Para China sus Institutos Confucio (IC) funcionan como puente para acercar su cultura al resto del planeta reforzando sus lazos de amistad. Sin embargo, estos centros educativos enfrentan un escrutinio cada vez mayor por parte de una buena cantidad de países que los consideran un mero medio de difusión de propaganda comunista, con los que promueve valores contrarios a los principios democráticos occidentales, extendiendo a su vez la censura china y hasta incluso realizando espionaje.
Los IC son instituciones públicas sin fines de lucro que responden directamente al Ministerio de Educación de la República Popular China. Su objetivo declarado es promover el idioma y la cultura chinos, apoyar la enseñanza local del chino a nivel internacional y facilitar los intercambios culturales. Los primeros centros fueron abiertos en Corea del Sur en el año 2004. Éste país, junto con Estados Unidos, Australia y Japón albergaban hasta hoy la mayor cantidad de estos centros de estudios, pero su destino parece estar cambiando.
Toman su nombre del destacado filósofo chino que viviera en los años 551-479 a.C., quien hoy ha recobrado gran popularidad entre los jóvenes a pesar de haber sido denunciado y criticado por los líderes del Partido Comunista de China a lo largo del Siglo XX. Además su nombre en el exterior es sinónimo de cultura china, representa una marca registrada.
Estos centros son gestionados conjuntamente entre universidades chinas e internacionales, y se financian en parte bajo los auspicios del Consejo Internacional del Idioma Chino del Ministerio de Educación, conocido como Hanban. Todos los IC además de enseñar el idioma y la cultura chinos, ofrecen cursos que otorgan créditos a estudiantes universitarios y patrocinan intercambios educativos. Algunas brindan una amplia gama de actividades culturales, que van desde caligrafía, danza y cocina china hasta tai chi, ópera china y medicina tradicional.
El plan de China era establecer 1.000 institutos repartidos por el mundo para finales de este año aprovechando la creciente demanda extranjera de lecciones de mandarín para poder comerciar con el gigante asiático, hoy la segunda potencia mundial detrás de los Estados Unidos. Pero su objetivo no pudo ser alcanzado logrando instalar sólo 541 institutos en 162 países, junto con 1.193 “aulas Confucio” en escuelas primarias y secundarias.
Es muy probable que los 90 institutos que funcionaban hasta hoy en los Estados Unidos todos cierren sus puertas por haber sido declarados centros de espionaje y propaganda comunista por la administración Trump. En agosto de este año, el Departamento de Estado declaró a los Institutos Confucio como misión de propaganda extranjera dedicada a “promover la propaganda global y la campaña de influencia maligna de Beijing”. Esta resolución pudo haber sido tomada en parte teniendo en cuenta un informe publicado en el año 2017 por un grupo de presión conservador, que advertía sobre el control del gobierno chino sobre las instrucciones y los materiales didácticos utilizados por estos institutos.
Human Rights Watch también advirtió en su informe de 2019 sobre el tema señalando que “los Institutos Confucio son extensiones del gobierno chino que censuran ciertos temas y perspectivas en los materiales del curso por motivos políticos y utilizan prácticas de contratación que tienen en cuenta la lealtad política”.
Otros gobiernos como el de Australia se han sumado a las críticas diciendo que los institutos se adhieren estrictamente a la censura china. Evitan temas delicados como los asesinatos de la Plaza Tiananmen o Taiwán, lo que significa que sus estudiantes extranjeros reciben una visión selectiva y propagandística de China y presionan a las Universidades a no invitar a dar seminarios y charlas a personajes censurados por el gobierno comunista.
En el año 2013, la Universidad de Sydney tuvo que cancelar la participación del líder espiritual tibetano exiliado, el Dalai Lama, después de que el director del Instituto Confucio de la universidad presionara a la dirección de la institución y a los organizadores de la charla.
Algunos institutos también se han visto envueltos en acusaciones de espionaje. El año pasado, una importante universidad belga, la Vrije Universiteit Brussel, ordenó el cierre del instituto en su campus, luego de que los servicios de seguridad señalaran que su ex director, Song Xinning, realizaba tareas de inteligencia para China. Song apeló con éxito una prohibición de visado en los tribunales belgas, pero el tribunal no emitió ningún fallo sobre la validez de las afirmaciones de que había utilizado su cargo para reclutar espías e informadores de las comunidades estudiantil y empresarial chinas.
El gobierno chino ha negado repetidamente haber usado los institutos para ejercer influencia en el extranjero e insiste en que son puramente educativos. Los asemeja al Instituto Goethe alemán y a la Alianza Francesa que también expanden su cultura por el mundo. Criticó al gobierno de Estados Unidos por “demonizar, estigmatizar y politizar” estos proyectos que sólo buscan profundizar los lazos entre los países.
Pero el destino de estos centros educativos hoy parece ser incierto. A los cierres de Estados Unidos y Bélgica, se han sumado Australia, Dinamarca, los Países Bajos, Francia y Suecia. El Ministerio de Educación de la India también está examinando la cooperación de varias instituciones con los Institutos Confucio del país y es muy probable que de seguir sus relaciones en tal malos términos con el gigante asiático también los termine cerrando.
En otras partes del mundo, incluidas África, Asia Central y América Latina donde China tiene inversiones, la cantidad de institutos se ha ido ampliando. Por ejemplo en la Argentina funcionan Institutos Confucio en algunas escuelas y en tres Universidades: la de Buenos Aires (UBA), la de La Plata (UNLP) y la de Córdoba (UNC).
Mientras tanto, el Ministerio de Educación de China está considerando una nueva organización para administrarlos y gestionarlos para intentar cambiar la imagen y recuperar espacios vitales de influencia que hoy se están replegando y no benefician al plan a largo plazo que trazó el país.
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