Madrid revive su peor pesadilla: tres meses después del fin del estado de alarma vuelve a ser la zona roja de la pandemia en Europa. Desde el inicio del verano a finales de junio España es de nuevo el país con más contagios, más ingresos hospitalarios y más muertes de la región. Su capital es donde se registra un mayor número de focos preocupantes (con más de 1.000 casos por cada 100.000 habitantes en algunos de sus barrios) y donde se han decretado restricciones más estrictas y masivas que empiezan a recordar a los primeros meses del virus.
Por el momento (las medidas cambian cada semana, según empeoran los números) Madrid ha decretado desde este pasado lunes 21 de septiembre “confinamientos selectivos” que impiden a los vecinos salir a la calle salvo por trabajo, razones médicas o necesidades básicas como ir a comprar o recoger a los hijos en la escuela. Afectan a cerca de un millón de personas y están localizadas en 45 “zonas sanitarias” (acotadas a los barrios que comparten un mismo centro de salud) repartidas entre los pueblos de la comunidad y el área metropolitana.
Desde la Unión Europea exigen “medidas inmediatas” a los países miembros para frenar la segunda ola y advierten que esta “podría ser la última oportunidad” para contener el virus. Al mismo tiempo, un informe reciente de Greenpeace denuncia que algunos países europeos (entre ellos, España) fueron “más allá de lo necesario” con las restricciones durante la primera mitad del año atentando contra las libertades individuales y la democracia.
Mientras tanto los españoles miran a Madrid con preocupación conscientes de que un nuevo confinamiento sería una tragedia insoportable. Sin embargo, otras regiones del país como Castilla La-Mancha, Extremadura, Galicia, Cataluña o las Islas Baleares tienen rebrotes pronunciados que también han obligado a las autoridades regionales a tomar medidas para restringir los movimientos de la población, controlar los aforos de los comercios y adelantar el cierre de bares y restaurantes.
Desde hace unos días España registra más de 100 muertes diarias, un goteo que de mantenerse igual dentro de un mes igualaría a las peores cifras de mayo. ¿Es esta segunda ola igual que la primera? Aquí explicamos las similitudes y diferencias más relevantes desde la ciudad de Madrid.
Cambia la responsabilidad política
Desde el Ministerio de Sanidad reconocen que a los madrileños les esperan “semanas duras” después de que la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, haya decretado su plan de “medidas drásticas”. Desde el gobierno central han ofrecido 7.500 soldados para “colaborar” en este plan de contención del virus en Madrid.
De fondo hay un enfrentamiento entre el gobierno, formado por la coalición progresista de PSOE y Podemos, y el conservador Partido Popular, que lidera la oposición y gobierna en la capital. La clave es que tras el fin del estado de alarma son las comunidades las que tienen las competencias en materia de sanidad, y por tanto, las que deben tomar estas decisiones para controlar el virus.
Desde Madrid se criticó muy duro al presidente socialista Pedro Sánchez por decretar el confinamiento entre marzo y junio, incluso la presidenta madrileña alentó las protestas de los ciudadanos contra el estado de alarma. Ahora el gobierno nacional no disimula su malestar con el mando que se está llevando desde la capital.
“No voy a entrar en reproches, corresponde a la Comunidad de Madrid explicar las medidas que han tomado”, decía este viernes el ministro de sanidad, Salvador Illa, quien no obstante ha recomendado “ampliar a toda la ciudad de Madrid” las restricciones que ya son efectivas para algunas de las áreas más afectadas, que coinciden con el sur de la ciudad y los barrios con menos recursos.
“Quieres que me confine cuando regrese a mi casa después de atravesarme todo Madrid en un metro atestado para limpiar tus calles, para cuidar a tu padre enfermo, para servirte comida, para dejarte el paquetito de Amazon en tu alfombra. #DignidadDelSur”, decía un mensaje que se ha hecho viral, en protesta por unas restricciones que parte de la ciudadanía considera “ineficaces y discriminatorias”. La responsabilidad política ha dado la vuelta (por el momento) y ahora es el PP madrileño el que soporta la presión.
La crisis en la sanidad pública se repite
El mensaje desde el sistema de salud en Madrid es rotundo: “Si seguimos así vamos a volver a colapsar la sanidad”. Tras haber sido bautizados (a su pesar) como los “héroes” de la pandemia en España, los sanitarios se sienten “olvidados y engañados”, según denuncia en conversación con Infobae un médico internista de un hospital público de la capital, que solicita el anonimato.
“En marzo nos pusimos manos a la obra, sin descansar durante varios días seguidos, echando horas extra, sacrificando nuestras vacaciones… lo aceptamos porque la pandemia fue como un terremoto: nadie lo vio venir. Pero ahora se podía haber previsto lo que iba a suceder en septiembre y las autoridades no han hecho nada para evitarlo. Además de agotados, estamos muy cabreados”.
Denuncia que el presupuesto que el Estado tenía para reforzar la atención sanitaria se ha “malgastado” y culpa a la consejería de sanidad de las comunidades (en su caso, la madrileña) y a la dirección de los propios hospitales. Lo que cuenta es, realmente, difícil de comprender. “En lugar de contratar a especialistas para tratar a pacientes de Covid19, como internistas y neumólogos, se ha invertido en otras áreas. Es un disparate”.
Sus palabras no son una excepción, las críticas son generalizadas en todo el sector, que lamenta cómo la historia se repite. Desde una cuenta de Twitter médicos de 62 hospitales de la comunidad comparten información que muchas veces contradice a las autoridades políticas. “Ayer el 35% de camas UCI de Madrid estaban ocupadas por enfermos de Covid19, según cifras oficiales. Incorrecto. Ayer el 95% estaban ocupadas (112% en hospitales públicos)”, denunciaban esta misma semana.
El símbolo de las críticas a la presidenta de Madrid es la construcción de un “hospital de pandemias”, con un coste de 50 millones de euros de las arcas públicas, y que no estará listo hasta finales de año. Los profesionales médicos advierten que “no sirve para nada, es pura propaganda”. Lamentan que haya dinero para eso y no para contratar rastreadores y reforzar la atención primaria, dos cosas imprescindibles para controlar el virus y donde Madrid sigue con serios problemas, pese a las advertencias de los expertos desde hace meses.
Las restricciones ahora son selectivas (y no tan estrictas)
“No contemplo un confinamiento del país”, decía hace unos días el presidente Pedro Sánchez en la televisión pública española. Ese es el mantra que se repite desde las autoridades, quizá conscientes de que la población está ya sin reservas de paciencia y energía, asfixiada por el parón de la actividad comercial en la primera mitad del año y con unas perspectivas catastróficas para los próximos meses con el desempleo disparado (en torno al 20% para finales de 2020).
Madrid es un reflejo de esa política, al tratar de focalizar las restricciones, pero todos los madrileños dan por hecho tras los repuntes del virus en septiembre que tarde o temprano pueden volver a estar confinados.
Ahora mismo las restricciones para las 45 “zonas básicas de salud” en la Comunidad de Madrid impiden las entradas y salidas de ese perímetro con algunas excepciones: para trabajar, ir a centros sanitarios, educativos o al banco, por citaciones judiciales, para tramitar documentos, cuidar de personas mayores y dependientes y alguna otra razón “de causa mayor”.
En esos barrios además están cerrados los parques y jardines, los comercios deben cerrar a las 10 horas de la noche y en la hostelería se ha reducido el aforo al 50% (dentro de los locales y en las terrazas) y no se puede consumir en las barras.
Para el conjunto de la Comunidad de Madrid se han prohibido las reuniones (privadas y en la calle) de más de seis personas, a no ser que sea por trabajo o porque vivan juntas. Más allá de eso, en las zonas que no están afectadas el día a día sigue siendo en apariencia normal, pese a la creciente preocupación de la población.
El transporte público está lleno en las horas pico, en las arterias comerciales hay aglomeraciones de gente y tan sólo las terrazas se han ido vaciando porque desde hace un par de semanas se adelantó el otoño, con una bajada de las temperaturas y algunas lluvias.
Es cierto que ahora hay muchas más personas que están teletrabajando: la cifra de los españoles que trabajan desde casa (al menos, más de la mitad de los días de la semana) se ha triplicado respecto al año pasado por causa de la pandemia. Muchas empresas han comprobado durante los últimos meses que el trabajo sale adelante pese a no estar de forma presencial y prefieren evitar un foco de contagios entre sus trabajadores.
Las guarderías y escuelas son otro ejemplo de esta aparente nueva normalidad: desde principios de septiembre abrieron tanto las públicas como las privadas, y si bien algunas han tenido que cerrar provisionalmente al localizarse un foco de contagio, la mayoría siguen funcionando. Las medidas de seguridad, eso sí, se han extremado: los menores pasarán el curso en grupos burbujas, los padres no pueden entrar a las instalaciones y los materiales (y los propios profesores) se desinfectan continuamente.
La inminente llegada de la temporada de fiebres, que podrían confundirse con el virus y colapsar aún más el sistema de salud (y obligar a los afectados a confinarse), hace a la población temer lo peor.
La principal diferencia respecto a los meses más duros de la primera ola es que entonces en las calles de Madrid había una sensación fantasmal, con los negocios cerrados, el tráfico parado y nadie por las calles. Por el momento, la vida sigue en la capital de España, pese a que las recomendaciones de los profesionales sanitarios son claras: “un confinamiento más agresivo es lo único que podría frenar ahora mismo la curva ascendente”.dd
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