Khabarovsk, la región rebelde que se convirtió en una amenaza para el poder de Putin

Hace semanas hay multitudinarias marchas en contra del gobierno ruso. Comenzaron luego de la detención del entonces gobernador, Serguei Furgal, un político popular a quien acusan de asesinatos ocurridos 15 años atrás. Sospechan de razones políticas en su detención y posterior destitución

Guardar

Hasta el paquete más sellado puede tener fisuras. Desde afuera todo indicaba que Vladimir Putin había conseguido con su última jugada garantizar su permanencia en el poder hasta el 2036, pero la gran victoria de principios de julio en el referéndum para reformar la constitución, llevada a cabo entre gallos, medianoches y pandemia, no alcanza para sofocar las multitudinarias manifestaciones populares en contra de su gobierno que comenzaron en Khabarovsk, una región cercana a la frontera con China. En el centro de la masiva protesta está la figura del gobernador, quien fue detenido el 9 de julio acusado de crímenes cometidos quince años atrás y trasladado a Moscú para juzgarlo. El nombre del político es Serguei Furgal, pero en Khabarovsk muchos lo llaman “el gobernador del pueblo”, un apodo amoroso que para un político como Putin se traduce como una señal de inquietud y amenaza.

Primero, los números. La región de Khabarovsk, bien al este de Rusia y cercana a la frontera con China tiene alrededor de 600 mil habitantes. Se estima que un 10 % de la población asiste regularmente a las marchas que tienen su mayor expresión los sábados y que comenzaron reclamando que su gobernador fuera juzgado localmente. Sin embargo ahora las manifestaciones cambiaron de signo y la protesta se dirige a una persona en particular: el presidente Putin, quien el lunes último destituyó a Furgal y nombró en su lugar a un diputado del mismo partido, Mijail Degtiarev. Más allá de si Furgal es o no culpable de lo que se lo acusa, todos en Rusia saben que el arresto del ex gobernador obedeció a razones políticas.

Marcha en apoyo del ex
Marcha en apoyo del ex gobernador de Khabarovsk, Sergei Furgal, acusado de organizar asesinatos de empresarios quince años atrás. (REUTERS/Evgenii Pereverzev)

Es mucha gente la que sale a la calle, las imágenes son apabullantes y se hace imposible ser indiferente ante el tamaño de la protesta. La primera respuesta del Kremlin llegó en las palabras del vocero de Putin, Dmitri Peskov, quien siguiendo su tradición de hacer desviar la mirada se preocupó públicamente por los efectos que las reuniones masivas podrían tener en la población de Khabarovsk en tiempos de pandemia. Esta semana, con la movilización consolidada, desde el Kremlin hicieron saber que sospechaban de que la organización de las protestas venían de afuera de la región.

El origen está en la detención del gobernador Furgal, un ex empresario de 50 años, quien pertenece al partido nacionalista de derecha Liberal Demócrata de Rusia (LDPR), opositor al gobierno pero no tanto. Ocurre que en Rusia hay una serie de partidos opositores que sin embargo son funcionales al oficialista Rusia Unida y el de Furgal es uno de ellos: bancas legislativas aseguradas, cargos diversos, alguna gobernación, y todos contentos. De hecho, el propio gobernador ahora detenido y acusado de asesinato ocupó durante once años un asiento en la Duma rusa. Nunca lo habían acusado de nada. Hasta que Furgal decidió que quería más y en Rusia la ambición tiene un límite: Putin.

Rusia Unida gobernó Khabarovsk hasta septiembre de 2018, cuando la población votó por un cambio y decidió elegir a Serguei Furgal como gobernador. Por entonces en todo el país había protestas por la decisión del gobierno de elevar la edad para el retiro. En campaña, Furgal se manifestó en contra de esa medida y eso le abrió las puertas al triunfo. Ganó en segunda vuelta con un sorprendente 70% de los votos. Ahí llegó el primer castigo: con una excusa forzada, desde el Kremlin decidieron mudar la capital del extremo oriente ruso de Khabarovsk a Vladivostok.

Todavía Rusia Unida controlaba la legislatura de la ciudad de Khabarovsk (capital) y los parlamentos regionales. Un año después llegaba la catarata de votos que le daría al partido del gobernador el control legislativo de toda la región. Una serie de medidas como la de bajarse el sueldo o prohibir los vuelos en primera clase de los funcionarios, más el gesto de sumarse a protestas contra medidas del gobierno central y reunirse con personas cercanas al opositor Alexey Navalny con apelaciones en contra de la corrupción lo convirtieron al mismo tiempo en el “gobernador del pueblo” y en el enemigo del Kremlin.

Serguei Furgal, ex gobernador de
Serguei Furgal, ex gobernador de Khabarovsk, acusado de varios asesinatos. Furgal fue diputado en la Duma durante 11 años. (REUTERS)

El 9 de julio Furgal fue detenido bajo la acusación de haber ordenado los asesinatos e intentos de asesinato de varios hombres de negocios en su región y en regiones aledañas entre 2004 y 2005, y fue trasladado a Moscú, donde permanece bajo custodia mientras se lleva adelante el juicio en su contra. Unos días antes, uno de sus hermanos había muerto afectado por la Covid-19. El flamante gobernador nombrado por Putin, Degtiarev, es rechazado por la población entre otras cosas porque no lo consideran local. Justamente esa fue la intención del Kremlin, llevar a alguien de afuera ya que los posibles herederos del cargo de la zona responden a Furgal y no al liderazgo nacional del partido, que sigue en manos del excéntrico y funcional Vladimir Zirinovsky.

Degtiarev, quien ya advirtió que no renunciará pese a las demandas y la presión de las calles, nunca antes vivió en la región, pero eso es apenas un detalle en Rusia: el famoso oligarca Roman Abramovich fue gobernador de Chukotka, en el extremo noreste de Rusia y uno de los lugares más pobres del país, aunque vivía en Londres, donde ya era propietario del Chelsea.

En la última marcha, las consignas incluían frases como “Furgal fue nuestra elección” para “Vergüenza el LDPR” y claros lemas anti Putin como “Veinte años, no confiamos”, en referencia al tiempo que el líder ruso lleva en el poder. Otros carteles decían “No pueden comprarnos”, en alusión a que el nuevo gobernador anunció en estos días que el primer ministro Mikhail Mishustin prometió asignar 1,3 billones de rublos ($ 18,2 millones) en fondos federales para la región.

Mientras tanto, el ex gobernador Furgal niega haber cometido los crímenes de los que se lo acusa, aunque en realidad eso es un tema secundario en relación a la trama política: nada indica que la población de Khabarovsk lo crea un santo. Sí, en cambio, lo vieron capaz de enfrentarse al poder central y eso ya en Rusia tiene un valor incalculable. Y es que, incluso si Furgal fuera responsable de esos asesinatos, es evidente a los ojos de todos que pasaron muchos años en los que la Justicia no lo persiguió por esas causas, justamente el tiempo en que desde su cargo de legislador no representaba amenaza alguna para el poder central. Por si alguien dudaba, en Rusia no existe la autonomía real y quien impone las reglas a políticos y empresarios desde hace 20 años se llama Vladimir Putin. La división de poderes: bien, gracias.

Vladimir Putin, presidente ruso. (REUTERS)
Vladimir Putin, presidente ruso. (REUTERS)

Pero Furgal no está solo. Según el periódico de investigación Novaya Gazeta, al 82% de los alcaldes y gobernadores rusos les han abierto causas mientras estaban en el cargo, una forma elegante de extorsión por parte del poder central, podría decirse. En la mayoría de los casos, se trata de causas vinculadas a delitos económicos, aunque 128 funcionarios fueron acusados de asesinato en los últimos 6 años y Furgal ahora es uno de ellos.

“Su popularidad creció demasiado desde el punto de vista del poder central y entonces echaron mano al expediente que siempre se tiene guardado de cada uno de los representantes de la élite”, dijo al Moscow Times Andrei Kolesnikov, director del programa de política local del Centro Carnegie de Moscú. Kolesnikov buscó explicar el alcance disciplinador de este “carpetazo”. “Es un recordatorio para otros de cómo el Kremlin piensa seguir peleando contra los adversarios políticos”, dijo.

A finales de 2019, Serguei Furgal debe haber advertido que le estaba llegando su turno. Fue cuando las autoridades allanaron una empresa que, según los informes, tenía alguna clase de conexión con él y arrestaron a su ex socio comercial por cargos de asesinato. Todo indica que Furgal entendió ese mensaje porque poco después, sorprendentemente, hizo campaña por la reforma constitucional propiciada por el gobierno y convocó a la población a votar a favor. Pese a su empeño, los números no dejaron satisfecho al Kremlin: el 1 de julio sólo asistió a las urnas el 44% de las personas habilitadas para votar y el sí ganó en Khabarovsk con un 63%, un guarismo bastante menor al 78% promedio en todo el país. Esa noche Furgal no debe haber dormido bien.

Vladimir Putin muestra su pasaporte
Vladimir Putin muestra su pasaporte durante su voto en el referéndum por la reforma constitucional el 1 de julio de 2020. (Sputnik/Alexei Druzhinin/Kremlin via REUTERS)

Cuando se habla de arrestos motivados por razones políticas, no hay que olvidar que en 2003, cunado lo detuvieron por fraude al fisco y lavado de dinero, Mijail Jodorkovsky era el hombre más rico de Rusia y era el dueño de la fortuna número 16 del mundo. No satisfecho con sus éxitos políticos, procuraba hacerse de un espacio político en la centroderecha y se ilusionaba con competir con Putin en las siguientes elecciones. Esa ambición le costó diez años de cárcel en condiciones humillantes, algunos de ellos en Siberia y todo comenzó cuando, pretendiendo olvidar que él mismo había llegado a amasar su tremenda fortuna por medios no lícitos, quiso transformarse en el adalid de los libros contables y transparentar el universo de las finanzas rusas.

El 25 de octubre de 2003, un pequeño ejército de hombres armados y con la cara cubierta se subieron a su avión particular en el aeropuerto Tolmachevo, de Novosibirsk y lo detuvieron. Se lo acusaba de fraude y evasión de impuestos por decenas de miles de dólares. Su socio, Platon Lebedev, ya había sido arrestado unos meses antes. La libertad llegó un día antes de Navidad de 2013, con un indulto de Putin, a la manera de un zar generoso.

Imagen de la marcha contra
Imagen de la marcha contra el Kremlin de ayer. (REUTERS/Evgenii Pereverzev)

Vladimir Putin lleva las riendas del país más grande del mundo desde hace veinte años y tiene planes de prolongar su estadía en el poder. Laboriosamente viene tejiendo la trama de continuidad pero nunca se sabe por dónde podría llegar la filtración, la fisura del paquete aparentemente “atado y bien atado”, según aquella vieja frase del dictador español Francisco Franco. Puede ser un virus inesperado en un momento de gran crisis económica o la presión de la generación de jóvenes sin memoria soviética que no se siente en deuda con su gestión, aunque podría ser también el levantamiento de una región que, como dijo uno de los manifestantes a las agencias que cubrían la gran marcha de ayer, está cansada de lo que piensan que es una burla, un engaño, un manejo autoritario del poder central, a más de 6.000 kilómetros de distancia. “Ellos siguen escupiendo en nuestras caras, así que vamos a seguir saliendo. Esto se está convirtiendo rápidamente para nosotros en una nueva tradición”, señaló.

Se vienen días de furia en el Kremlin.

MÁS SOBRE ESTE TEMA:

Guardar