En una gran ciudad como México, San Pablo o Nueva York, esta escuela de artes digitales difícilmente atraería público: funciona en un suburbio, en un edificio venido a menos entre un grupo de bloques de apartamentos anodinos, sin cartel a la vista ni página web. Pero parte de su éxito en Beirut radica, precisamente, en esas condiciones que garantizan el secreto: se trata de un campo de entrenamiento para la producción de noticias falsas y otras manipulaciones en redes sociales y medios. Ofrece un curso de 10 días y pertenece a Hezbollah, que lo convirtió en una gran fuente de ingresos.
Una investigación exclusiva de The Telegraph denunció la academia de desinformación del grupo terrorista patrocinado por Irán que opera en Medio Oriente. Entre los testimonios centrales se destaca el de Mohammed —cuyo nombre real se mantuvo en reserva—, quien viajó desde Irak para hacer el curso y actualmente transmite lo que aprendió a otras personas en Bagdad.
Dentro del edificio, Mohammed se deslumbró por el fuerte contraste con la fachada raída: encontró “un interior opulento, lleno de tecnología avanzada y las luces parpadeantes de equipos informáticos especializados”, según describió el periódico británico. También había cámaras de un circuito cerrado de televisión, con las que se controlaba a los estudiantes.
El curso le enseñaría a “propagar el miedo y la desinformación en Medio Oriente”, siguió The Telegraph. “Le enseñaría a construir conjuntos de perfiles falsos en las redes sociales, que más tarde usaría para difundir propaganda y desinformación en línea para sembrar confusión, y a veces la muerte, en su país de origen”.
La investigación de Wil Crisp y Suadad al-Salhy reveló que “Hezbollah ha entrenado a miles de activistas en las redes sociales a los que sostiene Irán, y así ha ayudado a crear los llamados ‘ejércitos electrónicos’ en toda la región”. Desde al menos 2012, establecieron los autores, Hezbollah ha llevado al Líbano a personas que recibieron cursos en los que se les enseñó “cómo manipular digitalmente fotografías, manejar un gran número de cuentas falsas en las redes sociales, hacer videos, evitar la censura de Facebook y difundir eficazmente la desinformación en línea”. En su mayoría, los estudiantes llegaron desde Irak, Arabia Saudita, Bahrein y Siria.
Crisp y Al Salhy realizaron más de 20 entrevistas a políticos, analistas, especialistas en redes, miembros de la unidad de operaciones psicológicas del ejército iraquí, un agente del servicio secreto de Irak y varios ex miembros de estos ejércitos electrónicos. Dos de ellos revelaron la logística del envío de personas a los cursos de Hezbollah en el Líbano.
Toda la operación es secreta, al punto que a Mohammed se le indicó antes de partir que no podía revelar a nadie que viajaría a Beirut. “Cuando aterricé estaba nervioso, por todo el secreto involucrado”, lo citó el periódico. En el campamento lo recibió “un anciano imán de Hezbollah, vestido con ropas religiosas tradicionales”; los instructores, en cambio, “estaban vestidos de manera informal o con trajes y en su mayoría no tenían barba”. Algunos ni siquiera se reunían con los estudiantes y el personal en las sesiones regulares de rezo a lo largo del día.
“Cuando conocí a los especialistas de la instrucción y comprendí la profundidad técnica del curso, me entusiasmé mucho”, dijo Mohammed, que realizó su entrenamiento en 2015 y desde entonces ha ofrecido a su vez capacitación a otros en Bagdad y también se ha ocupado de enviar a docenas de personas a Beirut. Sus estudiantes se integraron en equipos para el hackeo y la operación de cuentas en redes sociales. “Es la industria de la ilusión”, definió. “Hezbollah gana millones de dólares por estos cursos, pero para los clientes vale la pena el gasto”.
Entre las personas con las que se corroboró la historia, The Telegraph dio el nombre de Abdullah a un político de importancia de uno de los principales partidos iraquíes, quien aseguró haber estado involucrado en el envío de individuos a Beirut para entrenarlos. “Se convirtió en un negocio para Hezbollah”, analizó. “La gente que enviamos adquirieron sus conocimientos en Beirut y cuando regresaron empezaron a entrenar a los activistas dentro de Irak”. Si bien se ofrecía una capacitación similar en Irán, no era un programa tan popular ni tan fácil de acceder, agregó Abdullah.
Si Hezbollah se encuentra en la lista de organizaciones terroristas de 18 países —incluidos los Estados Unidos y el Reino Unido, además de grupos como la Unión Europea y la Liga Árabe— se debe entre otros factores al “entrenamiento y las actividades de enlace con los insurgentes chiítas en Irak” según citó un informe del Departamento de Estado presentado al Congreso estadounidense en 2011. Kataeb Hezbollah, un grupo paramilitar chiíta iraquí también conocido como Brigadas del Partido de Dios, envió a varios de sus miembros al entrenamiento de fake news en el Líbano.
“El grupo ha llevado a cabo campañas despiadadas en las redes sociales, a gran escala, durante 2019″, citó The Telegraph. Entre otras actividades señaló la creación y la circulación de “videos de alta calidad que atacan agresivamente a figuras públicas que Kataeb Hezbollah percibe como enemigos de su expansión”. Una técnica común de estos ejércitos electrónicos es crear una densa red de cuentas falsas para amplificar los mensajes con likes, comentarios y reproducciones.
Esto tiene mucho más impacto en los países de Medio Oriente que en Europa y los Estados Unidos, advirtió Mohanad al-Semawee, director del Centro de Medios Digitales de Irak, una organización independiente para el monitoreo y el análisis de la información. Eso se debe al déficit de instituciones gubernamentales y medios periodísticos de calidad, explicó. “El efecto general del aumento de los perfiles falsos que difunden fake news es enormemente perjudicial para Irak, y empeora todo el tiempo”, lo citó el artículo. “Las declaraciones fraudulentas y los mensajes en línea que incitan a la violencia pueden conducir fácilmente a una violencia letal en la vida real en Irak”.
Entre los episodios más recientes se cuenta el asesinato de Hisham al Hashemi, un analista iraquí de grupos terroristas y particularmente en el Estado Islámico, quien cayó muerto luego de que dos desconocidos lo balearan desde una motocicleta en Bagdad, el 6 de julio. En los días anteriores Al Hashemi había sido “amenazado repetidamente por grupos armados respaldados por Irán”, dijo el secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, al condenar el crimen y solicitar a Irak que lleve a los responsables ante la justicia.
Semanas antes de su muerte Al Hashemi había manifestado que temía un ataque de las milicias Hashd al-Shaabi, las Fuerzas de Movilización Popular financiadas por Irán, e incluso pensaba en mudarse a Erbil, una ciudad ubicada en una región semiautónoma kurda donde hay menos presencia de los grupos armados que patrocina Teherán. En las redes sociales, miles de iraquíes que repudiaron su asesinato exigieron que Facebook y Twitter asumieran también parte de la responsabilidad por esa muerte y que controlen la difusión de noticias falsas en sus plataformas.
Según The Telegraph, en mayo de 2020 Facebook eliminó una red de 324 páginas, 71 cuentas, cinco grupos y 31 cuentas en Instagram que en conjunto tenían 4,4 millones de seguidores y habían gastado USD 270.000 en publicidad. La “conducta coordinada apócrifa” que se citó como motivo incluyó el uso de cuentas falsas para hacer publicaciones, fingir que pertenecían a políticos y partidos del Kurdistán iraquí y administrar páginas de medios de comunicación inexistentes.
La existencia de una escuela de entrenamiento para las operaciones de desinformación no asombró a Joel Gulhane, analista de The Risk Advisory Group especializado en Medio Oriente y África del norte: “Durante años Hezbollah ha demostrado su capacidad de brindar apoyo de distintas maneras a los grupos de la región ideológicamente afines, así que también comparta este enfoque en la región es coherente con su conducta anterior”. El sentido de “emplear la desinformación para perturbar y erosionar la verdad”, agregó, “apunta principalmente a hacer que la gente pierda la confianza en lo que es cierto y a la vez a nutrir sentimientos negativos sobre determinados temas”.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: