El Reino Unido se debate entre un Brexit “a la australiana” o un tratado “a la canadiense”

Las negociaciones con la Unión Europea deben finalizar en las próximas semanas para que antes de fin de año se lleve a cabo la ratificación parlamentaria del nuevo convenio

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EFE/EPA/Chris J. Ratcliffe/Archivo
EFE/EPA/Chris J. Ratcliffe/Archivo

Con las negociaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea (UE) en su punto más álgido, los dos modelos de relación que quedan sobre la mesa, tras varios años de conversaciones, se reducen a dos: un tratado comercial como el de Canadá, o resignarse a terminar sin un acuerdo específico, como sucede con Australia.

El primer ministro británico, Boris Johnson, suele utilizar la expresión “pacto al estilo australiano” como eufemismo para referirse a la opción de un Brexit abrupto, lo que para la mayoría de los economistas sería particularmente dañino para las finanzas del Reino Unido.

Esta semana el jefe de Gobierno se mostró dispuesto a adoptar ese modelo el próximo 31 de diciembre si Bruselas no hace concesiones en ámbitos como el reparto de cuotas pesqueras y las normas sobre ayudas estatales que la UE exige cumplir a cambio de un acceso favorable a su mercado de 450 millones de personas.

Johnson ya descartó hace tiempo una asociación más ambiciosa con el club comunitario como la que mantiene Noruega, que hace aportes a su presupuesto y cumple gran parte de las normativas europeas para poder acceder sin restricciones al mercado único.

Estas son las principales características de los posibles modelos:

Acuerdo a la canadiense

En 2017 comenzó a aplicarse de manera provisional el tratado de libre comercio entre la UE y Canadá, conocido como CETA, que elimina la mayoría de los aranceles en el intercambio de mercancías, aunque no todos (se mantienen, por ejemplo, para la carne y los huevos).

El acuerdo amplía las cuotas comerciales entre ambas partes, si bien tampoco las elimina por completo.

De manera similar, el Reino Unido dejaría de pagar contribuciones al presupuesto comunitario y retomaría el control de la inmigración, entre otros aspectos que busca Johnson, pero se vería obligado a establecer controles fronterizos y otras barreras comerciales que no existieron entre ambos lados del Canal de la Mancha en las últimas décadas.

Foto de archivo de las banderas de Gran Bretaña y la UE en Berlín. 
Abril 9, 2019. REUTERS/Hannibal Hanschke
Foto de archivo de las banderas de Gran Bretaña y la UE en Berlín. Abril 9, 2019. REUTERS/Hannibal Hanschke

Uno de los puntos más problemáticos de esta posibilidad es que no contempla acceso mutuo para los servicios financieros, uno de los principales pilares de la economía británica.

Los negociadores del Reino Unido utilizaron términos como “Canadá plus” y “súper Canadá plus”, para hacer referencia a un acuerdo de libre comercio que incluya facilidades para que la industria financiera británica continúe operando en el resto del continente.

Pacto a la australiana

Australia no tiene un tratado de libre comercio con la Unión Europea, sino un Acuerdo Marco de cooperación, tan estrecho que obliga a ambos a que la mayoría de sus intercambios se rijan por las reglas genéricas de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

En la práctica, este modelo implica anular casi por completo la cooperación comercial entre el Reino Unido y la UE, vigente durante los últimos cuarenta años.

Las exportaciones e importaciones británicas estarían sujetas a aranceles, las empresas del Reino Unido no tendrían acceso preferencial al mercado único y los bancos del país insular perderían su derecho a operar en la Unión.

Además, un acuerdo de esas características podría disparar los precios de los autos y algunos alimentos como el queso, la leche y la carne en el Reino Unido, sumado a la posibilidad de dificultar el funcionamiento de las industrias ubicadas en las islas británicas con cadenas de montaje que dependen que sus piezas crucen la frontera sin problemas.

El modelo descartado de Noruega

Johnson antepone la capacidad del Reino Unido para legislar sin intromisiones externas en ámbitos como inmigración, pesca y subsidios estatales a tener que mantener abiertas las aduanas con la Unión Europea.

FOTO DE ARCHIVO: El primer ministro británico, Boris Johnson, durante una conferencia de prensa en la cumbre de líderes de la Unión Europea en Bruselas, el 17 de octubre de 2019. REUTERS/Toby Melville
FOTO DE ARCHIVO: El primer ministro británico, Boris Johnson, durante una conferencia de prensa en la cumbre de líderes de la Unión Europea en Bruselas, el 17 de octubre de 2019. REUTERS/Toby Melville

Por ese motivo, desde que llegó al Gobierno rechazó la posibilidad de asociarse al mercado único como un país externo, como hizo Noruega, que pertenece al Espacio Económico Europeo (EEE), pero no a la UE.

La nación escandinava hace sustanciales aportes al presupuesto comunitario y está obligada a cumplir gran parte de las regulaciones europeas a cambio de un acceso comercial sin restricciones, algo que el primer ministro británico descartó desde un primer momento.

CON INFORMACIÓN DE EFE

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