Qué secuelas dejará la pandemia en los que se enfermaron y en los que no

Millones perdieron la vida por el COVID-19, o a sus seres queridos; otros perdieron trabajos, planes y un sentido básico de la normalidad. Mientras comienza el despliegue de la vacuna, las consecuencias psicológicas del 2020 asoman también en el horizonte

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Con varias vacunas en el horizonte, el fin de la pandemia parece estar a la vista. (REUTERS/Clodagh Kilcoyne)
Con varias vacunas en el horizonte, el fin de la pandemia parece estar a la vista. (REUTERS/Clodagh Kilcoyne)

Durante 2020 la mayoría de los habitantes del planeta han perdido su sentido de la normalidad, sus rutinas y su horizonte de futuro en las distintas formas que adoptó el confinamiento por la pandemia de COVID-19, y millones han perdido sus empleos, su salud, sus seres queridos y hasta sus propias vidas. En circunstancias normales bastaría uno solo de esos elementos para desatar una crisis existencial, pero el año del coronavirus ha presentado cualquier clase de circunstancias excepto las normales.

“Algunos sobrevivientes de COVID-19 siguen sufriendo síntomas brutales meses después de haber contraído la enfermedad. Hemos quedado atrapados en casa, muchos de nosotros luchando contra la soledad. Los matrimonios y las familias han sido empujados hasta sus límites, y más allá”, detalló Wired. “Y ahora, con varias vacunas en el horizonte, y con el fin de la pandemia a la vista, enfrentamos un acertijo existencial: ¿quiénes seremos cuando todo haya terminado?”.

La investigadora en psicología clínica Adrienne Heinz, de la Universidad de Stanford, calificó el momento de “interesante para conectar con nuestras prioridades”. Luego de un tiempo agotador y frenético, la pausa permite preguntarse qué tiene realmente importancia en la vida de cada quién, qué motivación saca a alguien de la cama en las mañanas.

Margaret Keenan, de 90 años, la primera paciente en Gran Bretaña en recibir la vacuna COVID-19. (Jacob King/Pool vía REUTERS)
Margaret Keenan, de 90 años, la primera paciente en Gran Bretaña en recibir la vacuna COVID-19. (Jacob King/Pool vía REUTERS)

“Las personas que pueden sufrir la recuperación más difícil son aquellas que viven un trauma asociado a la pandemia. Como lo definen los psicólogos, el trauma es la preocupación por la vida, el daño físico o el bienestar, propio o de alguien cercano. Aquí se podría incluir a la gente que perdió un ser querido o que ha sobrevivido a un caso particularmente grave de COVID-19″, explicó la publicación.

Citó a Amy Canevello, psicóloga social de la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte: “Una respuesta muy típica es sentir como si la visión del mundo que uno tenía hubiera sido totalmente destrozada. Se rompe el cristal a través del cual no solía observar el mundo y entenderlo”.

Un síntoma común de esto es regresar incontrolablemente al hecho traumático: como los recuerdos recurrentes o las pesadillas que tienen, como síntoma típico, los veteranos de guerra con síndrome de estrés postraumático. “Incluso pensar constantemente sobre un evento puede causar estrés constante”, agregó Canevello, quien cree que el mismo síntoma puede abrir una puerta cuando evoluciona a una forma de pensamiento más intencional.

Luego de meses de adaptación a circunstancias extraordinarias, es posible aprovechar la pausa para preguntarse qué tiene realmente importancia en la vida de cada quién. (REUTERS/Eva Plevier)
Luego de meses de adaptación a circunstancias extraordinarias, es posible aprovechar la pausa para preguntarse qué tiene realmente importancia en la vida de cada quién. (REUTERS/Eva Plevier)

“El paciente puede reunir las piezas de su visión del mundo, no para olvidar el incidente sino para incorporarlo en una nueva cosmovisión”, definió lo que llama “crecimiento post traumático”.

El segundo grupo en grado de complejidad de su recuperación es el de los trabajadores esenciales, que a diferencia de los ricos que pudieron pasar la pandemia en un campo o aquellos que pudieron continuar con sus tareas de manera remota, debieron ir personalmente a lugares donde estuvieron en mayor riesgo de contagiarse del coronavirus.

De ellos, en los Estados Unidos el 43% son afroamericanos y latinos, según Partnership for Southern Equity. Y un estudio de la Escuela de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York halló que en los condados más pobres de ese país, donde la población es sustancialmente afroamericana y latina, había ocho veces más infecciones de COVID-19 que en los condados con población sustancialmente blanca, y nueve veces más muertes.

Luego de los afectados por la muerte de un ser querido o un caso de COVID-19, los grupos a los que les costará más recuperarse son los trabajadores esenciales y los adultos mayores. (EFE/ Ángeles Visómine)
Luego de los afectados por la muerte de un ser querido o un caso de COVID-19, los grupos a los que les costará más recuperarse son los trabajadores esenciales y los adultos mayores. (EFE/ Ángeles Visómine)

En tercer lugar la nota de Wired analizó el factor de la edad. “Las personas mayores son más susceptibles a los casos graves de COVID-19, pero también son más susceptibles al aislamiento. Y el aislamiento tiene sus propios riesgos, tanto para la salud física como para la mental”.

Para muchos de ellos, que viven de un ingreso bajo por su retiro, “el sufrimiento de haber estado encerrado y tener poco dinero fue exacerbado por la pandemia”, dijo Elena Portacolone, socióloga de la Universidad de California en San Francisco. El costo de vida aumentó en las cosas más básicas, incluidos los alimentos, sin hablar del papel sanitario, el alcohol en gel y las máscaras.

En la lista siguieron las mujeres, que también fueron especialmente castigadas por el coronavirus. “Cargadas con trabajo adicional no remunerado en el hogar debido al cierre de escuelas, en septiembre 865.000 mujeres salieron de la fuerza laboral [en los Estados Unidos], cuatro veces más que la cantidad de hombres”, denunció el texto. Para Heinz es evidente la necesidad de proporcionar más apoyo a las familias y a las mujeres solas con hijos: “Y eso significa guarderías y priorizar la apertura de las escuelas antes que otro tipo de instituciones y empresas, y apoyar a las mujeres para que sus carreras no tengan que pasar a un segundo plano”.

Los matrimonios y las familias han sido empujados hasta sus límites, y más allá, con la escolarización de los niños en las casas y mucho trabajo no remunerado que se agregó a la rutina de las mujeres. (REUTERS/Agustin Marcarian)
Los matrimonios y las familias han sido empujados hasta sus límites, y más allá, con la escolarización de los niños en las casas y mucho trabajo no remunerado que se agregó a la rutina de las mujeres. (REUTERS/Agustin Marcarian)

Entre las cosas positivas que se suman a la mezcla de la personalidad post-coronavirus está “el gran desplazamiento hacia la telemedicina y la salud mental en línea”, agregó Heinz. Se creó, por ejemplo, una especie de Zoom para la terapia de grupo, Pace, que alivió la soledad de muchas personas. Y muchos sobrevivientes al año nefando acaso estudiaron algo, aprendieron a cocinar, desarrollaron un nuevo hobby, comenzaron un proyecto artístico.

“Hubo tanto pesimismo, tanto trauma y tanta adversidad”, dijo Heinz. “Creo que a veces, en medio de todo esto, cuando estamos hasta el cuello, olvidamos que somos capaces de crecer mucho luego de pasar por cosas difíciles. A veces resurgimos convertidos en mejores versiones de nosotros mismos, tanto como individuos como comunidades”.

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