El presidente francés, Emmanuel Macron, visitó este jueves una Beirut conmocionada, prometiendo apoyo e instando a un cambio en el sistema político luego de que una explosión masiva devastara la capital libanesa en un desastre que ha provocado dolor y furia.
Macron visitó la zona de explosión junto al puerto de Beirut, ahora un páramo de ruinas ennegrecidas y escombros carbonizados donde un cráter de 140 metros de ancho se ha llenado de agua de mar.
Posteriormente, el presidente recorrió a pie una de las calles principales de la capital libanesa. Allí, Macron se topó con una multitud enojada, que expresó su furia contra el gobierno libanés. Se escucharon las consignas “revolución”, “¡la gente quiere poner fin al régimen!” y “¡el presidente Michel Aoun es un terrorista!”.
La ira de los ciudadanos está en aumento por la explosión causada por una enorme cantidad de nitrato de amonio que había permanecido durante años en un destartalado almacén del puerto, lo que demuestra a muchos libaneses la profunda podredumbre en el corazón de su sistema estatal. Incluso mientras siguen contando a sus muertos y limpian las calles, muchos libaneses están furiosos por una explosión que consideran la expresión más impactante de la incompetencia de su liderazgo.
Mientras Macron inspeccionaba una farmacia devastada, tuvo varios intercambios con los ciudadanos.
“Ayúdanos. Por favor ayúdanos. ¿Qué estás haciendo para ayudarnos?”, lo increpó uno.
“Ven a gobernarnos!”, le gritó otro.
En un momento, el presidente francés hizo a un lado a los guardaespaldas para abrazar a una mujer.
“Usted es nuestra única esperanza, por favor, señor!¡Ayúdenos!”, le gritó un grupo de personas. “¡No le dé dinero al Gobierno”. Los ciudadanos también le pidieron a Macron la aplicación del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, que proporciona el marco para que el Consejo de Seguridad pueda tomar medidas “para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales”.
Por eso, Macron dijo a la multitud que instaría a los líderes del Líbano a aceptar “un nuevo acuerdo político” y “cambiar el sistema, detener la división del Líbano, luchar contra la corrupción”.
La visita de Macron al pequeño país mediterráneo, que fue un protectorado francés durante 23 años en la era colonial, fue la primera de un jefe de estado extranjero desde la tragedia sin precedentes del martes. París ha encabezado la movilización internacional en apoyo del Líbano, con el envío de ayuda médica, hospitales de campaña, expertos en rescate y perros de rastreo.
Dos días después, el Líbano todavía se está recuperando de una explosión tan grande que se sintió en los países vecinos, su nube en forma de hongo trazó comparaciones con la bomba atómica de Hiroshima.
“El shock se convertirá en ira”
El desastre podría reactivar un movimiento de protesta que estalló en octubre pasado y que por momentos pareció que podía derrocar lo que los activistas consideran una cleptocracia hereditaria.
Sin embargo, las esperanzas de cambio pronto se desvanecieron en medio de las graves dificultades económicas y la pandemia de coronavirus. Pero desde el desastre, las redes sociales están otra vez repletas de llamados para echar a los líderes del país.
“La clase política del Líbano debería estar en guardia en las próximas semanas”, escribió Faysal Itani, del grupo de expertos del Centro de Política Global, en The New York Times. “El shock inevitablemente se convertirá en ira”.
Human Rights Watch apoyó los crecientes pedidos de una investigación internacional sobre el desastre, diciendo que era “la mejor garantía de que las víctimas de la explosión obtendrán la justicia que merecen”.
En Francia, los fiscales abrieron una investigación sobre la explosión de las lesiones sufridas por 21 ciudadanos franceses.
El gobernador de Beirut estimó que hasta 300,000 personas quedaron temporalmente sin hogar por la destrucción, que según él le costaría al país endeudado más de tres mil millones de dólares.
Según varios funcionarios, la explosión fue causada por un incendio que encendió 2.750 toneladas de fertilizante de nitrato de amonio almacenado durante años en el puerto.
El primer ministro Hassan Diab y el presidente Michel Aoun han prometido poner a los culpables tras las rejas, pero la confianza en las instituciones es baja y pocos en las calles de Beirut tienen la esperanza de una investigación imparcial.
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