Rosario Porto, una mujer condenada por la muerte de su hija, apareció muerta este miércoles en la prisión de Breva, en Ávila, según informaron medios españoles.
Porto fue hallada muerta, colgada de un cinturón de tela atado al marco de la ventana de su celda, por un guardia de la prisión. Su celda estaba ordenada y todas sus pertenencias guardadas, lo que puede indicar que tenía meditada la decisión de quitarse la vida.
El crimen de la pequeña, de 12 años, causó tal impacto en la sociedad española que fue seguido con enorme interés a través de los medios de comunicación y fue llevado a la televisión en un documental, “Lo que la verdad esconde: caso Asunta”, emitido en mayo de 2017.
Porto, abogada de profesión, cumplía la pena por el asesinato de su hija adoptiva y había completado 7 años en tres prisiones distintas. Ya había intentado quitarse la vida en otras ocasiones, por lo que en todos los centros se le había aplicado protocolos antisuicidio.
Según los investigadores a cargo del caso, los padres de Asunta tenían un perverso plan acordado para matarla: él iba a ser el encargado de drogarla para aturdirla y Rosario se ocuparía de la asfixia.
El abogado de la mujer, José Luis Gutiérrez Aranguren, citado por el diario El País, recordó que desde el momento de la condena la mujer había negado siempre su responsabilidad en el crimen.
El truculento caso
En la madrugada del 22 de septiembre, pocos días antes de cumplir los 13, la menor apareció depositada en una cuneta, drogada con una dosis equivalente a 27 pastillas de lorazepam y asfixiada, según la autopsia, con un objeto blando.
Asunta nació en la ciudad china de Yongzhou, el 30 de septiembre de 2000, con el nombre de Yong Fang. Abandonada en un orfanato fue adoptada, cuando tenía nueve meses de vida, por un matrimonio español que no había podido tener hijos: Rosario Porto Ortega (en ese entonces 32 años, de Santiago de Compostela, abogada) y Alfonso Basterra Camporro (entonces 37 años, periodista, oriundo de la ciudad de Bilbao).
Desde muy pequeña Asunta demostró ser extremadamente inteligente. Cursó sus estudios en el colegio Pío XII y, luego, en el Rosalía de Castro; los mismos a los que había asistido su madre. Estudiaba francés, inglés, chino, piano, violín y ballet. Y todo, absolutamente todo, lo hacía demasiado bien. Moría por la pasta, los huevos y los embutidos, y adoraba a su abuelo Francisco Porto.
Rosario había ido a los mejores colegios y había terminado su secundario en el Yago School, de Oxford, en Gran Bretaña. Luego, completó su formación académica en la Universidad de Santiago, donde se especializó en leyes. Más tarde asistió al High School of Law, de Londres, y realizó un posgrado universitario en París. Más tarde, en 1990, conoció a Alfonso Basterra, un periodista con menos recursos que los de su familia, pero que la amaba.
Pasados los años la pareja se separó, pero después de algunas idas y vueltas mantuvieron un vínculo para criar en conjunto a su hija. Pero de acuerdo a la investigación fiscal no fue eso lo único que acordaron: ambos planearon la muerte de la pequeña, que no tuvo posibilidades de defenderse.
Con información de EFE
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