Al comienzo del COVID-19, cuando todavía no se conocía cómo iba a evolucionar, hubo especulaciones optimistas sobre un baby boom: con muchas personas encerradas en sus casas con sus parejas, por el confinamiento, sería cuestión de esperar algunos meses para comprobarlo. “Esa especulación se basa en mitos persistentes sobre picos de nacimientos que suceden nueve meses después de una tormenta de nieve o un apagón grave de electricidad. Pero resulta que estas historias tienden a no resistir el examen estadístico”, reveló, para desilusión de muchos, Brookings Institution en un informe sobre por qué esta pandemia —y por qué sobre todo esta pandemia— no causará un boom de bebés en el porvenir cercano.
“La crisis del COVID-19 es mucho más que una orden temporaria de quedarse en casa. Está causando una pérdida económica tremenda, gran incertidumbre y enorme inseguridad”, siguió el informe. El teletrabajo es alienante, y el desempleo muchísimo más; los niños perdieron mucho del aprendizaje y socialización que brinda la escuela y nada parece indicar que sea seguro que abandonen las videoclases para regresar al aula. El temor a infectarse no cede y los controles médicos regulares, que permiten prevenir y tratar otras enfermedades, se postergan, como una amenaza adicional de males.
Ya nadie encuentra divertida la opción de quedarse en casa, casi en ningún punto del planeta. Y según las estadísticas, mucha gente en edad de ser padres o madres prefiere poner en pausa esos proyectos porque, por el momento, este mundo no parece uno deseable para un hijo. “Por eso las tasas de natalidad se desplomarán”, vaticinó Brookings.
“No quiero decir que no valga la pena”, dijo a The Boston Globe Bianca Meant, una trabajadora social de Woburn, Massachusetts. “Pero, ¿cómo van a ser sus vidas? ¿Van a ir a la escuela en pequeñas burbujas de plástico?”. Meant tiene un hijo de dos años y recordó que su primera licencia de maternidad, llena de clases de yoga para la mamá y el bebé y visitas de amigos y familiares, sería imposible ahora. “Todo quedaría marcado por el miedo, y eso se transmite. Los bebés perciben”.
A los temores habituales de la gestación, de los más existenciales a los más corrientes, se le suman ahora otros: ¿qué pasa si una embarazada se contagia de COVID-19? ¿Si alguno de los miembros de la familia pierde su empleo? ¿Si el bebé da positivo en una prueba de coronavirus?
Hay también otras cuestiones como el bienestar y el desarrollo psicológico: Dashanna Hanlon, fundadora de Caring for Mamas, recibe todo el tiempo preguntas al respecto: luego de haber nacido en un mundo lleno de gente enmascarada, ¿cómo se adaptaría un bebé a ver las caras de los demás? ¿Y qué efecto podría tener en su vida que al comienzo no haya podido saber que la gente sonríe?
“Como cualquier padre puede decirnos, los niños conllevan un costo”, analizó Brookings, una institución dedicada a la economía. “Requieren gastos de dinero, tiempo y energía”. Y por eso suelen asociarse a los ciclos económicos. Por ejemplo, “aquellos lugares que experimentaron una reducción del empleo y los ingresos, como resultado del aumento de la competencia de las importaciones de China, tuvieron como consecuencia tasas de natalidad más bajas”. De manera similar, “El aumento del acceso a la vivienda también provocó un aumento de la fecundidad”.
Si se controlan todas las demás variables, históricamente por cada aumento del 1% en el porcentaje de desempleo se da una disminución del 1,4% en el porcentaje de natalidad. Entre 2003 y 2018, los Estados Unidos los estudios de Brookings mostraron que por cada 1% que caía el trabajo, también caía en un 0,9% la cantidad de bebés.
“La crisis de salud pública del COVID-19 ha causado un daño grave a la economía, y es probable que la recesión dure muchos meses. La Reserva Federal pronostica que la tasa de desempleo se mantendrá en el 9,3% a finales de año”, argumentó el informe. “Un análisis de la Gran Depresión nos lleva a predecir que, a corto plazo, las mujeres tendrán muchos menos bebés, y algunas de ellas tendrán menos hijos en total a lo largo de sus vidas”.
Si se consideran solamente esas cuestiones económicas básicas, en 2021 los Estados Unidos sufrirían un descenso de entre el 7% y el 10% de los nacimientos. Dado que en 2019 hubo casi 3,8 millones de bebés nuevos, el país se enfrentaría a un déficit de entre 266.000 y 380.000 nacimientos en 2021. Pero una pandemia es algo más grave que una caída económica.
“Es probable que se produzca un descenso aun más pronunciado en los nacimientos como resultado directo de la crisis de salud pública y la incertidumbre y la angustia que crea, y acaso hasta algún punto, del distanciamiento social”, agregó Brookings. “Nuestro análisis de la gripe de 1918 arrojó una disminución del 15% en los nacimientos anuales, que no estuvo acompañada por una recesión importante. Y esto ocurrió en un periodo durante el cual no se contaba con la anticoncepción moderna para regular la fertilidad con facilidad”.
Es decir que al pensar en los efectos del COVID-19 en la cantidad de bebés que se verán en 2021 hay que considerar las dos crisis: la económica y la sanitaria. “Combinando estos dos efectos, podríamos ver una caída de quizás 300.000 a 500.000 nacimientos en los Estados Unidos”, pronosticó el informe. Y si el mercado laboral sigue afectado, como se pronostica, ya que se estima que el 42% de los puestos de trabajo perdidos no se recuperarán, habrá una disminución permanente de ingresos y muchos nacimientos no sólo se postergarán: nunca ocurrirán. “Ese será otro costo de este episodio terrible”.
El Globe citó otra investigación, del Instituto Guttmacher, dedicado a la defensa del derecho que las mujeres accedan a la salud reproductiva y el aborto, que halló que “la tercera parte de las mujeres planificaba demorar el embarazo o quería menos niños debido a la pandemia”. Eso era más pronunciado en grupos minoritarios que, además, resultaron especialmente golpeados por el COVID-19, como los afroamericanos y los hispanos.
Hasta hace poco Ashley Garrett, una mujer soltera de 30 años, había estado investigando las distintas opciones de la fertilización in vitro para ser madre. Pero el coronavirus le quitó el deseo. “En lugar de sentirme mal por no tener hijos, en reallidad estoy contenta”, dijo al periódico de Boston. “Ha sido suficiente preocuparme por mí, mis padres, que son mayores, mi familia, mis amigos y mi empleo. No creo que me resulte posible sobrellevar el estrés de cuidar a un hijo durante esto y asegurarme de su bienestar también”.
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