Eran las 5:28 de la mañana del martes 21 de julio cuando los jefes de gobierno de los 27 países de la Unión Europea comenzaron a golpear las palmas de sus manos para terminar en un aplauso cerrado y hasta con algunos gritos de euforia. La gran sala de reuniones del edificio Europa de Bruselas volvía a tener el clima de los grandes momentos de la concreción de la unidad del conglomerado de naciones más antiguas y prósperas de la Tierra. Acababan de aprobar el gran pacto para salir de la crisis económica provocada por la pandemia del Coronavirus. Después de cuatro largos días de negociación, los líderes acordaron poner en marcha el programa para ayudar a los países más afectados, de los cuales 390 mil millones de euros serán subsidios no reembolsables y 360 mil millones serán préstamos. El paquete equivale a 4,6 por ciento del producto bruto del bloque y se complementa con un presupuesto de 1,74 billones de euros para los próximos siete años.
“Día histórico para Europa”, escribió Emmanuel Macron en su cuenta de Twitter. “¡Lo conseguimos!, el buen acuerdo en el momento adecuado”, dijo el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, para añadir que “la magia europea funciona”. También el presidente español, Pedro Sánchez, destacó que es “un gran acuerdo para España y un gran acuerdo para Europa, no le quepa duda de que hoy se ha escrito una de las páginas más brillantes de la historia de la UE”. “Europa ha demostrado en esta situación ser capaz de actuar”, añadió la canciller alemana Angela “la maga” Merkel, que lideró las conversaciones y el acuerdo final.
Europa enseñaba, una vez más, el camino para afrontar una crisis de dimensiones desproporcionadas y se adelantaba a Estados Unidos y Gran Bretaña, que decidió desprenderse del bloque en el peor momento. Alemania salió apenas con algunos magullones, Francia ya está cerca del volumen de negocios que tenía en enero cuando el Covid-19 todavía era “un virus chino” y las castigadas España e Italia ya estiman una recuperación importante para fin de este año.
Lo que se consiguió es un plan que tiene como punto esencial e innovador 390.000 millones de euros en transferencias, ayudas directas que no hay que devolver, y que forman el núcleo central de esta iniciativa, porque son los que permitirán a países fuertemente endeudados, como España, Italia y Grecia, poder reactivar su economía. A estas transferencias se les unen 360.000 millones más en forma de créditos, con los que se completa el paquete de 750.000 millones. En Madrid, particularmente, se tomó mucho vino Rioja de la bota. España es uno de las grandes beneficiarias. Recibirá 140.000 millones de estas ayudas europeas, de los cuales 72.700 millones son en transferencias.
Son ayudas que no dejan de tener condiciones. Vienen con una supervisión de los expertos de Bruselas para asegurar que se dediquen a reformas que transformen la economía. El primer ministro holandés, Mark Rutte apodado por otros líderes como “Mister No”, intentó imponer un derecho a veto de programas que no tuvieran “el ajuste” necesario. Su coalición de gobierno de derecha exige que no se regale ni un solo euro más a los países del sur del continente. Con la mente fría y la calculadora en mano, Rutte impuso los mecanismos de intervención para asegurarse que nadie vaya a gastar en ninguna cuestión “superflua”. De esa manera, los planes que cada país presentará para conseguir estas ayudas tendrán que ser aprobados por los burócratas de Bruselas.
El plan aprobado incluye también “condicionalidad respecto al estado de derecho”. Al país que viole las normas del proceso de aprobación se le congelarán las ayudas si lo deciden una mayoría calificada de los 27 miembros de la EU. El gran debate de la cumbre fue precisamente el de aprovechar la oportunidad para establecer esta relación entre los presupuestos y el estado de derecho, una supervisión de “extranjeros” sobre los presupuestos nacionales. Hungría y Polonia se opusieron vehementemente. Finalmente, se acordó que para llegar a ese proceso se necesita el apoyo de una mayoría de miembros. Estarán todos mirando de reojo en qué gasta el vecino, pero si no es nada flagrante, continuará la autonomía como hasta ahora.
Los denominados “frugales” también tuvieron sus recompensas. Además de fijar más condiciones para el uso de las ayudas, reciben compensaciones adicionales. Son más de 50.000 millones de euros que se repartirán entre Alemania, Holanda, Suecia, Austria, y Dinamarca en el período 2021-2027.
El detalle es que todo el paquete de ayudas ahora necesita la aprobación del Parlamento Europeo y allí no hay tanta confianza en las medidas como las que tuvieron los jefes de estado. El presidente del organismo, David Sassoli, dijo que “no esperen que nosotros seamos apenas la escribanía, el sello, de los líderes”. Con el acuerdo hubo concesiones sobre recortes a subsidios para detener el cambio climático, la investigación científica y el programa de intercambio educativo Erasmus. Los eurodiputados no están dispuestos a entregar muchas de sus conquistas. Habrá debate duro en el parlamento y Angela Merkel tendrá que mostrar, una vez más, su habilidad política para conseguir acuerdos.
En tanto, el gran perdedor en todo esto es el primer ministro británico Boris Johnson. El Brexit, el desenganche de la UE, que tanto defendió, cayó en el oscuro pozo de la pandemia. No recibe ningún subsidio europeo y hasta ahora no pudo concretar ninguno de los grandes acuerdos comerciales que prometía con China y Estados Unidos. La economía británica va a tardar mucho más tiempo en ponerse en pie que la de sus pares del norte europeo.
Lo inédito es que el acuerdo allana el camino para que la Comisión Europea, el ejecutivo de la UE, recaude miles de millones de euros en los mercados de capitales en nombre de los 27 estados, un acto de solidaridad sin precedentes en casi siete décadas de integración europea. Esto hizo que algunos analistas de Wall Street bautizaran a este acuerdo como “El momento hamiltoniano de Europa”. Como los aficionados a la historia y los fanáticos del exitoso musical de Broadway pueden saber, el primer secretario del Tesoro estadounidense Alexander Hamilton, temía que Virginia no absorbiera las deudas de Nueva York después de la Guerra Revolucionaria. Como solución, hizo que el gobierno central asumiera las deudas de los 13 estados que conformaban entonces Estados Unidos, acercándolos a una unión fiscal. La EU está asumiendo buena parte de las deudas de los 27 países provocadas por el coronavirus. Si el acuerdo, finalmente, es exitoso y saca a Europa de la crisis antes que otras potencias, tal vez en un tiempo tengamos un musical basado en la figura de la incansable negociadora Merkel. “Angela”, podría decir el cartel de luces.
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