El Centro Simon Wiesenthal condenó la presencia de negacionistas del genocidio en Ruanda en la Comisión del Pasado Colonial Belga y expresó su respaldo a la ONG IBUKA (“Remember”), una organización que agrupa a varias asociaciones de sobrevivientes.
“Tenemos la obligación de unirnos a IBUKA contra los miembros negacionistas de la Comisión del Pasado Colonial Belga para asegurarnos de que nuestras mutuas víctimas no sean asesinadas dos veces”, señaló el Centro a través de un comunicado titulado “Los judíos luchan contra la ‘Negación del Holocausto’, los Tutsis contra la ‘Negación del Genocidio’”.
“Apoyamos la batalla de IBUKA para que los negadores del genocidio sean expulsados de la Comisión Belga sobre su pasado colonial”, apuntó el Dr. Shimon Samuels, Director de Relaciones Internacionales del Centro.
La ONG, dedicada a documentar las víctimas del Holocausto judío y llevar registros de los criminales de guerra nazis, sostuvo que “saber ahora que la Comisión Belga sobre su pasado colonial tiene negadores del genocidio en su Comisión Directiva es un ultraje”.
“Entre éstos aparentemente se incluye a los fundadores del antiisraelí Vlaams Palestina Komitee (Comité Flamenco - Palestino), entre los que –según informes-, proliferan tuits con declaraciones antisemitas”, repudió además el Centro.
Después de la Primera Guerra Mundial, partes del Imperio Africano - Alemán fueron encomendadas a Bélgica. Como antepasados de los nazis, estuvieron inmersos en el movimiento eugenésico y traían calibradores para medir narices y cráneos. En 1926, Ruanda/Burundi poseía un sistema de “tarjetas de identificación étnicas” que diferenciaban entre Hutus y Tutsis. “Esta clasificación racial fue un factor que luego originaría los asesinatos en masa de pobladores Tutsis”, recordó el Centro Simon Wiesenthal.
El 30 de junio de este año, el rey Felipe de Bélgica lamentó la violencia desplegada por su país.
Sin embargo, “la independencia de Ruanda trajo consigo conflictos más frecuentes con la mayoría de víctimas Tutsis”. En la Alemania nazi, los judíos fueron llamados “alimañas”. Sesenta años después, en Ruanda, los Tutsis fueron descritos como “cucarachas”.
La masacre perpetrada entre el 7 de abril y el 15 de julio de 1994 dejó cerca de un millón de muertos: aproximadamente el 70% de la población tutsi. Se trató de un genocidio de “baja tecnología”, en el que el hegemónico gobierno Hutu asesinaba con machetes suministrados por China.
“Invitado por el gobierno de Ruanda, bajo los auspicios de la ONU, un grupo intergeneracional de sobrevivientes de genocidios -indígenas estadounidenses, armenios, camboyanos y, por supuesto, judíos y ruandeses-, se sentaron en círculo bajo el crepúsculo en Kigali, capital de Ruanda, cada uno presentando sus historias. No había un orden jerárquico de sufrimiento, sólo una perfecta empatía”, recordó Samuels.
“Unos meses después, mi colega, nuestro cazador de nazis, el Dr. Efraim Zuroff, fue invitado como asesor de las víctimas para llevar a los perpetradores ante la Justicia. Desde París, propusimos, como en el caso de Auschwitz-Birkenau, que la preservación del sitio de la Hecatombe de Morombi fuera declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO”, agregó.
“En nuestra conferencia ante la UNESCO en 2008, en el 70° aniversario de la ‘Kristallnacht’ (Noche de los Cristales), participó Assumpta Mugiraneza de la Universidad de Kigali como oradora principal, dando cuenta de las atrocidades en Ruanda. Anualmente, el 7 de abril, nuestro Centro está invitado a pronunciarse en la Ceremonia de Conmemoración de IBUKA en París”, concluyó.
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