El tribunal de Hamburgo condenó el jueves a dos años de prisión en suspenso a un hombre de 93 años que fue guardia del campo nazi de Stutthof, en Polonia, por los miles de asesinatos cometidos allí entre 1944 y 1945.
El acusado, Bruno Dey, que tenía 17 años en el momento de los hechos, fue “declarado culpable por complicidad en 5.232 asesinatos e intentos de asesinato”, dijo la presidenta del tribunal, Anne Meier-Göring, tras un juicio que será probablemente uno de los últimos sobre los crímenes cometidos por el Tercer Reich.
La fiscalía pedía tres años de cárcel, basándose en la legislación para menores, mientras su abogado pedía un sobreseimiento.
El lunes el acusado, que acudió a las vistas judiciales en silla de ruedas y acompañado de sus familiares, se disculpó “ante aquellos que han pasado por este infierno de locura” y dijo que, a lo largo de los nueve meses de juicio con unos cuarenta testimonios, ha tomado conciencia de “toda la magnitud de la crueldad” de los actos cometidos en Stutthof.
En total, unas 65.000 personas, esencialmente judíos de los países bálticos y de Polonia, murieron de un disparo en la nuca, gaseados con Zyklon B y ahorcados. O bien fallecieron como consecuencia del frío, las epidemias y los trabajos forzados.
Culpabilidad
Este campamento, el primero establecido fuera de Alemania en 1939, se integró progresivamente en el sistema de exterminio de los judíos.
El acusado, apostado en una de las torres de vigilancia, tenía el deber de evitar revueltas y fugas.
¿Lo convierte en culpable? Él dice que no. Nunca “ha hecho directamente daño a nadie”, afirmó. Nunca “se ofreció como voluntario para entrar en las SS o servir en un campo de exterminio”, pero no le quedó más remedio que aceptar su asignación, contó.
Ante estos crímenes “ya no es suficiente con mirar hacia otro lado y esperar a que esto pare”, afirmó el fiscal general Lars Mahnke en la acusación. Podría haber pedido pasar al ejército. Esto habría supuesto probablemente que lo enviaran al frente este.
Cuesta pensar que un adolescente se hubiera atrevido a "desmarcarse de esta manera" en el contexto de obediencia absoluta exigida en aquel entonces, estimó su abogado Stefan Waterkamp.
Hay que tomar en consideración que “servir en un campo de concentración no se consideraba un crimen en esa época”, argumentó.
Bruno Dey fue prisionero de guerra después de 1945, pero por poco tiempo. Se ganó la vida en Hamburgo como panadero, camionero y conserje, y fundó una familia.
¿El último juicio?
Setenta y cinco años después del final de la Segunda Guerra Mundial, este juicio podría ser el último de este tipo debido a la edad de los protagonistas.
La semana pasada, el tribunal de Wuppertal anunció la acusación de otro ex guardia de Stutthof de 95 años, también por complicidad en el delito de asesinato.
Según los medios de comunicación alemanes, hay todavía unos 30 procedimientos en curso.
En los últimos años, Alemania ha juzgado y condenado a varios antiguos SS y ha extendido a los guardias de los campamentos el cargo de complicidad en el asesinato. Las víctimas estiman que la justicia ha tardado en reaccionar.
El caso más emblemático fue la condena a cinco años de prisión del ex guardia del campo de exterminio de Sobibor John Demjanjuk en 2011. Falleció al año siguiente.
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