Irán atraviesa uno de los momentos más críticos desde la Revolución Islámica de 1979. El deterioro de su economía, la presión internacional por sus planes nucleares y el creciente descontento de la población con un gobierno que se muestra incapaz de satisfacer sus necesidades más elementales llevaron al país a un estado de profunda incertidumbre.
“El régimen iraní enfrenta una crisis de legitimidad, hay una brecha creciente entre las autoridades y la población, especialmente entre los jóvenes”, afirmó el Dr. Raz Zimmit, investigador especializado en Irán del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Israel (INSS), en una conferencia organizada este miércoles, conjuntamente con la Cancillería israelí, de la que participó Infobae.
Zimmit sostuvo que el país atraviesa una combinación de retos económicos, sociales y políticos, que no está pudiendo resolver. En ese cuadro, los problemas materiales son cada vez más acuciantes, y no solo por las sanciones, sino por la acumulación de muchos años de fallas estructurales, como la corrupción generalizada y la falta de transparencia, que se sumaron al colapso de su industria petrolera y a la emergencia del coronavirus.
Esto es lo que explica la crisis de legitimidad que enfrenta el régimen. “Se hizo muy evidente por la baja participación en las elecciones parlamentarias de febrero y por las protestas que estallaron en los últimos años, incluso contra los clérigos. Son resultado no solo de presiones externas, sino de las dificultades del gobierno para lidiar con con los problemas internos y cumplir con la promesa de la revolución de lograr cierto desarrollo de la economía”, dijo Zimmit.
No obstante, a pesar de todo esto, el estudioso de la República Islámica no cree que Irán “esté al borde del colapso económico ni de un cambio de régimen”. “Hay varias razones –dijo–. Por un lado, todavía hay cohesión al nivel de las elites. No es que no haya diferencias de opiniones, porque hay pragmáticos y conservadores, pero desde hace algunos años, especialmente por las presiones externas, se han mantenido unidas ante el enemigo común, que es Occidente. El otro punto es que cuenta con el apoyo de las Fuerzas Armadas, de la Guardia Revolucionaria, que se volvió más fuerte en los últimos años. No solo por la debilidad del presidente Hasan Rohani, sino por su involucramiento creciente en asuntos domésticos y económicos”.
Hay otro factor que no se puede soslayar: el movimiento de protesta, incluso a pesar de lo multitudinarias que fueron algunas movilizaciones, sigue siendo muy débil. Sobre todo, porque tiene serios problemas de organización. Es más bien una colección de manifestaciones locales sin coordinación ni liderazgos a escala nacional. Además, la clase media, que históricamente estuvo detrás de los cambios políticos en el país, ha estado ausente de estas protestas.
“Hay muchos iraníes que no apoyan al régimen, pero les preocupan las alternativas. Tienen miedo al caos. Ven lo que ha pasado en Medio Oriente y entienden que uno sabe cómo empieza una revolución, pero no cómo puede terminar. Por otro lado, el régimen siempre ha podido adaptarse en función de las presiones externas. La situación económica es muy mala, con inflación, desempleo creciente y recesión, pero antes del COVID-19 había indicios de ciertas mejoras. La economía ha logrado reducir la dependencia del petróleo, que pasó de representar el 70% de los ingresos al 20% actualmente. Hablar de cambio de régimen en Irán es más una expresión de deseos que una realidad”, afirmó Zimmit.
En este contexto, lo que viene sucediendo en Irán es una progresiva radicalización política. En parte como consecuencia de sentirse acorralado desde el exterior, pero también porque el ayatollah Ali Khamenei está haciendo todo lo posible para que los conservadores sigan dominando la escena política a medida que se acerca al final de su era. “Podríamos ver un presidente de línea dura en las elecciones de 2021″, dijo el investigador israelí.
Al mismo tiempo, crece la preocupación en Medio Oriente por los intentos iraníes cada vez más agresivos y ambiciosos de ganar influencia. “Irán extendió su involucramiento económico y político en Irak y en Siria, algo que usa para armar Hezbollah, y sigue apoyando al radicalismo palestino en Gaza y a los rebeldes hutíes en Yemen. Irán aprovechó la crisis en Siria y la irrupción de ISIS para ampliar su influencia. Pero en los últimos dos años empezó a encontrar dificultades, porque su éxito se debió más a las debilidades del mundo árabe que a sus fortalezas, y ahora se están viendo sus limitaciones. Hasta en Irak, donde hay muchos chiíes, hay resistencia a su presencia. Y una cosa es pelear con ISIS y otra es pelear con Estados Unidos, Israel o Rusia”.
En este marco, no hay señales de una recomposición de las relaciones con Estados Unidos, pensando en la perspectiva de un nuevo acuerdo nuclear, tras la salida estadounidense del que se había firmado en 2015, durante la presidencia de Barack Obama. “Las chances de una nueva negociación entre Estados Unidos e Iran es muy lejana, y no va a pasar nada antes de las elecciones del 3 de noviembre (en Estados Unidos). Es poco probable también esperar acciones radicales por parte de Irán. Pero incluso después de los comicios será muy difícil convencer al líder supremo para ir a una negociación, por más que gane Joe Biden. El escenario más optimista a largo plazo sería quizás un acuerdo para frenar algunas sanciones a cambio de que Irán vuelva a cumplir algunas cosas del pacto, pero la ventana de oportunidad es muy chica. Hay que ser realistas y yo soy muy escéptico”, dijo Zimmit.
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