En los últimos cinco años se registró un aumento exponencial del “terrorismo transnacional y apocalíptico violento de extrema derecha (XRW)”. Los grupos neonazis se expanden por el mundo y para captar voluntades utilizan “la música, las artes marciales y los polígonos de tiro”. Así lo asegura el informe conocido esta semana del Counter Extremism Project, una de las organizaciones más prestigiosas en la investigación del accionar del terrorismo de todos los signos. Ya en julio, el ministro federal del Interior de Alemania, Horst Seehofer, había advertido que “el extremismo de derecha es la mayor amenaza a la seguridad que tiene nuestro país”. También el FBI denominó al 2019 como “el año más mortal debido al extremismo doméstico (de extrema derecha) desde 1995”. Y el mes pasado, la organización policial estadounidense elevó el nivel de amenaza por “el extremismo de derecha y el extremismo violento de motivación racial”. Colocó a esa amenaza al mismo nivel que la del ISIS, Al Qaeda y varias otras organizaciones terroristas islámicas. Un informe presentado a fines de octubre ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas indica que el terrorismo de ultraderecha aumentó un 320% en los últimos cinco años. Y todos estos organismos apuntan que la pandemia del Covid-19 sirvió de protección y expansión de estos grupos de odio.
Si bien mantienen las características tradicionales de todos los grupos XRW, de violencia y superioridad racial, ahora se le suman las narraciones apocalípticas como “el gran reemplazo”, “genocidio blanco” y “Día X”. También las más populares de “QAnon”, “Boogaloo” y “Proud Boys”. Todas hablan de un supuesto poder superior que controla el mundo y que mezclan con satanismo, supuesto abuso o secuestro de niños y un día apocalíptico en el que los blancos caucásicos retomarán el poder global. Y tanto las teorías conspirativas como las acciones de todos estos grupos tienen un punto en común que es el “supremacismo blanco”. “La violencia del movimiento transnacional es siempre justificada como `defensiva´ o `reactiva´ al de los enemigos ideológicos del movimiento y está planeado y ejecutado localmente. Sin embargo, sus inspiraciones o las justificaciones más amplias suelen ser transnacionales, por ejemplo, basándose en un manifiesto publicado en línea de un exitoso y violento atacante terrorista XRW de otro país”, explica el informe.
El machismo es una característica en común de todos estos grupos. Apenas el 15% son mujeres. Y los únicos integrantes LGTB, reconocidos como tal, son los/las que desean ser y se comportan como hombres. Lo de la música también pareciera ser un cliché, pero la gran mayoría se seguidora de grupos de hevy metal y otras expresiones similares del rock “macho y blanco”. En los festivales organizados especialmente por los XRW es donde logran reclutar a muchos chicos muy jóvenes. Otra “diversión” favorita para este propósito son los eventos deportivos violentos como las peleas del UFC (combina boxeo y artes marciales).
El movimiento tiene diferentes vertientes y aspiraciones de acuerdo a su origen “racial”.
a) Anglosajona: se inspira en los grupos estadounidenses de las milicias y las teorías conspirativas de un supuesto poder enquistado en Washington para dominar al mundo y eliminar el derecho constitucional de portar armas. En esta categoría también están los grupos neonazis británicos y australianos. Se nutre de ex combatientes de las guerras de Irak, Afganistán y Siria.
b) Germánica: basados en la ideología nacional-socialista y de superioridad racial. Es la más extendida, con filiales en toda Europa. Mantienen un entrenamiento militar estricto y participan de los conflictos europeos. En Ucrania, lucharon tanto en el banco pro-ruso como en el pro-nacionalista.
c) Nórdica: los grupos escandinavos que tienen influencia tanto de los anglosajones como de los germánicos y son muy respetados entre los XRW por su nivel de organización y disciplina.
d) Rusa: fundamentalmente integrada por los grupos ultranacionalistas rusos y otros que apoyan la permanencia indefinida en el poder de Vladimir Putin. Tienen filiales en toda Europa del Este.
Los representantes de todas estas corrientes mantienen encuentros internacionales y se mantienen conectados. También participan de eventos en conjunto como La marcha de Lukov en Sofía, Bulgaria, o el Día de Honor en Budapest, Hungría. También organizan eventos de MMA, Artes Marciales Mixtas, que son utilizados para reuniones clandestinas de coordinación. Y utilizan tanto sitios propios, en lo que se denomina “Internet profundo”, como los globales que inundan el ciberespacio. De acuerdo al Índice Global de Terrorismo (IGT), uno de los indicadores de referencia en la materia que elabora el Instituto de Economía y Paz (IEP), los atentados terroristas etiquetados como de extrema derecha crecieron un 320% en todo el mundo en los últimos cinco años.
Un ejemplo concreto de acción del XRW en Estados Unidos fue el intento de secuestro de la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, a principios de octubre y en el marco de la campaña para las elecciones presidenciales. Trece personas, incluyendo siete miembros de la milicia Wolverine Watchmen, fueron arrestados por el FBI por formar parte de un complot para secuestrar a Whitmer por su posición contraria a la del presidente Donald Trump con respecto al cuidado por la pandemia del Covid. Estos milicianos ya habían realizado una demostración de fuerza ante el Capitolio de Detroit mostrando un sofisticado armamento. “Como Secretario, me preocupa cualquier forma de extremismo violento […], sin embargo, estoy particularmente preocupado por los extremistas violentos de la supremacía blanca que han sido excepcionalmente letales en sus aborrecibles ataques en los últimos tiempos”, confesaba Chad Wolf, secretario interino de Seguridad Nacional de Estados Unidos, en una entrevista con la NBC. Los datos son contundentes: casi el 70% de los atentados y complots que azotaron a Estados Unidos en los primeros ocho meses del año están enmarcados en el “supremacismo blanco” de ultraderecha, en los que murieron 39 personas. Paralelamente, en Alemania el gobierno tuvo que disolver una unidad de élite del ejército por sus vínculos con grupos neonazis. Tenían el propósito de crear una fuerza especial terrorista para iniciar una lucha armada dentro del país.
El movimiento se incrementó mayoritariamente en la última década. En 2009 este tipo de terrorismo produjo apenas cinco ataques de escala menor. Una década más tarde, esa cifra escaló a 58 atentados en el año, con 77 muertos. “La tendencia es creciente. Se está convirtiendo en un problema tan o más grave que el terrorismo islámico”, dijo a la BBC Cristina Ariza, analista del Tony Blair Institute of Global Change. Este centro de estudios marca que, si bien en la historia reciente hubo graves atentados de la ultraderecha como el de Bolonia, Italia, en 1980, que dejó 85 muertos y el de Oklahoma en 1995 con 168 muertos, a partir de entonces y por 20 años la incidencia del terrorismo de ese signo fue menor. En los 16 años que sucedieron al atentado realizado por Timothy McVeigh, el instituto calcula que la extrema derecha protagonizó 6,5 incidentes anuales como media. Pero todo cambió el 22 de julio de 2011, cuando el ultraderechista noruego Anders Breivik hizo estallar una bomba frente a un edifico gubernamental en Oslo y luego provocó una masacre en una isla donde se realizaba un campamento juvenil del Partido Laborista. Murieron 77 personas. A partir de entonces los atentados vinculados a la extrema derecha se intensificaron: Pittsburgh, EE.UU., 2018 con 11 muertos; Christchurch, Nueva Zelanda, 2019, 51 muertos; El Paso, EE.UU., 2020, 22 muertos; Hanau, Alemania, 2020, 9 muertos.
“Todo esto tenemos que verlo en un complejo contexto global. Los años de crisis económica, tras el derrumbe económica de 2008/9, y los propios procesos políticos resultantes que impulsaron a formaciones políticas de derecha radical, una reacción por la virulencia del terrorismo yihadista de estos años, el sentimiento de algunos sectores contra las oleadas migratorias… las razones son varias y también depende de los acontecimientos a nivel nacional, pero la raíz es la misma: el miedo a lo desconocido”, explicó Cristina Ariza. “Es la incertidumbre, el temor a perder lo que consideran propio y la amenaza que vendría del afuera”.
Y no se trata solo de grupos llevando la esvástica y haciendo el saludo nazi. Esa es una corriente minoritaria ahora. La mayoría de los grupos de la extrema derecha dicen estar luchando en lo que llaman la guerra cultural, y entre sus obsesiones están acabar con el multiculturalismo, detener la llegada de migrantes, expulsar a los musulmanes, acabar con las élites liberales y enfrentar a las minorías nacionales como los negros e hispanos en Estados Unidos, los paquistaníes e indios en Gran Bretaña o los turcos en Alemania.
También están aprovechando la pandemia del Covid para difundir sus temores y consignas. El Comité Antiterrorista de la ONU emitió una alerta hace pocas semanas advirtiendo de “la masiva difusión de mensajes conspiracionistas en las redes sociales que podrían provocar ataques masivos”. En los primeros tres meses de la cuarentena por el coronavirus, 34 portales de Internet cuyo contenido se basa en supuestas conspiraciones consiguieron 80 millones de interacciones en Facebook. En ese mismo período, los informes por la pandemia de la Organización Mundial de la Salud tuvieron 6,2 millones. Los mensajes más difundidos de estos grupos fueron: el coronavirus es una herramienta para conseguir el “gran reemplazo”, es decir, eliminar a la población blanca; las infraestructuras 5G de telefonía e Internet como vehículo de transmisión de la enfermedad, de que todo es un complot para hundir la economía, de que se están enviando inmigrantes infectado para diseminar el virus, e incluso lo relacionan con poderes ligados al sector sanitario. La campaña inspiró la quema de centrales de 5G en Gran Bretaña y el FBI desbarató “un complot terrorista de extrema derecha” que buscaba volar un hospital para pacientes infectados de Covid-19 en Missouri.