La pequeña empresa alemana de biotecnología BioNTech, fundada por un equipo de marido y mujer con raíces turcas, nunca antes había llevado una vacuna al mercado. Pero su tecnología experimental se ha convertido en la primera autorizada para su uso en el mundo occidental para ayudar a poner fin a la pandemia de coronavirus.
Ante la autorización del Reino Unido para su fórmula desarrollada en asociación con Pfizer, con un despliegue ya previsto para la próxima semana, se convirtieron (al menos en Occidente) en los primeros en cruzar la línea de meta en la carrera por la vacuna contra el coronavirus. En China y Rusia, otras fórmulas habían recibido la luz verde, pero sin reportar sus resultados de la fase 3.
Ante las numerosas peticiones de entrevista, Ugur Sahin y Ozlem Tureci, el director general y la directora médica de BioNTech respectivamente, recomiendan que les hagan preguntas sobre la “historia de la empresa” y no sobre cuestiones personales. Tras los exitosos anuncios, ambos científicos prefirieron no explayarse sobre la historia de éxito social que refleja su trayectoria.
Sahin es hijo de un obrero turco que inmigró a Alemania para trabajar en la industria automovilística cuando él tenía 4 años, mientras que Tureci es la descendiente de un médico turco que abandonó Estambul para instalarse en el norte de Alemania.
En la prensa alemana corrieron ríos de tinta sobre estos “héroes”, “los hijos de trabajadores inmigrantes que se convirtieron en los salvadores del mundo”.
Íntegros
Presentados como dos investigadores apasionados y muy trabajadores, ambos científicos desconfían de esta lluvia de elogios. “No estoy seguro de querer realmente esto”, dijo Ugur Sahin en una entrevista en el diario británico The Guardian. “Como sociedad, debemos preguntarnos cómo podemos dar una oportunidad a todo el mundo para que contribuya en ella”, declaró.
Aunque hasta hace unas semanas eran unos desconocidos para el gran público, esta pareja ya gozaba de reconocimiento entre la comunidad científica, tras destacar con sus investigaciones sobre el tratamiento del cáncer, que pretenden “revolucionar”.
Sahin, de 55 años, empezó sus estudios universitarios en Colonia (oeste de Alemania), donde su padre trabajaba en una fábrica de Ford, y los terminó en el hospital universitario de Homburgo (sur). Allí conoció a Tureci, dos años más joven que él. Esta última recuerda su infancia como muy ligada al gabinete médico de su padre, “que se encontraba en la casa de la familia”, por lo que “nunca imaginó” que se dedicaría a otra profesión.
Ninguno de ellos creía que terminaría al frente de su propia empresa, pero sus proyectos de investigación eran “demasiado arriesgados” para poder desarrollarlos en los laboratorios ya existentes, lo que les motivó a crear el suyo.
Especializados en los tratamientos contra el cáncer
Fundaron en 2001 su primera empresa de biotecnología, Ganymed Pharmaceutical, que vendieron en 2016. Mientras tanto, tuvieron tiempo para crear en 2008 BioNTech, su segunda empresa, con la que desarrollaron una nueva generación de terapias individuales para los pacientes de cáncer.
BioNTech cuenta actualmente con 1.500 empleados y una gran cantidad de recursos económicos que proceden sobre todo de la inversión privada.
Thomas Strüngmann y Michael Motschmann, dos de sus inversores, presentan a los científicos de moda en Alemania como dos “personas auténticas, con una gran integridad, trabajadoras y extraordinariamente inteligentes”.
En los locales del laboratorio, situados en la “Calle de la mina de oro” en Mainz, trabajan en la tecnología del ARN mensajero (ARNm), una molécula que permite al cuerpo humano crear proteínas virales que desencadenarán una respuesta inmunitaria. De momento, ninguna vacuna basada en esta innovación ha sido comercializada.
Desde enero, antes de que la pandemia sacudiera el planeta, la pequeña empresa alemana empezó su investigación sobre el coronavirus. Sahin ha contado cómo le llamó la atención, en enero, un artículo publicado en The Lancet, la prestigiosa revista científica médica británica. Este describía la propagación fulgurante de un nuevo virus aparecido en Wuhan, en la provincia de Hubei, en China.
El riesgo de pandemia mundial aún no se mencionaba pero BioNTech decidió desde ese momento trabajar sobre este nuevo virus. Antes incluso de que el planeta entrara en confinamiento al principio de la primavera boreal, ya había desarrollado 20 vacunas candidatas, explicó Sahin.
Entre estos proyectos, BioNTech eligió la fórmula BNT16b2, la más prometedora, para lanzar sus ensayos.
La pequeña empresa alemana y Pfizer, el gigante estadounidense de casi 100.000 empleados, ya habían establecido una asociación de investigación y desarrollo en 2018 para la concepción de vacunas a ARNm destinadas a prevenir la gripe. Este acuerdo desembocó en el desarrollo de una vacuna candidata.
Para BioNTech, que aún no ha producido ni puesto en el mercado tratamientos médicos autorizados, unirse a la fuerza de Pfizer es una ventaja. La alianza entre ambas empresas se anunció a mediados de marzo.
“Es nuestra tecnología”, recuerda Sahin. “La cooperación es ideal” pues “nos permite desarrollar y distribuir una posible vacuna lo antes posible”, explica en Spiegel.
Los primeros resultados demostraron que su proyecto de vacuna es uno de los más avanzados en el mundo y el anuncio de más de 90% de eficacia se ganó la ovación mundial, cuando la comunidad científica hubiese recibido de brazos abiertos cualquier tasa por encima del 70%.
Tras ser informado del anuncio en noviembre, Sahin dijo haberse liberado de “una gran responsabilidad”. Después de ello, ambos científicos decidieron “prepararse unas tazas de té”.
(Con información de AFP)
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