Después de fugarse por unos días para eludir la presión familiar, la joven pareja de enamorados volvió a casa, esperando encontrar comprensión, sin imaginar la violencia que se iba a desatar contra la adolescente.
El caso tuvo lugar en Besançon, una ciudad de algo más de cien mil habitantes en el este de Francia.
En Twitter, el ministro de Interior y de Cultos, Gérard Darmanin, se declaró “profundamente shockeado por este acto de tortura contra una muchacha de 17 años”. El funcionario pidió las más severas sanciones para los perpetradores de “esta barbarie”.
Los padres y los tíos se oponían a la relación de la chica con un joven serbio cristiano. Para escapar a la prohibición familiar, la pareja huyó. Las amenazas de la familia se acrecentaron. Los amantes decidieron entonces regresar de su fuga y enfrentar la situación. Al llegar a su casa, la muchacha fue brutalmente golpeada y además rapada.
El novio fue entonces a la policía a hacer la denuncia. La familia, musulmana de origen bosnio, fue detenida. La joven fue llevada al hospital. Tenía una costilla rota y varios hematomas. En una oreja, presentaba la lesión característica de un fuerte tirón.
Los médicos le dieron una licencia laboral de 14 días. Son los que necesitará para reponerse de las heridas físicas. Las otras, seguramente dejarán una huella más profunda. La chica se encuentra actualmente bajo protección judicial, alejada del rencor familiar.
Los cuatro parientes detenidos serán juzgados a fines de septiembre por “violencia en grupo contra una menor frente a menores”, pues los cuatro hermanos de la víctima fueron testigos del cruel correctivo de una familia dispuesta a todo con tal de impedir el casamiento de su hija con un cristiano.
La protagonista de este caso había llegado a Francia desde Bosnia-Herzegovina, en 2017, junto a su familia. Desde hacía varios meses estaba sentimentalmente ligada a un joven serbio, vecino del edificio donde vivía.
“Las dos familias se conocían y su relación no parecía un problema, hasta que los jóvenes empezaron a hablar de casamiento y los padres de la chica le advirtieron: ‘Somos musulmanes, no te casarás con un cristiano”. Ese fue el relato que le hizo a la prensa la vice-procuradora de Besançon, Margaret Parietti.
La familia le quitó el teléfono celular a la chica para que no pudiera contactar a su novio. Esa presión provocó la decisión de los adolescentes de huir. La fuga duró cuatro días, durante los cuales mantuvieron sin embargo contacto con sus respectivas familias. Pero cuando el joven recibió amenazas de los padres de ella en el celular, se preocuparon y decidieron volver.
Al regreso, se refugiaron primero en la casa de la familia del muchacho. Pero luego, al recibir mensajes tranquilizadores de la madre de la chica, ella decidió volver. No fue sola, sino acompañada por su novio y los padres de éste.
Lo que debía ser un reencuentro conciliador rápidamente derivó en una situación de violencia. “La primera cachetada vino de la madre, y entonces se desató un aluvión de golpes. Ella fue llevada a la fuerza a una habitación. Allí fue rapada, según declaró luego, por su tío, el hermano de su padre, mientras era golpeada”, precisó la magistrada.
Su cabello, largo de 60 centímetros, cayó al suelo en espesos mechones. Al parecer el tío cumplía órdenes del padre.
Los padres del muchacho no se atrevieron a intervenir, algo que tal vez hubiese agravado las cosas, pero el joven alertó de inmediato a la policía. Al llegar los agentes al departamento, la familia intentó esconder a la chica en una habitación, sin éxito, ya que pronto fue encontrada por la policía que de inmediato la llevó al hospital.
El castigo infligido por la familia a la joven retrotrae a tiempos en que se penaba de ese modo la infidelidad femenina: es tan violento como simbólico, pues atañe a uno de los atributos de la mujer asociado a la seducción. El rapado de la cabellera apunta esencialmente a humillar a la víctima y dejarle un estigma visible, al menos por un tiempo.
El caso revela las dificultades que enfrentan muchas sociedades europeas en materia de integración en los últimos tiempos. Paradójicamente, las reivindicaciones identitarias han derivado, no en la desaparición del racismo y del prejuicio, sino en una división de la sociedad en grupos étnico-religiosos. Con el argumento de evitar la discriminación se cae en el separatismo. Este fenómeno, que los franceses llaman comunitarismo, en oposición a la integración cultural y social, se ha exacerbado generando incluso la aparición de guetos en el seno de la sociedad.
En castellano, la palabra “comunitarismo” puede inducir a engaño, ya que se asocia a comunidad o a convivencia, cuando en realidad alude al problema inverso: designa el fenómeno de grupos que rechazan la integración y pretenden replegarse sobre sí mismos y aislarse del resto de la sociedad.
En entrevista con Infobae, el sociólogo francés Michel Wieviorka lo explicaba de este modo: “Desde los ’90, algunos empiezan a afirmar que el velo es nada más que la punta del iceberg de un problema más grande: aparece la idea de que algunas comunidades se están instalando en Francia y que pretenden imponer sus leyes en un determinado territorio, por fuera de las leyes francesas”. De todos modos, hacía la salvedad de que los entre 4 y 6 millones de musulmanes que viven en Francia no conforman una sola y homogénea comunidad, sino varios grupos diferentes con distintos modos de practicar la religión.
El gobierno de Emmanuel Macron tiene en estudio desde hace un tiempo un proyecto de Ley destinado a combatir el “separatismo cultural y religioso”, en particular el de ciertas corrientes musulmanas radicalizadas. El caso de violencia familiar contra la adolescente de Besançon podría acelerar su tratamiento.
El proyecto apunta a “evitar que ciertos grupos se encierren en torno a pertenencias étnicas o religiosas”, explicó el primer ministro francés, Jean Castex, en un discurso frente a la Asamblea nacional hace pocos días. Al asumir, el 3 de julio pasado, el Premier había declarado: “No puedo admitir ciertos repliegues de grupos sobre sí mismos, ciertos comunitarismos”.
El 8 de octubre del año pasado, luego del atentado contra la Prefectura de Policía en París, el presidente Macron había advertido que “el islam político no tiene lugar en la República” y anunciado una estrategia de lucha contra el “separatismo islámico”.
“Hay que llamar a las cosas por su nombre -dijo también el Presidente-: la lucha contra el islamismo radical [N.de la R: extremista] bajo todas sus formas es y sigue siendo una de nuestras mayores preocupaciones”.
El fenómeno que algunos describen como una “archipielaguisación” de Francia -es decir la formación de “islas” étnico religiosas- preocupa a la dirigencia desde hace tiempo, pero la solución no será sencilla.
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