La telenovela turca del momento que protagonizan el presidente Erdogan y su yerno caído en desgracia

La trantienda de la abrupta salida del gobierno de Berat Albayrak ante la grave situación económica que no pudo controlar como ministro de Finanzas

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El ex ministro Berat Albayrak junto a su esposa, Esra, hija del presidente Tayyip Erdogan. REUTERS/Murad Sezer
El ex ministro Berat Albayrak junto a su esposa, Esra, hija del presidente Tayyip Erdogan. REUTERS/Murad Sezer

Turquía vive en carne propia uno de los dramas que expone en sus telenovelas de exportación. El “superyerno” de la “familia presidencial” tuvo que abandonar el poder en forma abrupta ante la grave situación económica que no pudo controlar como ministro de Finanzas. Berat Albayrak dimitió por Instagram, pero pocos lo creyeron, pensaban que le habían hackeado la cuenta. Recién 48 horas más tarde y después de algunos intercambios explosivos con su suegro, el presidente Recep Tayyip Erdogan, en los pasillos de la casa familiar, el gobierno anunció oficialmente que Albayrak ya no era ministro y que habían nombrado a varios de sus enemigos políticos en su reemplazo. Y como toda buena historia, el que parecía el malo de la película, en realidad tenía “un motivo superior para sacrificar al héroe”. Erdogan había hecho todo, supuestamente, para salvar la economía turca. Y a sí mismo, por supuesto.

La abrupta partida del segundo hombre más poderoso del gobierno turco se produjo tras meses de alarma por el desplome de la lira turca y la caída de las reservas de divisas. También dejó atónita a la élite política del país, muchos de los cuales creían que Erdogan estaba preparando a su influyente y ampliamente resentido yerno como su heredero político en el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). “Berat representaba el poder supremo. Era el alfa y el omega”, comentó al Financial Times un parlamentario del AKP. “Hoy no es nada”.

El ascenso estratosférico de Albayrak, y su dramática caída, son decisiones directas del autócrata Erdogan que mantiene el poder con mano de hierro desde hace 20 años. “Es muy emblemático de un país autoritario”, explica Daron Acemoglu, profesor del MIT y autor del best seller global “Por qué fracasan las naciones”. “Gracias a la posición de su suegro, pudo ser muy influyente y construir un equipo a su alrededor que actuó de forma autónoma y muy destructiva. Esas son cosas que no pueden suceder en las democracias, son típicas de los regímenes populistas, nacionalistas y autoritarios”.

Albayrak bromeando junto al vicepresidente de la Comisión Europea  Jyrki Katainen durante una reunión en Estambul. REUTERS/Umit Bektas
Albayrak bromeando junto al vicepresidente de la Comisión Europea Jyrki Katainen durante una reunión en Estambul. REUTERS/Umit Bektas

Tampoco le tembló la mano a Erdogan para nombrar un nuevo gobernador del Banco Central, Naci Agbal, sin consultar a su yerno/ministro. De este modo, el presidente no solo culpaba a su yerno por la crisis de la lira turca, sino que ponía en el cargo al hombre que había tenido que ceder, dos años antes la cartera de Finanzas al propio Albayrak, y que desde entonces se había convertido en su enemigo político. Ese día, la lira se había devaluado hasta mínimos históricos, por debajo de los 10 centavos de euro. La salida del súperyerno, bajo cuya gestión la lira había perdido casi la mitad de su valor, fue saludada por los mercados con una revalorización del 10%. También ayudó que Erdogan anunciara una política económica más abierta a la inversión extranjera y un plan para controlar la inflación.

La caída de Berat Albayrak rompe el equilibrio que había alcanzado la cúpula del poder turco. Este hombre de 42 años y cuatro hijos, era el delfín, el número puesto para suceder a Eredogan, pese a contar con escasas simpatías entre la base electoral del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Albayrak, fue educado para esta función. Lo enviaron a estudiar Economía a Nueva York, y allí trabajó en el holding estatal de energía hasta que a los 34 años fue nombrado ministro del área. En Manhattan se hizo amigo de otro superyerno, Jarred Kushner, que también gozó hasta ahora de un enorme poder en la Administración de su suegro, Donald Trump. Dentro del AKP, el partido omnipresente que controla el aparato del Estado desde hace dos décadas, Albayrak era líder de una facción conocida como “Los Pelícanos”. El grupo maneja varios medios de comunicación poderosos como el diario Sabah o el canal ATV. Los Pelicanos son considerados “más erdoganistas que Erdogan” e impulsan las mayores restricciones contra la oposición democrática. También son responsables de un desastre para el partido cuando presionaron para impugnar las últimas elecciones municipales en Estambul, que llevaron a una derrota aún más amplia y dolorosa tras su repetición.

El ascenso de su yerno tuvo lugar en paralelo con la consolidación constante del poder del líder turco. En los primeros años, el AKP, que Erdogan cofundó en 2001, representaba una amplia visión. Aunque el ex alcalde de Estambul tenía sus raíces en la política islamista, trató de presentar su partido como pluralista, proeuropeo y favorable a los negocios, atrayendo a los funcionarios del partido y a los miembros del Parlamento de toda la sociedad turca.

El AKP apareció en 2001, en el medio de una profunda crisis del viejo orden, y obtuvo una mayoría absoluta en las elecciones del año siguiente. En poco tiempo se ganó el apoyo de las clases bajas y conservadoras del país. Tomó medidas muy populares como la de levantar la prohibición de llevar el tradicional pañuelo en la cabeza que había disuadido a las jóvenes musulmanas religiosas de asistir a la universidad o de obtener trabajos en el Estado. También se ganó el aplauso de los votantes kurdos al suavizar las restricciones en el uso del idioma kurdo y, más tarde, al iniciar conversaciones para poner fin a un conflicto de décadas entre el Estado turco y los separatistas kurdos. Y la restauración de un sistema de salud que estaba destruido. Hubo un boom económico con grandes obras de infraestructura y la inversión extranjera directa alcanzó los 19.000 millones de dólares en 2007.

El presidente francés Emmanuel Macron gesticula mientras pasa su colega turco Recep Tayyip Erdogan durante la cumbre de líderes de países de la OTAN, en Watford, Gran Bretaña. REUTERS/Christian Hartmann.
El presidente francés Emmanuel Macron gesticula mientras pasa su colega turco Recep Tayyip Erdogan durante la cumbre de líderes de países de la OTAN, en Watford, Gran Bretaña. REUTERS/Christian Hartmann.

Ya en esos años, Erdogan aparecía en actos públicos rodeado de su numerosa familia, pero ninguno de ellos era visto como una parte vital de la toma de decisiones del gobierno. Incluso, Erdogan salió a desmentir hace diez años las especulaciones de los medios sobre la posibilidad de que su hija menor, Sumeyye, se convirtiera en asesora remunerada. Pero, al mismo tiempo, el presidente iba acumulando una serie de triunfos electorales que lo llevaron a cambiar su estilo de liderazgo. “Se volvió más audaz, más dominante y menos dispuesto a celebrar debates internos. Con el tiempo, esos rasgos se entrelazaron con la paranoia y el miedo”, explicó un analista consultado por el Financial Times.

En 2013, el país y Erdogan fueron sacudidos por las enormes protestas del Parque Gezi, cuando millones de personas salieron a las calles de toda Turquía gritando “¡Tayyip, renuncia!”. Poco después, antiguos aliados que se habían vuelto contra el presidente, iniciaron una investigación sobre corrupción en el círculo íntimo del poder. Erdogan, que siempre había denostado a los militares turcos -son los que mantienen la concepción secularista de Mustafá Kemal Ataturk, el padre de la República- y al “Estado profundo” del país, dijo que estaba siendo objeto de “un intento de golpe” y se convenció de que estaba asediado por una turbia alianza de enemigos nacionales e internacionales. Fue cuando comenzó una profunda purga interna. Abdullah Gul, un cofundador del AKP que sirvió como presidente hasta 2014, se fue por la puerta de atrás. Ali Babacan, que dirigió la economía durante su apogeo así como las negociaciones de Turquía para unirse a la UE, tuvo que dejar el gabinete en 2015. Ahmet Davutoglu, quien sirvió dos años como primer ministro, renunció en 2016 después de un enfrentamiento con el presidente. Mehmet Simsek, un respetado ex banquero de Merrill Lynch que era viceprimer ministro, también se retiró en silencio.

Hasta que fue real el intento de golpe de Estado. En julio de 2016 los tanques dispararon contra civiles y los aviones de combate arrojaron bombas cerca del palacio presidencial mientras una facción de coroneles y generales del ejército intentaba tomar el poder por la fuerza. Este golpe de Estado fallido puso en marcha una cadena de acontecimientos que permitieron al líder turco crear un nuevo sistema de gobierno presidencial, otorgándole poderes sin precedentes. Aceleró el vaciamiento y la politización de las instituciones nacionales, gracias en parte a una purga que llevó a 95.000 personas a la cárcel y al menos 130.000 fueron despedidos de sus trabajos estatales. Los acusó de ser parte de una vasta organización político-religiosa liderada por el clérigo Fethullah Gülen, exiliado en Estados Unidos. Y, por supuesto, también atacó a la prensa. Detuvo a cientos de periodistas y defensores de los derechos humanos. También cayeron en desgracia varios de los que habían sido sus aliados políticos hasta ese momento como los líderes del principal partido kurdo de la oposición. Erdogan los echó e incorporó al gobierno al partido de derecha Movimiento Nacionalista, que apoya la pena de muerte y es halcón en la cuestión kurda.

Un grupo de ciudadanos detiene a un tanque durante el intento de golpe militar en Turquía en 2016. (AP)
Un grupo de ciudadanos detiene a un tanque durante el intento de golpe militar en Turquía en 2016. (AP)

Ahora, con la última limpieza interna y de orden familiar, el presidente turco pareciera regresar a una ortodoxia económica que había abandonado. Nombró como sucesor de su yerno en el ministerio de Finanzas a Lütfi Elvan, un antiguo viceprimer ministro, y rehabilitó a varios altos cargos que habían sido desplazados. Erdogan, como todos los populistas del planeta, asegura que jamás va a volver a endeudarse con el Fondo Monetario Internacional, tras haber pagado, hace siete años y medio, hasta el último dólar de los préstamos contraídos por sus antecesores. Ahora, la promesa parecería haberse flexibilizado. La pandemia, el cambio de rumbo en Estados Unidos tras la derrota de su gran protector Donald Trump –Erdogan esperó varios días antes de felicitar a Joe Biden por su elección-, la intromisión de sus tropas en la guerra siria y las malas relaciones con países claves de la Unión Europea, como Francia, estarían forzando a Ankara a limitar sus posiciones. El gobierno de Macrón anunció hace una semana que planteará a la UE la revisión del acuerdo aduanero con Turquía. Sólo este año, las arcas turcas emplearon más de cien mil millones de dólares de sus reservas para intentar parar la caída de la lira.

La salida de Albayrak también complica las relaciones con Estados Unidos. Durante estos años mantuvo una muy buena relación personal con el otro gran yerno de la política internacional, Jared Kushner, y ambos compartieron una reunión privada en la Casa Blanca con sus poderosos suegros. Ankara evitó hasta ahora sanciones de Washington por la adquisición de baterías antiaéreas rusas, cosa que se teme que podría cambiar con los Demócratas en la Casa Blanca. Estos también podrían volver a investigar los trueques con Irán del banco público turco Halkbank, que burlan las sanciones extraterritoriales estadounidenses.

Los rumores en los pasillos del Gran Bazar de Estambul dicen que los problemas ahora se trasladaron al complejo donde viven Erdogan y buena parte de su familia. Allí se estaría registrando una guerra sorda tras la caída en desgracia de Albayrak. La esposa de Erdogan, Emine Gülbaran, con quien tuvo cuatro hijos, habría hecho causa común con Esra, su hija mayor casada con Albayrak, y le complican la vida diaria al todopoderoso Erdogan, que está habilitado para gobernar hasta el 2033.

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