A fines de agosto, las fuerzas del régimen chino detuvieron a una lancha con 12 personas que se dirigía de Hong Kong a Taiwán. No se trataba de pescadores: las autoridades anunciaron que se aplicaría la nueva y draconiana ley de seguridad nacional. Entre los detenidos, estaba uno de los activistas prodemocráticos perseguidos por su participación en las protestas. Más que un viaje, era un escape hacia la isla autogobernada que se ha convertido en un refugio frente al autoritarismo de Beijing.
En poco más de un año, Hong Kong ha pasado de ser una ciudad abierta, un oasis de libertad en el desierto del régimen chino... a que su Policía detenga a los ciudadanos por cuestiones como cantar consignas independentistas. Durante décadas, especialmente en la peor etapa bajo el dominio de Mao Zedong, la colonia británica era el destino de activistas y opositores chinos. Ahora, muchos están partiendo de las costas para buscar otro destino de libertad. El arresto de cerca de 10 mil manifestantes durante el último año y el avance sobre la autonomía local ha dado un giro sobre las perspectivas.
En cambio, Taiwán abre las puertas. Gobernado de manera autónoma desde 1949 pero cuya soberanía reclama Beijing, que no descarta el uso de la fuerza para lograr la reunificación, las autoridades han puesto en marcha un mecanismo de acogida: la Oficina para Intercambios y Servicios de Taiwán y Hong Kong. Desde su creación, el pasado 1 de julio, asegura haber recibido más de mil consultas relacionadas con inmigración y residencia permanente. En los primeros siete meses del año, se han mudado a Taiwán 3.876 hongkoneses, más del doble que en el mismo período de 2019, aunque no se detalla cuántos de ellos eran disidentes.
Aunque con la crisis por el coronavirus, los viajes entre Hong Kong y Taiwán se cancelaron casi por completo, lo que afectó a aquellos que buscaban refugio en la isla. Esto provocó episodios como el mencionado de la lancha interceptada, que no ha sido el único, según la prensa local. Y entre los que emigran de manera irregular, algunos no cuentan con pasaporte, confiscado a veces por la Policía.
En los primeros compases de las protestas la huida era más sencilla. Ahora, con la ley de seguridad nacional en vigor (que contempla hasta cadena perpetua para supuestos como la secesión o confabulación con fuerzas extranjeras), salir de Hong Kong se ha complicado mucho para manifestantes y activistas bajo sospecha. Ante el caso mencionado de la lancha, la jefa ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, argumentó que si “fueron arrestados por infringir las leyes de China continental, entonces deben ser tratados de acuerdo a las leyes de China continental”.
La asistencia en Taiwán es clave. La agencia Reuters reportó que la Guardia Costera local acoge desde agosto a cinco personas que salieron en lancha y fueron rescatadas en las islas Pratas. De todos modos, oficialmente, las autoridades aclaran que toda persona que ingrese debe hacerlo por la vía legal.
Lejos quedan los tiempos de Yellowbird, quizá la más famosa de las operaciones con destino a Hong Kong, cuando activistas organizaron la logística necesaria para que los manifestantes de Tiananmen cruzaran a puerto seguro en 1989. Más recientemente, muchas ONG internacionales se habían mudado a Hong Kong tras una ley en 2017 que restringía las operaciones en China, pero ahora analizan un nuevo traslado.
El librero hongkonés exiliado Lam Wing Kee defiende la política de refugio con vehemencia: “Quiero decir una cosa a los taiwaneses que no estén a favor de acoger a los hongkonese; si diez o veinte mil jóvenes hongkoneses vienen a Taiwán, cuando China ataque Taiwán, ellos empuñarán las armas junto a los taiwaneses para defenderla”.
(Con información de EFE, AFP, Reuters)
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