El tiempo se acaba para salvar la vida de Ahmadreza Djalali. Después de cuatro años de prisión en la cárcel más infame de Teherán, el investigador sueco-iraní, condenado a muerte por una acusación de espionaje, podría ser ejecutado en los próximos días.
La semana pasada, Djalali, un médico de 47 años especialista en medicina de desastres y asistencia humanitaria, llamó desde la prisión de Evin a su esposa Vida. En una breve comunicación, le dijo que iba a ser puesto en aislamiento y luego trasladado a otra prisión, lo que significa que una ejecución es inminente. La mujer supo entonces que esa podía ser la última despedida con su marido y el padre de sus dos hijos.
Según una carta fechada el 24 de noviembre que lleva el nombre de Mohammad Barae, un juez iraní, se desprende que Djalali será transferido a la prisión de Rajai Shahr, al oeste de Teherán, este 1 de diciembre, donde podría llevarse a cabo la ejecución.
Condenado por negarse a espiar por el régimen
Djalali, quien trabajó en Instituto Karolinska, una facultad de medicina de Estocolmo, y en la facultad de medicina de la Universitá del Piemonte Orientale, en Italia, fue detenido durante una visita a Irán en abril de 2016 y condenado a muerte en octubre de 2017, acusado de conspirar a favor de Suecia, donde aún vive su familia, y de Israel.
Todos los ciudadanos iraníes de doble nacionalidad, a menudo obtenida a través de matrimonios con extranjeros o tras realizar cursos de estudio o largas estancias laborales en países extranjeros, corren el riesgo de ser capturados y condenados por espionaje cada vez que regresan a su país de origen.
“Esta gravísima acusación es casi siempre un pretexto para encarcelarlos y utilizarlos en el momento oportuno como verdaderos rehenes para ser canjeados con iraníes detenidos en prisiones en países extranjeros por delitos graves, como acaba de ocurrir en Australia, o en países considerados hostiles o enemigos, principalmente Israel y Estados Unidos”, dijo Riccardo Noury, portavoz de Amnistía Italia.
Por eso, probablemente no sea una casualidad que la noticia de la inminente ejecución llegue pocos días después de que fuera abatido en Irán el científico Mohsen Fakhrizadeh, considerado el padre del programa nuclear del régimen.
Djalali explicó en una carta filtrada de la cárcel que fue condenado porque se negó a utilizar sus relaciones académicas con las instituciones europeas para espiar para el régimen. El 17 de diciembre de 2017, una televisión estatal iraní transmitió su “confesión” con una voz de fondo que lo presentaba como un “espía”.
El médico denunció que el juicio se basó en confesiones extraídas mediante tortura. No se le permitió la presencia de un abogado y fue amenazado de muerte durante el interrogatorio. A sus abogados también se les impidió presentar una apelación ante la Corte Suprema. Djalali, en tanto, realizó huelgas de hambre en protesta.
Los llamados de la comunidad internacional
Tras lanzar campañas, llamamientos y peticiones para su liberación, los activistas de derechos humanos, expertos y miembros de la comunidad académica están consternados.
Djalali recibió el apoyo de una campaña de 153 premios Nobel. En respuesta a los últimos acontecimientos, el grupo instó al líder supremo iraní, el ayatolá Ali Khamenei, a que lo liberara. El poder judicial está bajo la jurisdicción de la oficina del líder supremo, el jefe de estado de Irán.
“El ataque a Ahmadreza Djalali es un tremendo asalto a la comunidad académica en general. Tendrá un efecto paralizador en la colaboración y la confianza internacionales“, dijo el presidente del Instituto Karolinska, Ole Petter Ottersen.
Amnistía Internacional también hizo un llamamiento para que se suspenda inmediatamente la ejecución: “A pesar de los repetidos pedidos de los expertos de la ONU para que se anule la pena de muerte y salga de la cárcel, avanzamos hacia este acto irreversible de injusticia. Hacemos un llamado al gobierno iraní para que se detenga y a los estados de la comunidad internacional para que intervengan a través de sus embajadas en Teherán”, dijo Diana Eltahawy, subdirectora de Amnistía para Oriente Medio y África del Norte.
Colegas de Djalali, instituciones académicas y parlamentarios europeos han realizado pedidos similares.
Por otro lado, sólo los gobiernos pueden presionar para que la sentencia sea suspendida y algunos observadores creen que existe la posibilidad de que Djalali se salve si el gobierno sueco acepta discutir un intercambio de prisioneros, como hicieron Australia y otros países.
Por el momento, el gobierno de Suecia pidió a Irán que anule la ejecución de Ahmadreza.
Irán rechazó “toda interferencia” y dijo que la información que estaban utilizando las autoridades suecas para informar sobre las circunstancias de Djalali “era incompleta y falsa”.
Djalali había ido varias veces a su tierra natal para realizar seminarios sobre medicina de emergencia, en un país sujeto a fuertes terremotos. En ese sentido, Noury, de Amnistía Italia, subrayó la insensatez de un régimen que elige ejecutar a “uno de los más autorizados y expertos en medicina de desastres, incluidas las pandemias” mientras el país es uno de los más golpeados por el covid-19.
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