mil casos diarios, recién llegó a finales de abril, cuando por primera vez se detectaron más de diez infecciones en un día en Wight.

Al 31 de mayo, la isla sumaba 403 contagios y 69 decesos. Pero ya había comenzado la curva descendente, y una de las razones parecía ser el programa Test and Trace (“testeo y rastreo”), con la app desarrollada por el Servicio Nacional de Salud (NHS por la sigla en inglés). La distancia social que permite la distribución demográfica en el territorio contribuyó a la eficacia de esta herramienta.

En los cuatro meses transcurridos entre julio y septiembre, apenas cinco muertes y 67 nuevos casos fueron reportados. Eso permitió una liberación de casi todas las restricciones, que seguían vigentes en otras regiones del país, en las que el virus continuaba al acecho. Como resultado, durante la mayor parte de 2020, los habitantes de Wight gozaron de una vida mucho más parecida a la normal.

En diciembre, cuando concluyó el segundo confinamiento nacional —aunque conservando un sistema de niveles de restricción según la situación epidemiológica de cada lugar—, se intensificó el tránsito de personas entre el continente y la isla. Habitantes de Southampton y Portsmouth con una segunda casa en Wight decidieron visitarla después de muchos meses. A ellos se sumaron otros que sólo querían disfrutar de las mayores libertades que ofrecía la isla.

“Al ser una isla, estamos naturalmente aislados, no tenemos una gran población y por lo tanto es menos probable que el virus se transmita tan rápido como en otras partes del país. La ciudad más grande tiene alrededor de 30.000 habitantes, pero la mayor parte del territorio es rural. Se sabe que el 90% de los casos en la isla son de la nueva variante del COVID-19, que tiene una tasa de transmisión 70% más alta. Parece que esta mutación no tardó mucho en llegar y, cuando lo hizo, simplemente explotó”, dijo a Infobae Darren Toogood, director de Island Echo, uno de los principales medios de prensa de la Isla de Wight.

En pocas semanas, los contagios se dispararon. Entre el 15 de diciembre y el 15 de enero, se detectaron 3.963 contagios, el 80% del total desde el comienzo de la pandemia, y murieron 38 personas, 30% del total.

Como la isla tiene un solo hospital, el St. Mary’s, que además está poco equipado, la situación del sistema sanitario se volvió muy delicada. Stephen Parker, director del NHS en Wight, dijo días atrás que están evaluando “opciones impensables”, como evacuar a algunos pacientes y llevarlos al continente. El gobierno ya tiene preparado un helicóptero militar Chinook para trasladar a cuadros críticos en caso de que sea necesario, según informó The Guardian.

“Con la aparición de la nueva variante de coronavirus en el sureste del Reino Unido, una cadena de infecciones dio lugar al surgimiento de nuevos casos en la Isla de Wight, donde la gente se juntaba más libremente”, explicó Michael Head, investigador en salud global de la Facultad de Medicina de la Universidad de Southampton, consultado por Infobae. “Esto ha dado lugar a los fuertes aumentos en las tasas de contagio que estamos observando ahora. El hospital local está informando que está bajo la presión de un gran número de admisiones. Esto se traducirá inevitablemente en un incremento de la mortalidad en las próximas tres o cuatro semanas”.

El Hospital St. Mary's en
El Hospital St. Mary's en Newport, Isla de Wight

La ilusión del aislamiento

Lo sucedido con la Isla de Wight revela algunos de los problemas de la estrategia dominante para enfrentar la pandemia en el Reino Unido y en el mundo. Un ejemplo es el rastreo de contactos, algo con lo que la Organización Mundial de la Salud insiste desde el comienzo y que llevó a todos los países a realizar testeos masivos y a desarrollar equipos y aplicaciones para tratar de encontrar a todas las personas potencialmente expuestas al virus, y a aislarlas antes de que puedan contagiar.

El sistema pareció funcionar a la perfección en la Isla de Wight. Pero no es casual que sea uno de los pocos lugares en los que dio resultado en el Reino Unido. Las personas en pueblos no se cruzan con tantas personas como en las grandes ciudades, así que la tarea de identificar a todos es teóricamente posible. Pero sólo mientras haya pocos focos infecciosos, y no sean demasiado grandes.

Lo que pasó en diciembre muestra que ni siquiera en un territorio ideal como Wight es posible aislar a todas las personas que podrían haber estado en contacto con el virus. Es lo que sostienen desde hace tiempo los epidemiólogos que firmaron la Declaración de Great Barrington: el rastreo de contactos es posible y deseable en enfermedades poco contagiosas, pero imposible con un virus que se propaga con tanta facilidad y que para la gran mayoría de los infectados produce síntomas leves.

La calle principal de Ryde,
La calle principal de Ryde, en la Isla de Wight (Shutterstock)

Lo segundo que evidenció la isla es que las estrategias de contención que se basan en cerrar completamente un lugar que está geográficamente separado de un área de alta incidencia viral no pueden sostenerse por mucho tiempo. Especialmente, si hay fluidos lazos sociales y económicos entre ellos.

“La respuesta del Reino Unido ha incluido poner a las regiones y distritos bajo diferentes niveles de restricciones, dependiendo de la incidencia local del COVID-19 —dijo Head—. La Isla de Wight tenía pocos casos y estaba en nivel 1, mientras que las ciudades al otro lado del agua en el territorio continental estaban en el nivel 4, con restricciones más fuertes para tratar de contrarrestar las tasas de infección. Hay mucho movimiento diario de personas de la Isla de Wight a lugares como Portsmouth o Southampton, incluyendo viajes de ida y vuelta a los lugares de trabajo y múltiples barcos por día. Wight no está aislada como otras islas alrededor del Reino Unido, como la Isla de Man o las Islas Scilly, donde hay mucho menos intercambio poblacional con el continente”.

David Stewart, titular del Consejo de Wight, culpó a los visitantes que llegaron en diciembre por el deterioro de los indicadores epidemiológicos. “Hay personas que no deberían estar aquí”, afirmó. Pero la realidad es que si se trata de propietarios, aunque no sean residentes, está claro que no hay mucho por hacer. Se puede impedir temporalmente que vayan a sus casas, pero no durante un año o más. De modo que tarde o temprano van a tener que regresar.

Peatones caminan por la calle
Peatones caminan por la calle principal de Cowes durante la regata anual de vela de la Semana de Cowes, en la Isla de Wight, el martes 13 de agosto de 2019 (Fotógrafo: Jason Alden/Bloomberg)

“Algunas personas que viven en la Isla de Wight trabajan en Portsmouth y Southampton, y es más la gente que está trabajando ahora, durante el tercer confinamiento, de la que había durante el primero, en la primavera”, dijo a Infobae Myles Gould, profesor de geografía de la Universidad de Leeds, especializado en salud de las poblaciones. “Los lugares que tenían durante el otoño menores niveles de restricción están ahora experimentando más infecciones, porque antes de la mutación del virus las tasas de contagio eran mucho más bajas en el sudeste y en las zonas rurales, con menor densidad poblacional. Hay que tener en cuenta que Portsmouth es una de las ciudades más densamente pobladas de Inglaterra y del Reino Unido”.

Bob Seely, el representante de los habitantes de Wight en la Cámara de los Comunes, se diferenció de Stewart. Dijo que no había “ningún fundamento empírico” para afirmar que los propietarios de segundas viviendas trajeron la nueva cepa del virus a la isla, y recordó que hay muchos trabajadores esenciales que viajan todos los días al continente.

Es que la isla no podría nunca quedar completamente aislada, porque su subsistencia económica depende de sus vínculos con el resto del país. Gran parte de lo que se consume viene del continente, además de la gran cantidad de personas que trabajan en un lugar y viven en el otro, y de los numerosos comercios que necesitan de la llegada de visitantes para ser rentables.

Bob Seely, representante de la
Bob Seely, representante de la Isla de Wight en la Cámara de los Comunes (Creative Commons)

“Hay una tendencia a culpar a la gente que viene del continente por la transmisión del virus —dijo Toogood—. Como estábamos bajo restricciones de nivel 1, la vida era mucho más normal aquí que en otras partes del Reino Unido. Esto significó que hubiera muchos visitantes durante los meses de verano, aunque los casos no aumentaron en ese momento. De hecho, casi no hubo. La isla no puede aislarse completamente ya que casi todos nuestros alimentos y suministros vienen diariamente del continente. Wight quedaría muy rápidamente paralizada si se aislara completamente del continente, con una masiva escasez de alimentos y combustible en cuestión de días”.

Muchos insisten en que, a pesar de todo esto, los gobiernos deberían establecer restricciones más duras y por más tiempo para tratar de evitar que el virus se disemine. Lo que olvidan es que, como se vio en América Latina durante los extensos confinamientos de la primera ola, y está empezando a verse ahora en Europa después del segundo o del tercer confinamiento general, cuanto más se prolongan las medidas estrictas, menor es el cumplimiento de la población. Hasta ahora, parece un problema sin solución.

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