Francia celebra el 50 aniversario de la muerte de Charles de Gaulle, el padre de la actual República, un personaje que, a lo largo de los años, se ha convertido en una figura central de la política francesa, adoptado por todos los partidos y con enormes cotas de popularidad.
Atrás quedó la controversia que marcó su salida del poder en los años 70, empujado por la ola juvenil de Mayo de 1968, que él mismo combatió en un pulso que acabó por dar a su imagen un barniz demasiado vetusto.
Fallecido el 9 de noviembre de 1970, con el paso de los años, el hombre que encarnó la Francia Libre durante la ocupación nazi, que forjó a su imagen las instituciones de la V República, todavía hoy en vigor, que trató de engrandecer la figura de Francia en la escena internacional en medio del choque de superpotencias de la “guerra fría”, ha cobrado una relevancia central, que en 2020 demuestra toda su intensidad.
Las restricciones de la pandemia han empequeñecido algunos de los actos previstos para conmemorar al personaje, del que además del medio siglo de su muerte se recuerda el 130 aniversario de su nacimiento y los 80 años de su discurso del 18 de junio de 1940.
“Pase lo que pase, la llama de la resistencia francesa no debe apagarse y no se apagará”, clamó la voz profunda del militar en un llamamiento a militares e ingenieros castrenses a proseguir el combate contra el invasor tras el armisticio firmado por las autoridades legítimas dirigidas por el mariscal Pétain.
Pronunciado a través de la radio desde Londres, aquella proclama es considerada como la fundación de la resistencia contra los alemanes y la base sobre la que sustentó su legitimidad para dirigir la Francia libre.
Su desfile a pie por los Campos Elíseos el 24 de agosto de 1944 marcó el final de la ocupación que él vistió con su célebre frase: “¡París ultrajado! ¡París destruido! ¡París martirizado! ¡Pero París, liberado!”.
A partir de ahí, el general se convirtió en el eje central de la política francesa, construyó un armazón institucional que en 1958 desembocó en la V República, que situaba al presidente, elegido por sufragio universal directo, en la cúspide del poder, restando peso al tradicional parlamentarismo.
Un modelo creado a su imagen y semejanza, la de un político que se convirtió en el padre de la nación, una exigencia que pocos han cumplido después.
De Gaulle se obstinó en que su país no fuera comparsa de nadie en la escena internacional, dotó al país del arma atómica y buscó una voz propia en la dialéctica de bloques.
Conservador en sus ideas, De Gaulle defendió un modelo social-paternalista que muchos defienden en la actualidad como contrapunto a la dialéctica entre izquierda y derecha.
Con el tiempo, las críticas a su figura ha ido dejando paso a una admiración y respeto desde todos los sectores de la política francesa.
La derecha conservadora, que siempre se ha erigido como defensora de su legado, enarbola la bandera del “gaullismo” incluso en sus posiciones más liberales.
Pero no son los únicos. Otras posiciones ideológicas, creadas en contraposición a su figura han ido reconocido con los años su figura.
Empezando por la extrema derecha, cuya líder actual, Marine Le Pen, no ha dudado en presentarse como heredera del general De Gaulle a quien su padre combatió hasta la saciedad por culparle de la pérdida de Argelia.
Desde la izquierda, la conversión ha sido más paulatina y tuvo un momento álgido cuando el ex presidente socialista François Hollande visitó en 2016 la residencia en Colombey-les-Deux-Églises de De Gaulle, el mismo al que François Mitterrand se opuso toda su vida acusándole de dar “un golpe de Estado permanente”.
También la extrema izquierda, que sigue sin digerir el modelo “monárquico” de la V República, ha integrado elementos del general, ensalzado por su líder, Jean-Luc Mélenchon, por su “visión pacificadora”.
Sin olvidar el presidente, Emmanuel Macron, que no pierde ocasión de lanzar guiños a De Gaulle, frente a las crisis que atraviesa el país, que el actual inquilino del Elíseo afronta con una retórica “gaulliana”, apela a vencer “las dudas”, a recuperar “la esperanza” y “la unidad de la patria” que tantas veces defendió el general.
El presidente acudirá este lunes a Colombey-les-Deux-Églises junto a su esposa, Brigitte Macron, para rendir homenaje al general en su casa y visitar su tumba.
Películas, libros, exposiciones, debates, programas de televisión,... repasan estos días la figura del personaje político que más orgullo genera a los franceses y que más ríos de tinta ha hecho correr después de Napoleón.
Medio siglo después de su muerte, el espigado general ha conseguido lo que siempre buscó en vida: situarse por encima de las controversias partidistas como el guía clarividente de la nación.
Con información de EFE
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