El padre de un joven iraní condenado a muerte por participar en las manifestaciones de noviembre de 2019 contra la corrupción del régimen persa se suicidó la semana pasada.
El hombre, Mohammed Moradi, se quitó la vida en su casa el 28 de septiembre, informó el sitio web Emtedad News.
Su hijo, Amir Hossein Moradi, de 26 años, fue detenido junto a dos amigos bajo el cargo de vandalismo y de piromanía durante las manifestaciones de noviembre de 2019 y posteriormente condenado a muerte por un tribunal revolucionario de Teherán. El régimen también lo condenó a 16 años de cárcel y a 74 latigazos por el cargo de “cooperación en robo”.
Según denunciaron activistas y organizaciones de derechos humanos, Amir Moradi fue brutalmente torturado en una celda de aislamiento de la infame prisión de Evin.
Emtedad News escribió que la causa del suicidio del padre de Moradi fue la “alta presión psicológica, incertidumbre y preocupación por la ejecución de su hijo”.
La esposa de Mohammed Moradi dijo que “antes de quitarse la vida, solía hablar de su hijo hasta el último momento y deseaba que algún día volvieran a sentarse todos a la misma mesa”.
La mujer agregó que “horas después del suicidio, las fuerzas de seguridad estaban presentes en la casa, así como varios reporteros vinculados a la cadena estatal de Radio y TV, quienes exigieron una entrevista”.
El activista iraní de derechos civiles Mehdi Mahmoudian dijo que la presencia de las fuerzas de seguridad en la casa de Moradi tenía el fin de obtener “confesiones forzadas” de su familia.
Campaña internacional el ahorcamiento
La condena a muerte de Moradi y de sus amigos Saeed Tamjidi y Mohamad Rajab desató una campaña de un alcance inusual, secundada por activistas y personalidades que se agruparon bajo la etiqueta “#No_ejecuten”, instando a Irán a renunciar al ahorcamiento de tres jóvenes.
La campaña ("#Edam_Nakon en persa) ha ganado una envergadura inédita desde que el 14 de julio la Corte Suprema iraní confirmara la pena de muerte para los tres jóvenes.
El movimiento #Edam_Nakon reúne a activistas por los derechos humanos del exterior pero también a personalidades de la sociedad civil y de la escena pública iraníes, como la famosa actriz Taraneh Alidoosti.
Ella publicó una foto de los tres prisioneros con el lema “No ejecuten” en su cuenta de Instagram, donde tiene 6,6 millones de seguidores.
El movimiento se anotó un primer éxito el 16 de julio, cuando expertos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU exigieron a Irán que no ejecute a los tres hombres y que les garantice un proceso justo, al considerar que las confesiones se obtuvieron “bajo tortura”, con “palizas, descargas eléctricas y colgándolos de los pies”.
Irán anunció el 19 de julio que suspendía la ejecución de los tres jóvenes.
Un alivio que duró poco, porque otro manifestante, Mustafa Salehi, quien había sido detenido en el invierno de 2017-2018 en la provincia de Isfahán (centro) fue ahorcado a principios de agosto.
Unas semanas después, el campeón luchador grecorromano Navid Afkari, un joven de 27 años que se manifestó pacíficamente durante la ola de protestas de 2018, fue ejecutado el 12 de septiembre.
Irán se ha visto sacudido por varias oleadas de protestas en los últimos años, sobre todo en noviembre de 2019 y enero de 2020, principalmente a causa del aumento del precio del combustible. Una contestación duramente reprimida por las autoridades.
Los activistas defensores de los derechos humanos manifestaron su preocupación ante el aumento del recurso de la pena de muerte para disuadir a la gente de salir a las calles.
Según Amnistía Internacional, Irán es el segundo país del mundo en aplicar la pena de muerte después de China, con al menos 251 ejecuciones en 2019.
Por eso, los activistas del movimiento “#Edam_Nakon” no bajan la guardia y temen que haya más ejecuciones.
Ruholá Zam, un opositor exiliado en Francia y acusado de haber jugado un papel activo en las mismas manifestaciones, fue condenado a muerte a finales de junio por “corrupción”, uno de los cargos más graves del código penal iraní.
“A la República Islámica de Irán no le gusta dar marcha atrás. No quieren someterse a la opinión pública”, insistió Riahi.
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