Un misterioso monolito apareció en el desierto de Utah a finales de noviembre. Pocos días después se encontraría uno en la cima de una montaña en Rumania y otro más coronando uno de los lugares más altos de la ciudad de Atascadero en California.
Nadie sabe de dónde salieron, si pertenecen al mismo autor o si son de esta tierra o no, pues su estructura, luminosidad y misterio alrededor de su procedencia ha despertado todo tipo de teorías que apuntan incluso a seres fuera de este mundo.
Pero el internet también ha hecho que se recuerde el nombre de un artista en particular, el escultor minimalista John McCracken, quien podría ser el autor o por lo menos la inspiración detrás de los extraños objetos metálicos que despiertan la curiosidad del mundo entero.
De McCracken se sabe que era un gran aficionado a las obras de ciencia ficción, como a la clásica epopeya metafísica de Stanley Kubrick ’2001 Odisea en el Espacio’ y que en 2011 el mundo del arte norteamericano lo despidió a la edad de 76 años. Dice su mito que por años se creyó que él había diseñado el icónico monolito que aparece en la obra de Kubrick y que en la trama de esa odisea espacial marcó dos veces el salto evolutivo de la raza humana.
No lo hizo, pero afirmó en vida que el que lo haya diseñado seguramente se inspiró en su trabajo.
Que haya sido él quien creó los monolitos que están apareciendo por todo el mundo es algo que divide al mundo del arte por estos días, principalmente en Estados Unidos, de donde es McCracken y donde aparecieron dos de los obeliscos metálicos que nos tienen pensando en que por aquí estuvieron los aliens y nos dejaron un recuerdo.
“Incluso antes de preocuparme por estudiar a los OVNIS, me ayudaba a mantener mi concentración pensar que estaba tratando de hacer el tipo de trabajo que podría haber sido traído aquí por un OVNI”, dijo algunas vez en una entrevista. Una frase de la que han surgido todo tipo de teorías.
Minimalismo y simbolismo extraterrestre
John Harvey McCracken nació en el 9 de diciembre de 1934 en Berkeley, California. Era hijo de un ingeniero inventor y ganadero y sus primeros años los vivió al norte de California.
La carrera de McCracken comenzó en la pintura, trabajando el impresionismo abstracto gestual, como la mayoría de los artistas de su generación, pero en la remedida que iba desarrollando su estilo, este comenzó a tender a lo simple, influenciado en gran medida por artistas como Stuart Davis y Fernand Léger.
Comenzando la década de 1960 empezaría a incorporar las formas geométricas sus creaciones, con género de pop abstracto en piezas como emblemas y signos geométricos que transformaba en relieves pintados.
En 1965 tendría su primera exposición en la galería Nicholas Wilder de Los Ángeles, y un año después llevaría su obra por primera vez a Nueva York en la Galería Robert Elkon. Para este punto ya estaba desarrollando escultura minimalista y se había logrado forjar un espacio en todas las exposiciones importantes de este estilo tanto en Estados Unidos como Europa.
El minimalismo es conocido por su mentalidad literal, por su fabricación industrial y la resistencia que tienen sus obras a ser interpretadas, agregando a cada una de ellas un sentido de juego y de misterio. Un estilo perfecto para un hombre que parece salido de un western con ese aire enigmático que encerraban los personajes de Clint Eastwood o Jack Palance.
Para McCracken el minimalismo le ayudó a expresar su propio sentido de espiritualidad. A diferencia de otros minimalistas, él nunca renegó del nombre del movimiento artístico, adoptándolo como con un sello propio y único: casi todo su trabajo era echo completamente a mano- no por máquinas como el de sus pares- lijando y puliendo cada superficie con esmalte, laca o resina, hasta hacer que sus colores lograran una perfección casi absoluta.
Sus creencias en los aliens, los viajes en el tiempo y en general el gran amor que tenía por la literatura de ciencia ficción definieron su trabajo. Cada una de sus obras está lograda con un cuidado a detalle impecable que no parece humano.
Esto determinó incluso sus relaciones personales, como la amistad que tuvo con Leonard Nimoy, famoso por su personaje en la clásica serie ‘Star Trek’, quien además es coleccionista de la obra de McCracken.
Su trabajo más reconocido consistía en una plancha monocromática muy lustrosa e intensamente coloreada que se apoyaba sobre una pared. Sus enigmáticas planchas parecen puertas o portales hacia dimensiones impensadas y estaban fuertemente inspiradas en la cultura automovilística de la costa oeste, donde los colores fuertes y cromados abundaban entre los diseños de los autos.
Para el escultor estas piezas inclinadas existían “entre mundos”, uniendo por un lado el piso -asociado al mundo de la escultura- con la pared -propio de la pintura-, pero también simbolizando una convergencia entre la materia y el espíritu, el cuerpo y la mente.
En un artículo del New York Times de abril de 2011, publicado en ocasión de la muerte del artista, se describen sus planchas inclinadas como “tan casuales que parecían bromas, excepto que sus intensos tonos y superficies proyectaban dignidad y belleza”. Destacaban además por su monocromo pues “parecían estar hechas de colores sólidos”, pero también emulaban una “presencia totémica”.
Con este estilo incursionó a partir de 1965, tres años antes del estreno de ’2001 Odisea en el Espacio’, un tiempo donde también creó esculturas monolíticas de metal reflectivo completamente pulidas, cuyas láminas parecían hacer parte de una sola pieza; por esto se dice que su obra habría inspirado el monolito que apareció en la película.
Pese a que sus planchas inclinadas de colores son hasta la fecha sus creaciones más conocidas, en su trabajo de escultura también hizo formas piramidales, zigurats, tetraedros y rara vez cristales. Usaba acero inoxidable y bronce como materiales favoritos.
El debate del monolito
“No era el tipo de padre promedio. Creía en las razas alienígenas avanzadas que podían visitar la Tierra. En su opinión, estos alienígenas habían estado visitando la Tierra durante mucho tiempo y no eran malévolos. Querían ayudar a la humanidad a superar este momento de nuestra evolución en el que todo lo que hacemos es luchar entre nosotros “, le dijo al medio estadounidense su hijo más joven, cuando el nombre de McCracken comenzó a ser asociado con el monolito que apareció en Utah.
El indicio más fuerte que apuntaría a este escultor minimalista como autor de la pieza “de otro mundo”, sería un loco proyecto que alguna vez le comentó a uno de sus hijos. Consistía en diseñar objetos que parecieran dejados en la Tierra por extraterrestres y esparcirlos por todo el mundo.
“Estábamos afuera mirando las estrellas y dijo algo en el sentido de que le gustaría dejar su obra de arte en lugares remotos para ser descubiertos más tarde”, recordó Patrick McCracken, hijo del artista en unas declaraciones publicadas por The New York Times.
Para Patrick la visión artística de su padre se siente en el monolito de Utah, así que como mínimo quien lo hizo pudo haber estado influenciado por él.
Pero para que John McCracken cumpliera su proyecto, lo tuvo que haber hecho sin decirle a nadie, un secreto que ni al curador y guardián actual de su obra, David Zwirner, le compartió.
Zwirner parece estar completamente convencido de que el monolito es un McCracken auténtico, resaltando el enorme parecido que tiene con una obra llamada “Fair” que fue exhibida en 2011 por su galería en Nueva York, y que hace parte del trabajo menos conocido del artista.
Desde 1997 la galería David Zwirner ha exhibido el trabajo del artista, pero el propio dueño reconoce que llegó tarde a enterarse del trabajo de McCracken, que conoció por casualidad gracias a que una de sus piezas estaba en la casa de un amigo suyo.
La alianza de Zwirne y McCracken marcó el regreso del artista al foco de atención del minimalismo, del que se había alejado tras una irrupción decidida durante los 60 y su consolidación en los 70.
“¡Por supuesto que la pieza es de McCracken! Ha vuelto para ayudarnos con la transición”, declaró Zwirner sobre el monolito de Utah y refiriéndose al cambio de gobierno en Estados Unidos, de Donald Trump a Joe Biden.
Pero otros en el mundo del arte no están tan seguros, empezando por Hanna Schouwink, socia de la galería de Zwirner, quien prefirió no ser tan arriesgada y reconocer que no podía saber con certeza que el monolito era obra de McCracken.
Otros artistas minimalistas que conocieron al escultor tampoco respaldan la teoría y dicen que el monolito que apareció en el desierto de Utah es muy desprolijo para ser obra de McCracken. Citan sobre todo que en las esquinas se notan remaches que indicarían que la obra fue hecha por una máquina dobladora de metal y no manualmente como la mayoría de obras del escultor californiano.
Sin embargo, Zwirmer resalta que en su trabajo con esculturas monolíticas McCracken había colaborado con varios fabricantes alemanes para desarrollar sus piezas.
Utah tal vez, los demás…
El debate sigue servido y parece que no habrá manera de resolverlo ya que el monolito de Utah fue retirado de su lugar en el desierto por cuatro excursionistas preocupados por la conservación del territorio natural.
¿Quién lo puso ahí? Esa es otra historia, pues esta escultura tiene la particularidad de que estaba enterrada en el piso y contaba con una base que escondía el suelo desértico, por lo que a simple vista parecía emerger del piso o haber sido arrojado desde quien sabe qué lugar. Quien halla sido, de este mundo o no, le dedicó tiempo a su hazaña.
Un dato adicional: en los registros de Google Earth, revisados con exhaustividad por más de un curioso en internet, parecen mostrar que la escultura estaba ahí por lo menos desde 2016. Una fecha que aunque más cercana, sigue estando a cinco años de la muerte de McCracken.
Teniendo como referencia lo que ya sabemos del artista se podría afirmar que solo el de Utah calificaría como obra McCracken; con el de California llegando en un segundo lugar, al ser más desprolijo, y el descartando el de Rumania, pues su estructura no parece estar curada bajo los estándares del escultor californiano.
Ahora, sin embargo, todos han sido removidos.
El de California fue el último en desaparecer. Lo desmanteló un grupo de seguidores de Donald Trump que con camisetas y gorras de ‘Make America Greate Again’ (Hagamos a América Grande Otra Vez) derribaron el monolito y colocaron en su lugar una cruz mientras proclamaban la grandeza de Jesucristo.
Días antes, el monolito de Rumania también se había desvanecido, aunque todavía nadie ha reclamado el hecho de haberlo quitado, ampliando el misterio.
En todo caso, habrá que agradecer que en medio de estos tiempos de aislamiento social, el o los responsables de hacer aparecer estos extraños monolitos, nos hayan hecho sentir por un momento que no estamos solos y de paso nos permitieran conocer más sobre un artistas cuya obra también parece de otro planeta.
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