Si el Imperio Británico fue el más extenso de la historia de la humanidad, llegando a ocupar cerca de un cuarto de la superficie terrestre, fue en gran medida gracias a su flexibilidad. Aunque acudió a la represión violenta para sofocar muchos intentos secesionistas, también se mostró dispuesto a conceder mucha autonomía a sus colonias y dominios.
Eso explica que muchos se hayan independizado de manera consensuada, sin romper todos sus vínculos con Londres. Por eso, a pesar de que el Imperio dejó de existir hace tiempo, Isabel II sigue siendo reina y jefa de Estado de 15 países independientes, además del Reino Unido.
Los tres más importantes son Canadá, Australia y Nueva Zelanda. A ellos se suman, en el Caribe, Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Granada, Jamaica, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas; y en el Pacífico, Islas Salomón, Papúa Nueva Guinea y Tuvalu.
Sin embargo, Isabel II se quedará con un reino menos el año que viene. Barbados anunció la semana pasada que en noviembre de 2021, cuando se cumplan 55 años de su independencia, pasará a ser una república. “Ha llegado el momento de dejar completamente atrás el pasado colonial”, dijo la gobernadora Sandra Mason —representante de la corona en la isla—, durante la apertura del nuevo período de sesiones del parlamento barbadense.
Como ocurre con los parlamentarismos del sistema Westminster, el discurso leído por la gobernadora había sido escrito por la primera ministra. Mia Mottley, del Partido Laborista de Barbados, asumió en mayo de 2018 pensando en la ruptura de los lazos monárquicos como uno de sus principales objetivos.
“El debate sobre si Barbados debe convertirse en una república no es nuevo”, dijo a Infobae Wendy C. Grenade, profesora de ciencia política de la Universidad de las Indias Occidentales (UWI) en Saint Michael, Barbados. “Hay varios factores externos e internos que pueden explicar la decisión del gobierno. A nivel mundial hay un impulso para el cambio. La gente está enfrentando audazmente el racismo y exponiendo otras formas de opresión. En el frente interno, el Gobierno tiene una súper mayoría en la Cámara de Representantes que le permite avanzar fácilmente en su programa. También hay un cambio generacional: los ciudadanos más jóvenes están menos apegados al simbolismo de la monarquía. En conjunto, todo esto creó un contexto permisible para la decisión de Barbados”.
Mottley no es la única líder de una ex colonia con ambiciones republicanas. La incógnita es si los otros van a seguir sus pasos, dejando definitivamente en el pasado cualquier vestigio del “imperio donde nunca se pone el sol”.
La construcción del Commonwealth
Con la proclama de la Confederación en 1867, Canadá pasó a tener una autonomía total para administrar sus asuntos internos, pero su política exterior seguía en manos de Londres. Eso la llevó a liderar, con el cambio de siglo, la presión de los dominios británicos que exigían tener la capacidad de representar sus propios intereses en el extranjero.
En la Conferencia Imperial de 1926, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y el Estado Libre Irlandés dejaron de ser dominios y empezaron a ser reconocidos como entidades equivalentes al Reino Unido, dentro de lo que se denominó el Commonwealth Británico. Fue el paso previo al reconocimiento de la independencia de esos países, que se concretó en los años siguientes. Pero el hecho de que el Reino Unido se mantuviera como una suerte de primus inter pares siguió siendo fuente de tensiones.
Ese problema se resolvió con la Declaración de Londres de 1949, que marcó la conformación del Commonwealth moderno —ya no “británico”—. El Reino Unido era consciente de que la era imperial había terminado, y de que si quería mantener influencia sobre el resto del mundo debía ser por la vía económica y diplomática.
Para que los miembros de la mancomunidad fueran totalmente iguales, se adoptó un modelo organizativo original. La corona se convirtió en el único nexo entre las partes, pero no en tanto corona británica: todos los países pasaron a ser reinos separados, pero con un mismo rey. Hasta 1952 fue Jorge VI y, desde entonces, es Isabel II.
“Los estados que aún reconocen a Isabel II lo hacen por diferentes razones que resuenan con la política local. Es un símbolo nacional que contrasta con el área circundante. La reina como jefa de Estado distingue a Canadá de los Estados Unidos, a ciertas islas del Caribe de sus vecinos hispanohablantes, y a Australia, Nueva Zelanda y otros del resto del Sudeste Asiático o del Pacífico Sur. Estos estados han desarrollado identidades postcoloniales, pero la dignidad y la decencia de Isabel II han creado tan profundos lazos de buena voluntad que muchas personas son reacias a hacer cambios que se verían como la renuncia a su abuela querida. Eso ciertamente cambiará después de que la reina muera y el príncipe Carlos se convierta en rey”, explicó Peter H.Hansen, profesor de historia y director de Estudios Internacionales y Globales del Instituto Politécnico de Worcester (WPI), consultado por Infobae.
El rol de la monarca es eminentemente ceremonial. Al igual que en el Reino Unido, en los demás países también gobierna el Parlamento, que nombra al Primer Ministro para que lidere el Poder Ejecutivo. Es cierto que requiere la aceptación de la reina para ello, pero esta es automática, ya que no tiene el poder político real para negarla.
Pero Isabel II no puede estar en todas partes al mismo tiempo. Entonces, se queda en su sede más antigua, en Gran Bretaña. En el resto de sus reino nombra a un representante que cumple las mismas funciones que ella en el Reino Unido: el gobernador general. Lo elige ella, pero tras una recomendación del primer ministro local.
“Los 15 reinos han conservado la monarquía por varias razones. Una es que no tuvieron que luchar por la independencia del Reino Unido y que sus instituciones políticas evolucionaron pacíficamente de un autogobierno semicolonial a la plena soberanía. Igualmente importante es que heredaron y adaptaron el sistema Westminster de gobierno parlamentario responsable, en el que el Ejecutivo se extrae del Legislativo y es responsable ante este, y en el que existe una clara separación entre el jefe de Gobierno y el jefe de Estado. Aunque el monarca sigue siendo el jefe de Estado, sus funciones constitucionales están encomendadas al gobernador general, que es nombrado por la reina por recomendación del primer ministro, normalmente por un período de cinco años. Su papel político es limitado aunque jurídicamente importante, excepto en períodos de crisis o incertidumbre constitucional, en los que puede invocar una autoridad discrecional”, dijo a Infobae Peter Boyce, profesor emérito de política y relaciones internacionales de la Universidad de Tasmania.
No obstante, muchos países no se sentían cómodos con ese modelo. India fue la más visible de muchas ex colonias que deseaban romper sus vínculos con la realeza y conformar repúblicas, pero no querían perder los canales comerciales preferenciales. Para contenerlos, el Commonwealth admitió que siguieran formando parte, pero reconociendo como cabeza de la alianza a la reina.
Muchos siguieron los pasos de India. Sudáfrica, Ghana, Gambia, Guyana, Trinidad y Tobago, Dominica y Fiji, son algunos ejemplos. El último en sumarse fue Mauricio, en 1992. Actualmente, el Commonwealth está compuesto por 54 países en los que viven 2.400 millones de personas —la mayoría en India—: 16 son monarquías encabezadas por Isabel II, cinco son monarquías con otros reyes —Brunei, Esuatini, Lesoto, Malasia y Tonga—, y el resto son repúblicas.
“Durante las últimas dos o tres décadas, varios países caribeños del Commonwealth han indicado, mediante comisiones de revisión constitucional, su preocupación por la conservación de la monarquía en nuestras disposiciones legales. Con respecto a Barbados específicamente, hace unos 22 años la Comisión de Reforma Constitucional Henry Forde formuló varias recomendaciones, entre ellas, pasar a un republicanismo con un presidente ceremonial en reemplazo del gobernador general. La idea de que en un estado independiente una monarquía extranjera pueda seguir ocupando una posición constitucional, aunque sea en gran medida ceremonial, es anacrónica y, en el mejor de los casos, una anomalía limitada a países que han sido colonizados por los británicos”, sostuvo Cynthia Barrow-Giles, profesora de ciencia política de la UWI, consultada por Infobae.
¿Tras los pasos de Barbados?
Por las resistencias que generan siempre los cambios, Barbados esperó casi dos décadas para concretar el plan de la Comisión Henry Forde. Pero lo cierto es que ya había avanzado en esa dirección. Por ejemplo, en 2003 desplazó al Comité Judicial del Consejo Privado como máximo tribunal del país. Este cuerpo con sede en Westminster oficiaba de instancia superior de apelaciones para muchas ex colonias. En su lugar, designó a la Corte de Justicia del Caribe, que reside en Puerto España, Trinidad y Tobago.
Los planes se aceleraron con la asunción de Mia Mottley como primera ministra. Sobre todo, después del alcance global de las protestas originadas en Estados Unidos contra la discriminación hacia los afroamericanos, que llevaron a una revisión del pasado colonial.
“Mottley ha defendido durante mucho tiempo que el jefe de Estado debe ser barbadense —dijo Barrow-Giles—. Es cierto que este momento parece inoportuno dadas las actuales circunstancias económicas heredadas de la administración anterior y las mayores dificultades provocadas por la pandemia de coronavirus. Pero refleja la confianza de la Primera Ministra en la capacidad del país para recuperarse de las consecuencias financieras y económicas de la crisis actual y su compromiso de hacer los cambios tan necesarios a nivel político”.
Los otros reinos del Caribe mirarán con detenimiento lo que suceda con Barbados. Aunque en términos prácticos no hay muchas razones para esperar una transformación abrupta, ya que el rol de la corona es principalmente simbólico. Si el gobierno se fortalece con el establecimiento de una república y se profundiza la tendencia revisionista, es probable que otros sigan su camino.
“En mi opinión, Barbados seguirá siendo un miembro de la comunidad internacional que disfrutará de relaciones diplomáticas con el Reino Unido, el Commonwealth y otras naciones del mundo —dijo Grenade—. Guyana, Dominica y Trinidad y Tobago siguen siendo integrantes del Commonwealth, aunque rompieron con la monarquía. Desde el punto de vista económico, Barbados depende en gran medida del turismo y el Reino Unido es uno de sus principales mercados de origen. Sin embargo, es bastante improbable que los turistas británicos se abstengan de viajar a Barbados como resultado de esta decisión. Soy de la opinión de que este es un paso hacia adelante que ha sido largamente esperado. Marca el fin del proceso de independencia política de Barbados”.
Varios países han realizado referéndums en los últimos años para definir su estatus constitucional. El último fue San Vicente y las Granadinas, que votó en 2009 y el 55% optó por conservar a Isabel II como reina. También Jamaica podría realizar una consulta popular. Según algunos sondeos, la mayoría se está volcando a favor del republicanismo.
Pero el mayor interrogante es si alguno de los tres reinos más relevantes política y económicamente estaría dispuesto a dejar su pasado colonial atrás. Si bien el establishment de Canadá, Australia y Nueva Zelanda parece cómodo con mantener las cosas como están, dada la estabilidad política y económica de la que gozan, desde hace tiempo hay movimientos que pugnan por dar vuelta la página.
“No habría ningún daño en reemplazar a la reina como jefa de Estado porque la figura se ha vuelto mayormente ceremonial. Sin embargo, la complicada mezcla de la reina como símbolo y la Corona como autoridad gobernante complica el cambio en las monarquías constitucionales. Aunque no desempeña casi ningún papel directo, sus representantes pueden convocar a una nueva elección o tener otros poderes. Si se la reemplazara, ¿quién tendría esa autoridad? En principio, no es un problema difícil de resolver, pero siempre hay desacuerdos y, por ejemplo, Australia y Canadá exigen que los estados o provincias aprueben los cambios. De los neozelandeses se suele decir que son ‘más británicos que los británicos’, pero eso realmente significa ‘más británicos que los australianos’. Así que, si Australia se convirtiera en una república, muy probablemente Nueva Zelanda se aferraría a la monarquía”, contó Hansen.
La historia de estos países con la corona británica nunca ha sido demasiado conflictiva, en contraste con las islas del Caribe, que sufrieron años de una explotación bastante más brutal. Pero hay un factor que no se puede soslayar: no es lo mismo desplazar a Isabel II, que es una institución en sí misma por la gran cantidad de años que hace que ocupa ese rol —y por la manera en que lo ha desempeñado—, que empujar al Príncipe Carlos, que no tiene los mismos antecedentes. Realmente se pondrá a prueba la solidez del vínculo con la corona cuando haya otra persona sentada en el trono.
“La Reina es muy respetada en los tres países”, dijo Boyce. “En Canadá hay muy pocas probabilidades de que se abandone la monarquía porque, con arreglo a la Constitución de 1982, sería necesario que tanto el parlamento nacional como las asambleas legislativas de las diez provincias apoyen la medida. Nueva Zelanda no se enfrentaría a un proceso constitucional complicado porque es un estado unitario con una sola cámara legislativa y sin constitución escrita, pero es poco probable que avance en esa dirección en un futuro próximo. E incluso en Australia el grupo de presión republicano ha acordado posponer la agitación hasta que Isabel II abdique o muera. Sin embargo, queda por ver si Carlos y Camila podrán ser populares entre los australianos, los neozelandeses y los canadienses”.
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