Alexei Navalny, quien este jueves fue hospitalizado tras un presunto envenenamiento, se ha convertido en los últimos años en la cara más visible de la oposición al presidente ruso, Vladimir Putin, encabezando numerosas protestas en su contra y siendo detenido en repetidas ocasiones por las autoridades, especialmente después de revelar los escándalos de corrupción del todopoderoso líder del Kremlin.
Las autoridades electorales, afines a Putin, han impedido la participación del abogado en los comicios por una condena a cinco años de prisión en suspenso por malversación en una compañía de explotación forestal, en un caso que se remontaba a 2009.
Tras hacerse conocido desde un popular blog en el que atacaba y denunciaba al gobierno, ganó notoriedad en las elecciones legislativas de diciembre de 2011, que generaron una ola de protestas y en las que el abogado destacó por su carisma y por la virulencia de sus ataques contra el Kremlin. En 2012 la BBC lo describió como la principal figura opositora que surgió tras esas controvertidas elecciones. En 2013, fue candidato a la alcaldía de Moscú y recibió el 27% de los votos enfrentando a un oficialista, pero no reconoció la derrota. Nunca pudo llegar a medirse cara a cara con Putin en las urnas.
Pese al veto, Navalny hizo campaña para enfrentarse al jefe del Kremlin en las presidenciales de 2018, así no sea el candidato. Estableció una red de oficinas de campaña en todo el país y desde entonces ha estado presentando a figuras opositoras en comicios regionales para enfrentar a los aspirantes del partido gobernante, Rusia Unida. Actualmente, es líder del partido Rusia del Futuro, con un programa de centro derecha.
En los años previos, pasó por el partido de oposición liberal Yabloko, del que fue expulsado en 2007 por sus posiciones nacionalistas, pero nunca ha dejado de cuestionar la legitimidad de Putin. También participó en manifestaciones con tintes racistas, como las de Marcha Rusa, pero en los últimos años se ha alejado de estos movimientos y ha borrado progresivamente el tono nacionalista de sus discursos.
El opositor, que siempre ha denunciado unas acusaciones “fabricadas” con “evidentes motivos políticos”, ha cumplido en los últimos años varias penas de algunas semanas de cárcel por organizar protestas contra Putin sin autorización y ha sido atacado en plena calle por seguidores del Gobierno.
El año pasado, el abogado ya había sido trasladado a un hospital desde la cárcel en la que cumplía una sentencia tras un arresto administrativo, por lo que su equipo dijo que era un presunto envenenamiento, al sufrir una extraña hinchazón de los párpados y múltiples abscesos en el cuello, espalda, torso y codos. Los doctores señalaron entonces que sufrió una grave reacción alérgica y le dieron el alta para regresar a prisión al día siguiente.
Navalny no sería el primer opositor que sufre un misterioso ataque. En 2018, Pyotr Verzilov, miembro del grupo activista Pussy Riot, acabó en una unidad de cuidados intensivos y tuvo que ser trasladado a Berlín para recibir tratamiento. El activista Vladimir Kara-Murza fue hospitalizado con síntomas de envenenamiento en 2015 y 2017. Los dos dicen que fueron atacados por su actividad política.
Además, en 2017, fue atacado por varios hombres que le arrojaron un antiséptico a la cara, causándole daños en un ojo.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha declarado que los arrestos y la detención de Navalny por parte de Rusia en 2012 y 2014 tuvieron una motivación política y violaron sus derechos humanos, un fallo que Moscú calificó de cuestionable.
Navalny, no obstante, relativizó sus detenciones. “Me dedico a la política desde hace mucho tiempo, a menudo me arrestan, es parte de la vida. Hago el trabajo que prefiero, la gente me apoya, tengo muchos simpatizantes. ¿Qué puede hacer más feliz a un hombre?”.
La Fundación Anticorrupción de Navalny ha expuesto casos de corrupción entre funcionarios del gobierno, incluyendo algunos al más alto nivel. El mes pasado, el político tuvo que cerrar la fundación tras una demanda económicamente devastadora de Yevgeny Prigozhin, un empresario que mantiene una estrecha relación con el Kremlin.
En tanto, la semana pasada, el presidente autoritario de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, acusó a Navalny de organizar las protestas multitudinarias sin precedentes contra su reelección que han sacudido a la ex república soviética desde el 9 de agosto. El dirigente no ofreció sin embargo evidencia alguna para respaldar su denuncia, que fue una de las muchas en las que culpó a fuerzas extranjeras de la situación.
(Con información de AFP, AP, EFE, Reuters)
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