Desde que los antiguos egipcios la inventaron hace 5.000 años, y hasta que las pantallas la destierren por completo, la tinta ha sido “el medio establecido y consagrado con el que la humanidad se encomienda a la escritura”, según un grupo de científicos que ha utilizado radiación de sincrotón para estudiar 12 muestras de papiros. La técnica, una forma de rayos X de alta energía, les permitió no sólo comprender detalles nuevos sino también establecer que los egipcios usaron, 1.400 años que los pintores europeos, plomo como componente para acelerar el secado.
Los papiros analizados, en los que predomina la escritura en rojo y en negro, “revelaron una composición de tintas hasta ahora nunca detectada”, escribieron en el artículo que publicaron en PNAS, la revista de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos. “Resaltado por la presencia de hierro, el color rojo se puede atribuir al uso del ocre. De manera inesperada, el plomo aparece regularmente tanto en las tintas rojas como en las negras”, agregaron. “El análisis muestra que el plomo se utilizó probablemente como un secante más que como un pigmento, de manera similar a su uso en la Europa del siglo XV durante el desarrollo de las pinturas al óleo”.
Para identificarlo, los científicos de Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca y España que participan en el Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón (ESRF), de Grenoble, recurrieron a una idea de similar originalidad. Apelaron a la radiación de sincrotrón, “un haz muy delgado de rayos X de alta intensidad, generados dentro de un acelerador de partículas”, según describió Ars Technica. Su particularidad consiste en que, por su brevedad de la longitud de onda, permiten mayor claridad de detalles.
“Eso es lo que hace que sea particularmente útil para analizar arte y otros artefactos de valor incalculable, entre otras aplicaciones”, siguió la publicación, que recordó el caso más famoso, de 2008, cuando un grupo de científicos europeos recurrió a la radiación de sincrotrón para revelar el retrato de una campesina que Vincent van Gogh pintó y luego tapó con otra obra, Patch of Grass, de 1887. “La radiación de sincrotrón agita los átomos del lienzo, que entonces emiten rayos X propios, y un detector de fluorescencia los puede recoger. Cada elemento de la pintura tiene su propia firma de rayos X, de modo que los científicos pueden identificar la distribución de cada uno en las distintas capas de pintura”.
En 2019 un equipo de científicos daneses y franceses recurrieron a esta técnica para comprender la fórmula que utilizaba Rembrandt van Rijn para causar un efecto como de 3D, de relieve, en sus obras: el impasto, que requiere aplicar capas muy gruesas de pintura. Pero los resultados que lograba Rembrandt eran sumamente específicos, y evidentemente tenía un ingrediente secreto. “Los científicos descubrieron la presencia de un mineral llamado plumbonacrita en la capa de impasto, un elemento poco común en las pinturas de ese período”, según Ars Technica.
Al estudiar las tintas de los egipcios, los científicos partieron del conocimiento existente: “Estaban hechas de material orgánico e inorgánico, principalmente de hollín y de ocre, que se mezclaba con un aglutinante, por lo general goma arábiga, y se las dejaba suspendidas en agua y a veces en otros fluidos, como pegamento animal, aceite vegetal y vinagre. Luego la mezcla se secaba y se prensaba en gránulos, que el escriba transportaba”. Cuando era necesario escribir, “se podía preparar una tinta líquida al mezclar el gránulo con un poco de agua”, que se aplicaba sobre el papiro con una pluma de caña.
Es decir que, más que tinturas, estos colores eran pigmentos, al punto que el continuo entre pintura y escritura las volvía intercambiables muchas veces. Para entender las claves de esa característica, los científicos aplicaron los rayos X de alta energía. “Nuestros análisis de las tintas en los fragmentos de papiro de la Biblioteca del Templo de Tebtunis [un sitio arqueológico, en el suroeste de El Cairo] revelaron composiciones previamente desconocidas”, dijo Thomas Christiansen, egiptólogo de la Universidad de Copenhague, a Ars Technica. “En particular, compuestos hechos en base a hierro y plomo”.
Christiansen y sus colegas ya habían estudiado las tintas roja, naranja y rosa utilizadas en 11 fragmentos supervivientes de varios manuscritos que se encontraron en la Biblioteca del Templo Tebtunis. Pero para este nuevo estudio quisieron avanzar sobre un factor en particular: analizar los compuestos minerales de las tintas roja y negra.
“Emplearon distintas técnicas de radiación de sincrotrón para investigar la composición química, incluyendo la microfluorescencia de rayos X, la microdifracción de rayos X y la espectroscopía microinfrarroja. Encontraron una compleja mezcla de fosfatos de plomo, sulfatos de plomo potásicos, carboxilatos de plomo y cloruros de plomo”, resumió la publicación. Eso implicaba, en primer lugar, que los sacerdotes del templo no fabricaban las tintas personalmente, dada la complejidad, sobre todo de la tinta roja.
Los compuestos con base de hierro eran probablemente ocre, un pigmento natural, establecieron los investigadores, ya que tenía rastros de otros elementos que suelen estar presentes en el ocre. Y entonces se presentó la cuestión del plomo. Sine Larsen, de la Universidad de Copenhagen y coautora del trabajo, observó: “Los compuestos de plomo aparecen tanto en las tintas rojas como en las negras, pero dado que no identificamos ninguno de los pigmentos a base de plomo que típicamente se usaban para colorear la tinta, sugerimos que los escribas usaron este compuesto en particular para secar la tinta y no como pigmento”.
“Los avanzados microanálisis basados en [el uso de radiación de] sincrotrón nos han proporcionado un conocimiento inestimable de la preparación y composición de las tintas rojas y negras en el antiguo Egipto, y en Roma, hace 2.000 años”, dijo Christiansen. “Y nuestros resultados están respaldados por pruebas de la misma época sobre las instalaciones de producción de tinta en el antiguo Egipto”, agregó en alusión a un papiro del siglo III hallado en Tebas, último punto de la conexión trazada hasta el momento por los investigadores. Se podría tratar de uno salido de una biblioteca sacerdotal, como el que acaba de ser estudiado, “que nos proporciona una visión de algunas de las artes químicas que aplicaban los egipcios del período romano tardío”.
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