La promesa de Xi Jinping de eliminar las emisiones de carbono para 2060 completa una pirueta diplomática que llevó a China al corazón de la agenda verde global. El mes pasado, el líder chino eligió a la ONU como escenario de la inesperada promesa de su país de alcanzar el uso máximo de carbón para 2030 y ser neutral en carbono tres décadas después.
La promesa de 2060 refleja el deseo de China, el mayor contaminador y la segunda economía más grande del mundo, de mostrar liderazgo ambiental después de una tormenta de atención negativa por su manejo de la pandemia de coronavirus y violaciones de derechos humanos.
Sin embargo, muchos analistas siguen sin estar convencidos de que China pueda cumplir las metas de emisiones prometidas por Xi, en un anuncio que no abundó en detalles y ofreció poca claridad sobre cómo el país espera alcanzar sus objetivos.
Combustibles fósiles y escasa inversión en en energía limpia
Los expertos subrayan que el cumplimiento de los objetivos de Xi Jinping requería una revolución para el mayor contaminador del mundo.
Para lograrla, los obstáculos son varios. El principal problema, dijo un análisis publicado en CNN Business, es que la vasta economía de China “simplemente no está construida” para un giro tan abrupto, que implicaría un cambio radical en el modelo de desarrollo —basado en producción industrial a gran escala y proyectos de infraestructura masivos— que impulsó el tumultuoso crecimiento del país en las últimas décadas.
La transformación de China de nación en desarrollo a superpotencia en los últimos 30 años se ha nutrido del carbón, trayendo consigo algunos de los cielos más contaminados del mundo, y el país está lejos de dejar su adicción al carbono.
China ha prometido en repetidas ocasiones abandonar el uso de este combustible fósil, y el gobierno ha promocionado durante años políticas destinadas a limpiar la contaminación que genera. Sin embargo, al igual que lo ocurrido en otros campos, las afirmaciones de los líderes chinos se vieron desmentidas por datos oficiales y estudios independientes.
El carbón sigue siendo por lejos la principal fuente de energía de China, y representa el 58% de la demanda energética del país, según la Oficina Nacional de Estadísticas. China quemó alrededor de cuatro mil millones de toneladas de carbón el año pasado, lo que la convierte en el mayor consumidor del mundo.
“Lo más preocupante es que China sigue comprometida con el apoyo a la industria del carbón mientras el resto del mundo experimenta un declive”, dijo a CNN el Climate Action Tracker (CAT), una organización con sede en Berlín que rastrea la acción del gobierno, y agregó que el país “alberga ahora la mitad de la capacidad mundial de carbón”. Después de levantar la prohibición de construir nuevas plantas de carbón en 2018, a mediados de 2020 el país había permitido más capacidad de plantas de carbón nuevas que en los últimos dos años juntos, según CAT.
La evidencia apunta a que China ha seguido invirtiendo miles de millones de dólares en fuentes de energía contaminantes. Tan es así que sólo el año pasado, las emisiones de carbono relacionadas con la producción de energía fueron un 80% más altas que en 2005, según la Agencia Internacional de Energía.
Al consumo de carbón se suma el de petróleo, un recurso del que China es mayor importador mundial. Así, carbón y petróleo representan un 77% del consumo de energía de China. Apenas el restante 23 por ciento está compuesto por gas natural, eólico, nuclear e hidroeléctrico.
El consumo —y las consecuentes emisiones—apenas se redujo durante el bloqueo causado por la pandemia de coronavirus y se recuperó con creces después del desconfinamiento, según un análisis de Lauri Myllyvirta, analista principal del Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio (CREA), una organización ambiental, citado por CNN.
Al mismo tiempo, el monto promedio que los gobiernos locales están gastando en energía limpia “es tan pequeño que se ven eclipsados por los planes de gasto para unas pocas refinerías de petróleo”, escribió Myllyvirta en su informe publicado el mes pasado.
Parque automotor
El otro gran obstáculo a los diseños de Xi Jinping es que China sigue siendo el mercado de automóviles más grande del planeta, con un parque automotor formado en su gran mayoría por contaminantes vehículos de gasolina y diesel.
Beijing lleva años intentando aumentar la popularidad de los coches eléctricos, que se consideran clave para cumplir cualquier objetivo de reducción de emisiones de carbono. El gobierno de Xi quiere que los vehículos eléctricos o híbridos enchufables representen una cuarta parte de sus ventas de automóviles para 2025.
Por el momento, los vehículos eléctricos representan el 5% del mercado, en comparación con poco más del 1% hace cinco años, según la Asociación China de Fabricantes de Automóviles. Pero eso todavía significa que más de 20 millones de nuevos vehículos contaminantes llegaron a las calles de China el año pasado.
Aún así, según Myllyvirta dijo en su informe que en este sector hay razones para ser optimistas acerca de que China alcance sus objetivos.
Presiones internas
El giro en la política económica necesario para cumplir con la reducción de emisiones también podría verse dificultado por tensiones en el frente interno.
El año que viene, China acogerá la demorada cumbre de la ONU sobre biodiversidad y es probable que Xi busque titulares positivos sobre su posición ambiental.
El plan económico quinquenal de Beijing, que también entrará en vigor el próximo año, será analizado en busca de compromisos serios para eliminar al país del carbón.
Eso podría alentar la acción de los gobiernos provinciales nerviosos por los golpes económicos de la pandemia de coronavirus, dijo a la AFP Lina Li, especialista en clima y política exterior de la consultora Adelphi con sede en Berlín.
Por otra parte, desconectar las plantas de carbón, cumplir con los estrictos objetivos de emisiones y complacer a la población reduciendo la contaminación también podría brindar una victoria estratégica al Partido Comunista Chino.
La medida permitirá a Beijing “reforzar sus controles sobre los gobiernos locales y sobre la sociedad china”, dice Fuzuo Wu, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Salford.
Pero aún está por verse si la nueva política climática de China reemplazará la preocupación por el accionar de Beijing, convertido en un paria diplomático después de disputas con India sobre fronteras, la UE sobre abusos de derechos, Australia sobre seguridad y Estados Unidos sobre todo, desde el comercio y la tecnología hasta los orígenes del coronavirus.
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