“La pornografía es la prostitución 2.0, es una forma de explotación sexual que produce víctimas a ambos lados de la pantalla”. Esa contundente afirmación subyace detrás de un demoledor libro publicado recientemente en España que busca remover los cimentos de la industria pornográfica y develar a través de ocho desgarradores testimonios, la estrecha relación que existe entre el porno, la prostitución y la trata de personas.
Se llama PornoXplotación (Editorial Alrevés) y está escrito por Mabel Lozano, una ex actriz de películas que se reinventó como escritora, cineasta y documentalista, después de conocer el testimonio de una adolescente rusa sobreviviente a la trata de personas, tema que ha sido el principal foco de su obra desde 2005, cuando nadie en el país ibérico hablada de un tema que ni siquiera era considerado delito.
Lozano escribe junto a Pablo J. Conellie, un inspector de la Policía Nacional española que lleva una década investigando y persiguiendo la trata de personas, centrado especialmente en Sudamérica, uno de los focos actuales del problema a nivel mundial.
“El porno que conocíamos hace años, el del Plus y las revistas, ya no existe. El porno, hoy en día, es así de brutal y de real. Porque lo que quieren los usuarios es esa realidad que se graba con las webcam y el porno en vivo. El medio digital ha propiciado que esto ocurriera”, contó Lozano en conversación con El Español.
Para la autora, el problema se centra en que la mal llamada “industria porno” está respaldada en la legalidad y en el rótulo de “entretenimiento para adultos”, pero lo que realmente se esconde detrás de este “entretenimiento” es un mundo turbio diseñado para atraer a consumidores cada vez más jóvenes con contenidos cada vez más violentos que terminan teniendo un gran impacto en la sociedad.
Destaca Lozano, en varias entrevistas con medios españoles, que en la actualidad la edad del primer contacto con la pornografía está alrededor de los 9 o 10 años, y que este se produce de manera “casual” pues nunca antes habíamos estado tan expuesto a este tipo de contenido sexual explícito.
“Este negocio lo que hace es captar a millones de consumidores cada vez más jóvenes a los que se les engancha y tu empiezas consumiendo 3 minutos y estamos viendo el impacto que tiene en chavales que es una adicción incluso tan fuerte como a la cocaína al alcohol o drogas incluso más duras”, dijo en Onda Madrid.
En los testimonios que recoge no hay matices, todos son reflejo de violencia, explotación, degradaciones y ataques frontales a la idea de que las mujeres involucradas en el porno o la prostitución entran a la industria en un ejercicio pleno de su libertad.
“Los hombres que consumen pornografía quieren realizar sus fantasías pero no pueden hacerlo con sus mujeres o novias, así que acuden a la prostitución. Ambos ambientes se retroalimentan”, dice Pablo J. Conellie a Telva.
Explotación, manipulación y sodomía
“El semen me entró en los ojos, y por la nariz. Me atraganté, estuve a punto de vomitar varias veces, pero Lucí me hacía gestos para que continuase (...) Yo quería parar... el gesto de mi mano era claro”.
Así empieza el primero de los ocho relatos que componen PornoXplotación, que relata la historia de una chica de pueblo recién llegada a una gran ciudad y que terminó presentándose en un casting de talleres de seducción siguiendo un consejo de su novio de ese entonces.
En el libro es identificada como ‘Diana’ y cuenta como terminó secuestrada y explotada, obligada por sus captores a tener relaciones sexuales con grupos grandes de hombres que podrían ser decenas al tiempo, una práctica conocida en la industria porno como bukkake.
La práctica en sí ejemplifica los problemas que muchas feministas y defensores de derechos humanos ven en el porno: la cosificación del cuerpo femenino, la sumisión ante el falo masculino, y la idea de que el sexo altamente violento y grupal hace parte inherente de las fantasías de toda mujer.
“Cuando se terminaba, las chicas acabábamos todas malísimas, con vómitos, diarrea, dolor de tripa... Era nauseabundo”, relata Diana, que era obligada a tragar el semen de las decenas de hombres que la forzaban a hacerles felaciones mientras ella permanecía de rodillas e indefensa.
Lozano es contundente: “Hay explotación sexual detrás del porno, hay trata y prostitución. Pensamos que es una película, pero en realidad la pornografía es el último caladero para explotar mujeres en situación de vulnerabilidad”, le dijo a Alfa & Omega.
Otro testimonio habla de las amenazas y manipulaciones a las que muchas mujeres son sometidas para participar y mantenerse en actividades pornográficas:
“Si te portas bien, sólo promocionaremos la escena que acabas de grabar en el extranjero. Si te pones muy tonta, la subiremos a Internet y mañana toda España verá que ha nacido una estrella”. Una amenaza real de un productor y distribuidor de videos porno.
Pero no solo habla de mujeres, pues presenta la historia de un hombre adicto al porno, mostrando como el problema se da a lados lados de la pantalla, pues esta adicción, termina impidiendo la formación de lazos y relaciones afectivas fuertes, sea con familia, amigos o pareja.
También habla de un padre que encontró las fotos de su hija en un sitio web pornográfico, o el de una hija de una prostituta que terminó prostituida a través de una webcam. Testimonios que dan luces sobre el estado actual del problema, el cual ha mutado a promover el sexo en vivo, el contenido amateur y el fenómeno de las webcamers como nuevos focos de la industria.
El negocio, afirma Lozano, hoy está en el porno en vivo online, donde poco importa si la chica que está del lado de la pantalla es menor de edad o está haciendo esa transmisión con un consentimiento. Lo que importa es satisface la fantasía del que está al otro lado de la cámara, que puede ser tan retorcida o denigrante como le plazca.
“Me pedían que fingiera una violación, que hiciera de sus hijas de 12 o 9 años. No sabía si al hacerlo había salvado a esas niñas de haber sido violadas por sus padres o alimentaba más su vicio”, dice una de las webcamers que habla en el libro.
PornXplotación también educa sobre prácticas dentro del submundo del porno que deberían ser discutidas con padres y autoridades para tener herramientas con que abordar el problema.
Términos como el ciberacoso sexual, al que se exponen niños y niñas en las redes sociales. O el “grooming”, una práctica que consiste en ganarse la confianza del menor para obtener de él algún tipo de favor o contenido sexual y usarlo después para manipularlo hasta en muchos
casos llegar al abuso sexual.
También advierten sobre el “phising”, que se refiere a la obtención de dato privados por parte de las plataformas pornográficas en internet, las cuales no solo los usan para venderles a otras compañías, sino para construir con ellos un perfil de usuario que mida cuanto tiempo se tarda una persona viendo porno, que contenido le gusta, cuales son sus preferencias de consumo y con eso mejorar sus algoritmos para mantenerla enganchada, adicta, llevándola hacia contenido cada vez más violento, más inhumano.
El porno y la cultura de la violación
El tema no solo se queda en las redes, por el contrario, el objetivo de los autores es establecer una relación entre el porno y la prostitución con los casos de acosos sexual, violaciones en grupo y demás crímenes sexuales que se reportan a diario en los medios del mundo.
Según el portal GeoViolenciaSexual.com en 2019 fueron perpetradas en España 73 agresiones grupales o en manada, aumentando en 13 los casos con respecto a 2018.
Esto no es un dato menor, considerando que los videos relacionados al bukkake, ‘gangbangs’ (orgías), violaciones o incestos, son los más consumidos en internet. Según estimados de ese mismo portal, por lo menos un 88% del contenido pornográfico de sitios como Pornhub tienen relación con alguna de estas categorías, o con una forma similar de violencia sexual y de género.
El fenómeno de las violaciones en grupo está lejos de ser exclusivo de España, aunque en ese país se produjo uno de los casos más mediáticos a nivel global de los últimos años, el de ‘La Manada’ de los San Fermines.
Pero hechos similares se han presentado por toda América Latina, llegando incluso a tocar a miembros del Ejército en países como Colombia, donde 7 soldados violaron a una niña indígena de 13 años a principios de este año.
En Argentina, Ecuador, Perú, Chile, México, y un largo etcétera, también se han conocido casos de violaciones en manada.
“Los consumidores, que son cada vez más jóvenes e incluso niños, están ritualizando lo que ven en el porno, y lo llevan a cabo en su casa, en el colegio, en la calle. Las manadas no son otra cosa que la ritualización del prono grupal. La pornografía es el virus del siglo XXI, un virus que se inocula por los ojos”, dice Lozano en entrevista con un medio español.
Hay muchos frentes de batalla, pero uno de ellos concentra sus esfuerzos contra las plataformas que albergan el porno, siendo PornHub el más grande de todos, recibiendo al día más de 115 millones de visitas.
Incluso, hay grupos de activismo abolicionista de la prostitución y la pornografía que han enfilado su atención a cerrar este gigante del porno. Tal es el caso de ExodusCry, dirigida por Laila Mickelwait, una feminista promotora del movimiento #Traffickinghub cuyo fin es asociar a la plataforma PornHub con el delito de trata de personas y hacerlos responsables de un modelo de negocio que promueve la violación, la pedofilia y la esclavitud sexual.
Con 42 billones de visitas al año, y más de 6 millones de videos nuevos subidos en ese mismo periodo de tiempo, el contenido de esta web principalmente “generado por el usuario” y sus filtros son casi nulos, convirtiéndola en una biblioteca interminable de videos ‘amateur’ explícitamente violentos y abusivos.
De acuerdo con The Internet Watch Fundation en un periodo de dos años se han confirmado 180 videos de violación de menores y tráfico de personas con fines de explotación sexual. Esto es solo la superficie de un solo sitio de contenido pornográfico de los más de un billón que existen en internet, estamos lejos de acabar con el problema.
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