Una muy antigua técnica: hacer pelear entre ellos a dos de tus enemigos. Peligrosa. En cualquier momento los enemigos dejan de lado sus diferencias y se unen para combatir al primero. Sun Tzu, Maquiavelo y hasta Shakespeare nos advierten de las ventajas y peligros de este tipo de maniobra. Sin embargo, a la diplomacia de Estados Unidos, al gobierno de Afganistán y varios otros poderes de Asia Central les parece una buena idea. Quieren que los Talibanes terminen con el ISIS.
Dos enemigos de Occidente enfrentados en una guerra inédita hasta ahora. El ISIS ya tuvo que enfrentarse militarmente con otras facciones extremistas islámicas en Siria e Irak, pero lo de los Talibanes es diferente. En Afganistán, la red terrorista Al Qaeda tuvo el refugio de los talibanes cuando éstos gobernaban en Kabul. Allí se entrenaron los terroristas del 11/S y de tantos otros ataques en Europa y el resto del mundo. Osama bin Laden, el líder de Al Qaeda, sobrevivió diez años en la clandestinidad gracias al apoyo que le siguieron dando los talibanes a uno y otro lado de la cordillera del Hindu Kush, en Afganistán y en Pakistán. Hay algunas diferencias entre ellos en la interpretación del Islam y en las tácticas de combate o asimilación con la población local, pero en esencia buscan lo mismo: tomar el poder e implantar la Sharía, la ley coránica del siglo XIII.
Estados Unidos llegó a un acuerdo en Doha, en febrero, para el retiro definitivo de las tropas de Afganistán después de 19 años. Washington buscaba desesperado una salida de la guerra más prolongada de su historia y al mismo tiempo encontrar un aliado para combatir a un enemigo más extendido y letal. El gobierno afgano también mantiene negociaciones con los talibanes, no sólo para firmar un acuerdo de paz en el país sino para que lo ayude a quitarse de encima a Estado Islámico que ya opera en varias provincias. Otros poderes regionales como Pakistán e India también necesitan de los talibanes por la misma razón. Grupos asociados al ISIS penetraron en Cachemira, la zona disputada entre los dos países, y otras regiones. Incluso, aparecen en este ajedrez diplomático Libia, Egipto y Marruecos, entre otros países en los que los islamistas extremos afiliados al ISIS tienen presencia.
Claro que la maniobra es un arma de doble filo. En principio, supone un regreso de los talibanes a la escena política afgana. Algo que rechaza la mayoría de la población que ya probó las mieles de una incipiente e irregular democracia y no quiere regresar a la represión talibana. Temerosos de que los talibanes hayan cambiado poco desde los días más oscuros de su régimen -cuando mataban a mujeres acusadas de adulterio, atacaban a los grupos religiosos minoritarios e impedían que las niñas fueran a la escuela- muchos afganos están preocupados ante una nueva era de influencia talibán. “Recuerdo el régimen talibán como una pesadilla. Tenemos miedo por nuestro futuro y el de mi hija”, le dijo a la AFP Katayoun Ahmadi, una madre de 26 años. Recordó haber visto manos y dedos cortados en las calles de Kabul después de amputaciones por delitos menores bajo la estricta interpretación de la Sharia por parte de los talibanes. La caída del régimen en 2001 supuso algunas mejoras duraderas para los jóvenes afganos, en particular las chicas, y dio paso a una constitución que garantiza ciertas libertades, incluido el derecho a la educación.
Hasta ahora hay muy pocas precisiones sobre los acuerdos que se firmaron con los talibanes sobre temas como los derechos de la mujer o la libertad de expresión. Zia-ul-Rahman, ex comandante que luchó durante cuatro años contra las tropas extranjeras y las fuerzas gubernamentales afganas, dijo a AFP que los talibanes están dispuestos a impulsar “el establecimiento de un sistema islámico”, a pesar de que la constitución de la república islámica ya da primacía a la religión. “No tenemos ningún problema con que las niñas reciban una educación o que las mujeres trabajen, pero tienen que llevar un hijab (que las cubre de pies a cabeza)”, añadió. Y cuando se les preguntó a varios afganos que compraban en el mercado central, a la orilla del río Kabul, cómo veían el papel de los talibanes combatiendo al ISIS, la respuesta fue unánime: son lo mismo. Aunque también marcaron una diferencia muy importante para el orgullo nacionalista: los talibanes son afganos; los del Daesh (nombre en árabe para definir al ISIS) son extranjeros.
El secretario de Estado, Mike Pompeo, pidió a la gran asamblea del pueblo afgano, Loya Jirga, que libere a los últimos prisioneros talibanes para despejar el camino a las negociaciones y los milicianos puedan dedicarse a tratar de expulsar al ISIS del territorio del país. De los 5.000 prisioneros talibanes que figuran en la lista presentada al gobierno, 400 son acusados de delitos graves, por lo que el presidente afgano, Ashraf Ghani, dejó su liberación en manos de la Loya Jirga. Algo que puede llevar meses de negociación.
El grito más claro de guerra lo lanzó el ISIS cuando uno de sus milicianos se hizo explotar dentro de un salón de fiestas donde se celebraba el casamiento de una pareja de la minoría hazara, mayoritariamente shiíta. Dejó cerca de 80 muertos y 180 heridos. Fue el ataque más letal, pero atentados menores se suceden permanentemente, particularmente en el sureste del país, en la provincia de Nangarhar, con su mítico y estratégico Khyber Pass que une Afganistán con Pakistán. Ese es el territorio del ISIS cuyos milicianos se mueven con cierta libertad entre la ciudad afgana de Jalalabad y la paquistaní de Peshawar. No muy lejos de allí fue por donde huyó hacia las montañas, a fines de 2001, Osama bin Laden.
“El Daesh (ISIS) vino a reemplazar a los talibanes”, explicó al New York Times, Abdul Rahim Muslimdost, un clérigo sunita que estuvo confinado en el campo de detención estadounidense de Guantánamo. Muslimdost fue uno de los líderes religiosos que ayudó a crear la rama del Estado Islámico en Afganistán. Está compuesta, principalmente, por ex talibanes paquistaníes y afganos. Asegura que se alejó del grupo porque había sido infiltrado por los servicios de inteligencia de Pakistán. El gobierno de Islamabad tiene desde hace años una política de “profundidad estratégica”, por la que ejerce influencia en Afganistán a través de diferentes facciones armadas. La presión internacional hizo que los paquistaníes dejaran de proteger a los talibanes y se comprometieran en el proceso de paz. Pronto los reemplazaron por los milicianos que huyeron del califato que habían levantado entre Siria e Irak. El gobierno afgano cree que los talibanes, el ISIS y los agentes paquistaníes son parte de la misma trama. “Terminan actuando por los mismos intereses. Ya no importa mucho si el atentado es de uno u otro lado. Los talibanes reivindican ataques del Daesh y viceversa. Y tienen la ayuda para escapar a la retaguardia en nuestro país vecino”, dijo en Kabul la última semana, Massoud Andarabi, ministro del Interior afgano.
Los funcionarios estadounidenses aseguran no tener evidencias concretas de la ayuda paquistaní a los extremistas islámicos, pero sí de que se les permite permanecer escondidos en ese territorio mientras no trasladen la violencia. Sher Mohammad Karimi, un ex jefe retirado del ejército afgano, dice que se está utilizando al ISIS como se usó antes a los talibanes. “Es un hecho que Pakistán quiere un gobierno débil en Afganistán para que pueda cumplir sus objetivos estratégicos”, dijo Karimi a la la agencia estatal de noticias. “Pero defender este país es nuestra responsabilidad, y debemos preparar nuestras fuerzas”. Desde Washington, los estrategas del Pentágono hablan de un peligro latente producido por la retirada de los talibanes de algunas zonas y la entrada allí del ISIS. Y creen que deben vigilar muy de cerca la situación manteniendo unidades antiterroristas en Afganistán.
Rusia e Irán, dos naciones con intereses históricos en Afganistán, creen que el ISIS es un “invento” de Washington que ahora, como un Frankenstein, se convirtió en un monstruo que se dio vuelta en su contra. “La cantidad de terroristas de ISIS en Afganistán se triplicó desde 2016, hasta alcanzar la cifra de casi 6.000 yihadistas”, declaró el comandante del Distrito Militar Central de Rusia, Alexandr Lapin. Por su parte, el director adjunto del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB), Serguéi Smirnov, dijo que el grupo terrorista busca crear en Afganistán su nuevo califato. “Teniendo en cuenta las bajas que sufrió en Siria e Irak, ISIS está obligado a buscar vías para crear nuevos centros de apoyo logístico y eso es lo que está haciendo en el norte de Afganistán. Esto representa, a corto plazo, la principal amenaza a la seguridad regional”, comentó durante la reunión del Consejo de la Estructura Antiterrorista de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). El Kremlin dio a conocer un informe en el que detalló que el Estado Islámico está activo en 24 distritos afganos a lo largo de la frontera con Pakistán. Y se sabe que la agencia de inteligencia afgana desmanteló células del ISIS que operaban en las universidades y reclutaban jóvenes entre la élite educada de Kabul. Muslimdost, el clérigo que ayudó a crear la rama afgana del ISIS le aseguró al corresponsal del New York Times que lo entrevistó: “Recuerde mis palabras: Si hay un acuerdo con los talibanes, y se convierten en parte del gobierno, Pakistán ya tiene listo el reemplazo para ellos. Continuarán esta guerra en Afganistán en nombre del Estado Islámico”.
En Afganistán, la paz es un estado muy efímero. En la antigüedad, la estabilidad en la región podía durar algunos siglos. La Pax Iranica impuesta por Ciro, el rey persa, duró unos 200 años. Pero la conquista de Alejandro Magno fue de apenas 50 años. Los mongoles de Gengis Khan permanecieron cientos de años, pero siempre en luchas internas. Más cerca en el tiempo, los británicos estuvieron ocho décadas, también en constantes conflictos. Tampoco duraron las reformas modernistas del rey Zahir Shah, ni las de los comunistas que tomaron el poder después de años de enfrentamientos. Y el mismo carácter indómito de los afganos se impuso sobre el ejército estadounidense desde que invadió el país en 2001. Ahora es el ISIS el que quiere conquistar esta tierra mítica y los Talibanes están dispuestos a impedírselo.
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