Un informe de la ONG Human Rights Watch (HRW) presentado este lunes brinda una detallada descripción del “cruel, inhumano y degradante” sistema de arresto preventivo e investigación previos a la celebración de un juicio penal en Corea del Norte.
La investigación, titulada “'Valíamos menos que un animal': Abusos y violaciones del debido proceso durante la detención preventiva en Corea del Norte”, subraya las lagunas del sistema penal y del marco jurídico del país, que resultan en la tortura generalizada y sistemática de aquellos que son arrestados.
El informe traza varias recomendaciones al régimen para “poner fin a la tortura endémica y al trato cruel, inhumano y degradante en centros de prisión preventiva e interrogación”. Acusada de violación a gran escala de los Derechos Humanos, Corea del Norte es un país “cerrado” y sobre cuyo sistema judicial se sabe muy poco.
La mayoría de investigaciones penales en Corea del Norte concluyen con un tribunal dictaminando penas en cárceles norcoreanas, que son colonias de trabajos forzados, diferentes de los aún más temidos y brutales “kwanliso” (campos de concentración para presos políticos).
Condiciones inhumanas
A través de entrevistas con 46 norcoreanos que fueron detenidos o trabajaron dentro del sistema, el informe arroja luz sobre lo que sucede entre un arresto y la celebración (o no) de un juicio, así como las condiciones inhumanas que soportan los presos, algunos de los cuales no sobreviven al arresto.
Entre los delitos cometidos por los entrevistados figuran el contrabando, el ser deportados desde China tras huir del país o el poseer un teléfono chino, que permite hablar con el exterior.
Todos ellos se toparon con un sistema que carece de presunción de inocencia y plagado de leyes ambiguas que pueden aplicarse arbitariamente o no aplicarse, tal y como prueba el que, pese a requerirse una orden de la fiscalía para iniciar una investigación, ninguno de los entrevistados vio jamás dicho documento.
A esto se suma la existencia de un circuito “cuasi judicial” que depende enteramente del Partido de los Trabajadores, la formación oficialista norcoreana, y que en ocasiones y de manera opaca puede acabar reemplazando al sistema.
El uso de patadas, puñetazos o palos para golpear a los arrestados es continuo y generalizado entre investigadores (para forzar una confesión) o guardias en las cárceles, que hacen “uso sistemático de las posiciones de estrés”, destacó hoy en la presentación online del informe el vicedirector de HRW para Asia, Phil Robertson.
Castigos por moverse
Los centinelas obligan a los prisioneros a pasar horas en estas posiciones, a veces hasta 16 seguidas, según el informe, que señala que si un preso se mueve, él, y en ocasiones el resto de compañeros de celda, serán castigados con más puñetazos, patadas o varapalos.
“Me golpearon horas y horas. Es sorprendente lo que el cuerpo puede aguantar”, comentó hoy durante la presentación Cho Chung-hui, funcionario provincial norcoreano que llegó a Corea del Sur en 2011 y que en el Norte fue arrestado preventivamente en dos ocasiones.
La primera fue en 2006 al descubrirse que había visto emisiones de televisión surcoreana. Aparte de salvarle de una pena importante, sus conexiones con funcionarios y los sobornos que pagó permitieron que su mujer le trajera comida al centro de detención (“kuryujang”), donde apenas sirven alimento.
“Pero me dolía tanto masticar a causa de todos los dientes que perdí (por las palizas) que le acabé dando la comida al tipo que estaba a mi lado”, recordó.
Acoso sexual y violaciones
El reporte también resalta que “algunas mujeres detenidas indicaron haber sufrido acoso y agresiones sexuales, incluidas violaciones” por parte de distintos funcionarios durante su encarcelamiento preventivo.
A una de las entrevistadas, Kim Sun-young (nombre ficticio), un agente de la policía secreta la violó en el “kuryujang” y otro oficial la manoseó por encima y por debajo de la ropa. “Contó que su destino estaba en manos de estos hombres y que no tenía poder alguno para resistirse”, indica el informe.
Los detenidos son además hacinados en unas celdas con nulas condiciones de higiene y ausencia de calefacción para soportar las gélidas temperaturas del invierno norcoreano, que en ocasiones alcanzan los 20 grados bajo cero.
El exfuncionario Cho describió su calabozo como “un completo infierno” en el que no había espacio para estirar las piernas al dormir y en el que el retrete de uso colectivo, donde “la orina se congelaba”, desprendía un olor insoportable.
Conexiones y sobornos
Lim Ok-kyung, detenida por contrabando de productos chinos en 2014, tuvo la “suerte” de ser encerrada en una celda individual gracias a los sobornos y a que su marido era miembro de rango medio del partido, algo que también le evitó acabar en una colonia penal.
Aún así, de los 10 días que estuvo en prisión preventiva, cinco los pasó de pie sin poder dormir como castigo por encararse con un guardia y durante otros tres estuvo recibiendo golpes mientras escribía su confesión (cuyo extensión es biográfica, ya que debe incluir desde la infancia hasta la supuesta comisión del delito).
Aquellos que como ella pueden mejorar su situación y evitar una condena (o acortarla) usando conexiones y pagando los sobornos adecuados son afortunados, quiso recordar hoy Cho, que también evitó males mayores gracias a su cargo.
“Ahora bien, si eres un ciudadano corriente”, insistió, “puedes acabar pagando todo lo que tienes (en sobornos) y aún así no sobrevivir al final”.
En su informe, HRW insta a Pyongyang a “cesar la tortura endémica y cruel y el trato degradante e inhumano en los centros de detención”. Además, exhorta a Corea del Sur, Estados Unidos y otros miembros de la ONU a “presionar al gobierno norcoreano”.
(Con información de EFE y AFP)
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