Sin comprender la magnitud de su hazaña, un ejemplar de Limosa lapponica, más conocida como aguja colipinta o de cola pintada, salió de Alaska el 16 de septiembre con rumbo al sur, y avanzó tanto, sin parar, que llegó al hemisferio austral, a Nueva Zelanda, el día 27. La distancia de 12.854 kilómetros de vuelo sin escalas es un récord de esta ave migratoria, un marcho adulto que rastreó el Global Flyway Network (GFN).
El grupo de científicos que estudia las grandes migraciones de estos pájaros identificó al animal por sus anillas, que tiene desde 2016, y un pequeño equipo electrónico para rastreo satelital. Se trata del ejemplar llamado —a los fines de la investigación— 4BBRW, en referencia a los colores de los aros en sus patas: azul, azul, rojo y blanco, en inglés. Salió del suroeste de Alaska y llegó cerca de Auckland. Antes de este logro, el récord pertenecía a otra ave de esta misma especie, que realizó sin detenerse un vuelo de 11.600 kilómetros.
Con una anatomía aerodinámica y dos meses de alimentación previa a base de mariscos y gusanos, logró volar 11 días a una velocidad de hasta 90 kilómetros por hora. El peso estándar de la aguja colipinta macho es de entre 190 y 400 gramos, pero puede llegar a duplicarse antes de un viaje largo, y además tiene la capacidad de reducir sus órganos internos para aligerar la carga. Así, la mayor parte de su volumen es combustible.
Los especialistas en aves migratorias no saben todavía por qué la Limosa lapponica logra viajar tanto tiempo no solo sin comer sino adicionalmente sin dormir. Según escribió Anders Hedenström, un ecologista de la Universidad de Lund, Suecia, una explicación posible es que consume una cantidad extremadamente baja de energía en comparación con otras aves: 0,41% de su peso corporal por hora de vuelo. En el caso del colibrí, por ejemplo, un 2% de su peso corporal es una estimación conservadora de su combustible por hora.
4BBRW salió de Alaska con otras tres aves, y según los registros avanzó hacia el sur por el océano Pacífico sobre las islas Aleutianas, con el impulso de vientos fuertes del este, que la orientaron hacia Australia. Si se considera el margen de error del equipamiento satelital, la trayectoria pudo haber oscilado entre 12.200 y 12.854 kilómetros durante 224 horas. Aun la cifra menor rompe el récord de 2007, de 11.680 kilómetros.
Jesse Conklin, de GFN, explicó a The Guardian que la aguja colapinta “parece tener alguna capacidad de saber dónde se halla en el globo; no podemos explicarlo realmente, pero parece llevar un mapa consigo”. En efecto, el ave voló sobre el océano abierto durante días, y a pesar de la falta de puntos de referencia “llegó a Nueva Caledonia y Papúa Nueva Guinea, donde hay unas pocas islas”. De ahí parece haber fijado el rumbo hasta su destino final.
Además de una “relación combustible-energía increíblemente eficiente”, según describió, “tienen muchas otras cosas”. Por ejemplo, “un diseño de alas largas y puntiagudas y un cuerpo delgado, lo cual les da mucho potencial aerodinámico”. Tanto 4BBRW como los otros ejemplares migratorios capturados y etiquetados por el Centro Pūkorokoro Miranda de Auckland en 2019, unas dos docenas de Limosa lapponica, emprenderán el vuelo de regreso en marzo, cuando se espera que vuelen a través de Asia, donde se alimentarán por un mes antes de regresar a Alaska.
El proyecto GFN, del que participan el centro y especialistas como Conklin, data de 2006. Es una iniciativa de Theunis Piersma y Allan J. Baker y usa fondos fondos internacionales de BirdLife Netherlands para estudiar y conservar las aves playeras migratorias —entre ellas chorlos, chorlitos y ostreros— en diversas zonas del planeta. “Las agujas colipintas salen desde la zona de sus nidos, en la tundra de Alaska, hasta unos cientos de kilómetros, en las marismas de la costa. Allí comen todo lo que pueden para acumular una gran cantidad de grasa, la fuente de energía para su migración. Cuando llegan a Nueva Zelanda, el tanque de combustible está casi vacío”, explicó Piersma.
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