Un editorial del prestigioso e influyente diario norteamericano The Washington Post hizo referencia este miércoles a los brutales sometimientos que padecen minorías religiosas y étnicas en China bajo el mandato del jefe del régimen, Xi Jinping. “La China de Xi está redoblando el genocidio”, dice el título del artículo firmado por la dirección del periódico de la capital de los Estados Unidos y que generó cientos de reacciones entre sus lectores.
“Durante los últimos tres años, el régimen comunista de China ha emprendido una campaña de genocidio cultural en la extensa región occidental de Xinjiang. Ha confinado a más de un millón de personas de etnia uigur y kazaja en centros de detención y ha tratado de erradicar su lealtad al Islam”, señalaron los conductores del diario quienes describieron los tormentos que sufren los desplazados: “Se ha obligado a los detenidos a comer carne de cerdo y memorizar canciones chinas; las mujeres han sido esterilizadas y los niños separados de sus padres y enviados a internados”.
Estos repudiables métodos -que también se extienden en otras regiones, como el Tíbet- son ignorados por gran parte de la comunidad internacional, que prefiere continuar y profundizar sus lazos comerciales con Beijing, antes que condenar la sistemática violación a los derechos humanos que allí se cometen. El doble discurso parecería florecer, sobre todo, en naciones sumergidas en profundas crisis sociales y económicas y que buscan un poco de oxígeno financiero. “Lentamente, Estados Unidos y otros gobiernos occidentales han comenzado a reaccionar ante este extraordinario crimen”, advierte la dirección editorial.
Pese a las sanciones impuestas por la Casa Blanca, Xi Jinping parece imperturbable y continuar con sus excesos. “Xi, sin embargo, no se inmuta. En una conferencia de Xinjiang y funcionarios del partido el fin de semana pasado, declaró que ‘la práctica ha demostrado que la estrategia del partido para gobernar Xinjiang en la nueva era es completamente correcta’. Ordenó más medidas para ‘hacer que una conciencia compartida de la nacionalidad china se arraigue en el alma’ de los uigures y otras minorías musulmanas. El señor Xi está redoblando el genocidio”.
“Dos nuevos estudios publicados la semana pasada mostraron que sus palabras fueron más que fanfarronadas. El Proyecto de Datos de Xinjiang del Instituto Australiano de Política Estratégica descubrió que el régimen está construyendo decenas de nuevos complejos similares a prisiones donde se encuentran recluidos los uigures. Las imágenes de satélite mostraron 380 sitios de detención sospechosos creados o ampliados desde 2017, incluidos 61 desde julio de 2019”, remarcó The Washington Post.
Una investigación de la periodista de ese diario, Anna Fifield, reveló que el régimen estaba construyendo amplios centros de detención para musulmanes en aquella región. “Las cercas de alambre de púas y los reflectores desmienten las afirmaciones de la propaganda del régimen de que se trata de centros de formación profesional y que la mayoría de las personas, una vez en ellos, han sido liberadas. Por el contrario, muchos uigures que al principio estaban confinados en campos de menor seguridad han sido trasladados a las nuevas cárceles, mientras que otros han sido reclutados para realizar trabajos forzados”, señaló la columna de opinión.
Otra pericia, esta vez de The New York Times, demostró cómo Beijing estaba barriendo con todo legado cultural musulmán en Xinjiang. “Un segundo informe del Proyecto de Datos de Xinjiang, también basado en imágenes satelitales, encontró que unas 8.500 mezquitas en la región habían sido destruidas desde 2017 y otras 7.500 habían sufrido daños. Eso representa dos tercios de las mezquitas de Xinjiang, y nuevamente demuestra que las afirmaciones de los funcionarios chinos de que están protegiendo las mezquitas son mentiras”, indicó el diario de la capital de los Estados Unidos.
“Xi ha señalado claramente su intención de continuar con estos actos criminales. Sin embargo, la respuesta internacional sigue siendo débil. La Unión Europea, por ejemplo, se ha limitado a solicitudes irresponsables de enviar observadores a la región. Lo que se necesita es una respuesta concertada y unificada de las democracias occidentales que imponga costos mucho más altos a Beijing”, concluyó el editorial de The Washington Post.
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