El 23 de abril comenzó en Alemania el juicio a dos miembros de los servicios de inteligencia sirios. Es el primero en el mundo por torturas imputadas al régimen de Bashar Al Assad.
El principal sospechoso, Anwar Raslan, de 57 años, ex coronel de la Seguridad de Estado, está acusado de crímenes contra la humanidad. La justicia le atribuye la muerte de 58 personas, la tortura de al menos otras 4.000 entre el 29 de abril de 2011 y el 7 de septiembre de 2012 en el centro de detención Al Khatib de Damasco. El otro acusado es Eyad Al Gharib, de 43 años y está acusado de complicidad por crímenes contra la humanidad por haber participado en el arresto de manifestantes que fueron llevados a esta prisión, entre el 1 de septiembre y el 31 de octubre de 2011. Los dos hombres, en detención provisional desde su arresto el 12 de febrero de 2019, huyeron de su país y luego fueron a Alemania, donde habían pedido asilo como han hecho miles de sirios desde 2011… Pretendían hacerse pasar por víctimas.
La Justicia alemana se basan en declaraciones de sobrevivientes que lograron llegar a Europa. Pero el testimonio escuchado entre el 9 y el 10 de septiembre lo cambió todo: el testigo identificado por la Justicia alemana como “Z 30/07/19”, anónimo por razones de seguridad, aseguró haber sido miembro del equipo de sepultureros del régimen hasta 2017.
Z 30/07/19 contó que a finales de 2011 los agentes de inteligencia de Assad le pidieron a él y a varios de sus colegas que colaboraran con ellos en el transporte y el enterramiento de los cadáveres de las víctimas. Él había trabajado durante muchos años como funcionario en la Administración funeraria en Damasco, hasta que fue reclutado por la dictadura.
Según detalló, le proporcionaron un minibús sin placas, “pero decorado con imágenes del presidente Bashar al-Assad”. Con él superaba cualquier punto de control. Varias veces por semana, de 2011 a 2017, Z 30/07/19 transportó al equipo de sepultureros a los cementerios de al-Quteifa y Najha donde descargaaban y enterraban los cadáveres que se apilaban en grandes camiones refrigerados, generalmente custodiados por oficiales de inteligencia.
Z 30/07/19 y el resto de los sepultureros iban en la comioneta oficial como parte del convoy de camiones frigoríficos. Viajaban al amanecer con los cuerpos desde los hospitales militares de Tishreen, Mezzeh y Harasta hasta las fosas comunes. Allí, los enterradores entraba en los camiones y sacaba con las manos los cientos de cuerpos en medio de un hedor. Una peste que no podían quitarse ni duchándose y que les quitaba el apetito durante días, recordó en la sala el testigo.
Según reveló, se utilizaban hasta tres camiones cuatro veces por semana, y cada uno transportaban 700 cadáveres.
El sepulturero vio con sus ojos el horror. Los cuerpos estaban desnudos y cubiertos de marcas rojas y azules. A algunos les habían arrancado las uñas de los dedos de las manos o de los pies, o ambos, y a otros les faltaban órganos. Cuando se abrían los camiones, recordó el testigo, se escuchaba un ruido muy particular, como si se hubiera abierto una bombona de gas: “Salían olores horribles y una especie de corriente de sangre y gusanos”, contó.
Z 30/07/19 afirmó que los cadáveres estaban marcados con números y símbolos en la frente o el pecho. Las manos de algunos de los cuerpos todavía estaban atadas a la espalda con esposas o precintos. Y algunos de sus rostros estaban deformados por las quemaduras de ácido.
Una vez, en uno de esos traslados, descubrieron que uno de los supuestos ejecutados aún respiraba. De acuerdo con el relato de Z 30/07/19, el oficial a cargo del operativo ordenó que se lo atropellara con una excavadora.
El testigo recordó otro de los momentos más duros, cuando descubrieron el cuerpo de una mujer que sostenía un niño muerto en sus brazos.
La declaración del sepulturero es clave ya que proporcionó información detallada sobre el proceso sistemático del régimen sirio para desaparecer los cadáveres de sus víctimas y ocultar las pruebas.
Justicia universal
Para juzgar a los torturadores sirios Alemania aplica el principio jurídico de la competencia universal, que permite a un Estado juzgar a los autores de crímenes sea cual sea su nacionalidad y el lugar donde fueron cometidos los crímenes.
Actualmente es la única manera de poder juzgar crímenes contra la humanidad cometidos en Siria porque el veto de Rusia y China hace imposible recurrir a la Corte Penal Internacional.
Este juicio debería “servir de advertencia para los que actualmente cometen abusos en Siria, nadie está por encima de la justicia”, dijo Human Rights Watch (HRW). Por su parte Amnistía Internacional lo considera “una etapa importante en la lucha contra la impunidad en las gravísimas violaciones de los derechos humanos cometidas en Siria”.
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