El cierre de las escuelas ha formado parte de las respuestas integrales de los Gobiernos de todo el mundo para combatir la pandemia del coronavirus, o al menos lo ha sido durante la llamada “primera ola” en Europa. Pero también, debido a las características de la escuela como espacio de sociabilización, de contención, de integración y, claro, de educación, su cierre también ha sido objeto de polémicas y cuestionamientos.
Mientras que para algunos las instituciones educativas son focos de contagio ideales para la propagación del COVID-19 y su funcionamiento es incompatible con cualquier estrategia de contención del virus, para otros las consecuencias por su cierre serán mucho más profundas y dramáticas en los más pequeños, dejando marcas irreversibles en el mediano y el largo plazo.
En tanto, la ciencia ha aportado pocas certezas. Se sabe sí que los efectos del COVID-19 cambian significativamente por edad, y que para los niños no representa más -algunos expertos dicen que incluso menos- que una gripe común. Sobre lo que reinan las dudas es sobre las posibilidades de contagio de los niños, ya que mientras algunos estudios indicaron que tienen una capacidad de transmisión muy baja, otros establecieron que la misma es igual o mayor que entre adultos.
Desde el inicio del año lectivo en agosto, pocas escuelas han sido escenario de contagios de COVID-19, lo que llevó a posteriores cierres temporales. Son varios los expertos que aseguran que, tomando las precauciones adecuadas para proteger a quienes sí corren riesgos mayores, los contagios entre los menores no deberían ser motivo de preocupación debido a su casi nula letalidad, e incluso desalientan la realización de testeos en esa franja etaria.
Con esas ideas -a veces contradictorias- en carpeta, los gobiernos de los países de la Unión Europea han tenido que tomar una serie de decisiones con el objetivo de frenar o reducir los contagios registrados en las últimas semanas. Y, pese a que, muchos de los anuncios han tenido el tono y el impacto de aquellos emitidos durante los meses de marzo y abril, lo cierto es que las escuelas parecen ser, en casi todos los casos, la excepción a los cierres anunciados.
¿Se trata, acaso, de que se ha alcanzado un consenso general sobre la importancia de las escuelas para los niños y niñas? La otra excepción la constituyen las empresas y las grandes industrias, motivo por el cual los más escépticos afirman que las escuelas abiertas son apenas una consecuencia colateral de la necesidad de proteger las golpeadas economías europeas. Y por feo que suene se trata de una realidad: los padres que trabajan deben tener un lugar para dejar a sus niños.
Las medidas, país por país
Alemania
Fue categórica con sus anuncios del pasado miércoles. La canciller Angela Merkel y los poderes regionales acordaron el cierre para el mes de noviembre de bares y restaurantes, así como el ocio, la oferta cultural y el deporte aficionado en espacios cerrados, aunque mantendrán abiertos, mientras sea posible, la actividad escolar y el comercio.
Asimismo, se limitaron al mínimo los contactos sociales y las reuniones entre personas que no conviven, anunció la jefa del Gobierno, que dijo que las restricciones entrarán en vigor el próximo 2 de noviembre con el objetivo de “evitar una emergencia sanitaria nacional”, ante el avance de la pandemia.
El miércoles se registró UN nuevo máximo diario de casi 15.000 nuevos positivos de COVID-19, sumando más de 460.000 casos de coronavirus desde que comenzó la pandemia, y un total de 10.284 víctimas mortales.
Francia
Anunció medidas similares a las alemanas, y también excluyó a los centros educativos. El presidente francés, Emmanuel Macron, anunció el nuevo confinamiento, que entraría en vigor desde el jueves por la noche hasta “al menos el 1 de diciembre”.
Los bares, restaurantes y negocios no esenciales se verán obligados a cerrar, pero a diferencia del cierre de dos meses impuesto la primavera pasada, los estudiantes continuarán yendo a la escuela, dijo Macron durante un discurso televisado.
Las fábricas y las explotaciones agrícolas podrán seguir funcionando y los servicios públicos permanecerán abiertos para limitar la parálisis económica.
El temor es ante todo la saturación de las Unidades de Cuidados Intensivos, donde ya están ocupadas más de la mitad de las camas disponibles, en un país que superó esta los 50.000 contagios diarios, los 35.000 decesos desde marzo y el millón de casos.
Italia
El domingo pasado, se anunció un paquete de medidas para frenar el aumento de los contagios, y que incluyeron, además de un toque de queda en varias regiones, el el cierre de cines, teatros y gimnasios y los horarios reducidos para bares y restaurantes, que deberán cerrar a partir de las 18:00.
De acuerdo con el primer ministro, Giuseppe Conte, quien presentó un nuevo paquete de ayudas para los sectores más castigados por las últimas medidas gubernamentales, el objetivo es evitar “un nuevo confinamiento, que dañaría aún más a la economía del país”. Otra vez, las escuelas quedaron por fuera de los cierres anunciados.
Las disposiciones acentuaron el malestar en un país que aplicó un estricto confinamiento de dos meses en la primavera boreal y que este año sufrirá su peor recesión económica desde la Segunda Guerra Mundial. Desde el inicio de la pandemia, Italia registró unos 589.766 casos y 37.905 víctimas mortales.
España
Es el país que más casos acumulados tiene en Europa desde el inicio de la pandemia, con 1.136.503 contagios y 35.466 muertos. El 9 de octubre, el Gobierno español impuso un estado de emergencia en Madrid y sus alrededores, lo que afectó a unas 5 millones de personas.
Las mismas no pueden entrar o salir de la capital excepto por motivos imprescindibles; los hoteles y restaurantes fueron restringidos al 50% y obligados a cerrar a las 23:00; negocios pueden abrir al 50% de su capacidad y deben cerrar antes de las 22:00; las reuniones familiares y sociales están limitadas a seis personas, y los lugares de culto fueron restringidos a un tercio de la asistencia normal.
Mientras tanto, fuera de Madrid la mayoría de regiones españolas han optado por el cierre perimetral para evitar la propagación de los contagios por coronavirus.
Además, el fin de semana pasado se decretó un toque de queda en casi toda España. Pero, de nuevo, lo que es común a todas las regiones es que se permite la asistencia al trabajo y a la escuela. Por último, cualquier persona mayor de seis años debe usar mascarillas en todos los medios de transporte público y espacios públicos interiores.
Reino Unido
Pese a que a mediados del mes de octubre el primer ministro Boris Johnson impuso un sistema, de tres niveles de alerta ante los brotes del nuevo coronavirus que va desde media, alta o muy alta, la imposición de restricciones ha quedado en gran medida en manos de los gobiernos locales.
Cerca de ocho millones de personas en Inglaterra están bajo el régimen de restricciones más estricto que prevé por ahora el Gobierno a partir del jueves, cuando la ciudad de Nottingham entró en el máximo nivel de alerta. Ese escenario implica el cierre de los bares que no sirvan comida y veta las reuniones sociales, pero no impone restricciones de movilidad.
En el sistema de autoridad delegada del Reino Unido, Irlanda del Norte, Escocia y Gales controlan sus propias políticas de salud y, por lo tanto, su respuesta a la pandemia. El gobierno del Reino Unido decide la política para Inglaterra, aunque afirman que se hace de manera coordinada.
En ese contexto, Irlanda del Norte ha anunciado las restricciones más estrictas del Reino Unido, que han convertido al país en uno de los únicos que sí incluyó el cierre de las escuelas.
Otro país que ha avanzado sobre las escuelas durante lo que va de la segunda ola es República Checa, que en las dos últimas semanas documentó la peor tasa de contagios y decesos de Europa, por lo que instauró un confinamiento parcial hasta el 3 de noviembre.
Sin embargo, ni el cierre de escuelas ni de los bares, restaurantes y lugares de ocio ni otras restricciones impuestas parecen estar surgiendo efecto por el momento, reconoció esta semana el propio Gobierno.
Por el momento, las medidas permiten salir de casa para ir al trabajo, al médico, a hacer la compra e ir a pasear al campo. Están prohibidas las reuniones de más de dos personas en la calle, mientras que todos los comercios, excepto alimentación y farmacias, permanecen cerrados.
El caso sueco
Durante lo que va de la pandemia, las comparaciones entre países han servido de manera bastante caprichosa a los argumentos a favor y en contra de los confinamientos, sin aportar demasiada sustancia a las posibilidades reales de los países de aplicar o no determinadas políticas.
En relación al caso Sueco, sin embargo, puede hacerse una salvedad. El país nórdico es el único de Europa que ha aplicado una estrategia diferente a la de sus vecinos, basada en un enfoque por edad y en un confinamiento “suave”, como ellos mismos lo han definido, y por lo tanto, debería ser observado con atención.
En lo que respecta a las escuelas, se trata del único país del mundo en el que las clases de los niños de la escuela primaria no han sido suspendidas durante ningún momento de la pandemia y el resultado es alentador: de los 1,8 millones de niños y de entre 1 y 15 años que asistieron a la guardería o la escuela durante la pandemia en Suecia, ninguno murió de covid-19.
Dado que la mayoría de los infectados atraviesa la enfermedad de manera asintomática o levemente sintomática, se desconoce el número total de infectados, pero el número conocido fue de 468, es decir, uno de cada 4.000 niños. De ellos, ocho fueron hospitalizados en una unidad de cuidados intensivos.
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