Polonia completa este domingo uno de los ciclos electorales más accidentados y decisivos de su historia reciente. Más allá de los candidatos que disputan la presidencia en esta segunda vuelta, lo que está en discusión es el futuro de la “democracia iliberal”, que con esmero trata de consolidar el gobierno del partido Ley y Justicia (PiS) desde 2015.
El concepto fue promovido en el debate político por su principal exponente en Europa, el primer ministro húngaro Viktor Orbán, principal aliado en la UE del gobierno polaco. La idea es esencialmente vaciar de todo su contenido liberal a la democracia. Es decir, mantener las elecciones como herramienta para designar a los gobernantes, pero abandonar todos los demás rasgos que caracterizan al sistema, como un Poder Judicial autónomo del Ejecutivo, un esquema de contrapesos institucionales y las más variadas libertades civiles, desde la posibilidades de expresarse sin restricciones hasta el respeto de la diversidad sexual y religiosa.
PiS no habría podido avanzar en esta controversial agenda sin Andrzej Duda en la presidencia. Polonia tiene un sistema mixto, en el que las principales responsabilidades de gobierno recaen sobre el primer ministro, que emana del Parlamento, pero donde el presidente tiene una autoridad política y un poder de veto que no tiene en los regímenes parlamentarios clásicos.
Duda, que hasta 2015 era miembro de PiS –desde entonces es formalmente independiente–, asumió su mandato en agosto de ese año, dos meses antes del triunfo del partido en las legislativas, que le permitió a Beata Szydło convertirse en primera ministra. Tan importante es para el gobierno, encabezado desde 2017 por Mateusz Morawiecki, que este estaba decidido a aprovechar la pandemia para garantizar su reelección. Mientras la mayoría de los países modificaban sus calendarios electorales, Polonia impulsó un proyecto para que los comicios, fijados para el 10 de mayo, fueran enteramente por correo. Pero la iniciativa fue bloqueada por el Senado menos de una semana antes y las elecciones no se realizaron.
La posposición le permitió al principal partido opositor, Plataforma Cívica (PO), cambiar a su desdibujada candidata, Małgorzata Kidawa-Błońska, y poner en su lugar al popular alcalde de Varsovia, el liberal Rafał Trzaskowski. La jugada le permitió hacer mejor elección de la prevista en la primera vuelta, que se disputó el 28 de junio pasado. Duda fue el más votado, con el 43,5%, pero no pudo evitar la segunda vuelta, como esperaba en mayo. A pesar del poco tiempo de campaña que tuvo, Trzaskowski alcanzó el 30,5% de los votos, muy lejos de Duda, pero suficiente para clasificar a la elección definitiva.
Muchos teóricos de la filosofía y la ciencia política creen que no puede haber democracia sin los principios liberales. Que sin determinadas garantías que solo son posibles a través de la vigencia de muchos de ellos, hasta la propia competencia electoral termina distorsionada. Otros, en cambio, acuerdan con Orbán, y piensan que lo único que importa es que haya elecciones más o menos competitivas, y hasta celebran el recorte de instituciones que –afirman– no son más que instrumentos de los poderosos para imponer su voluntad. Cualquiera sea la interpretación que se elija, lo que suceda con los comicios de este domingo será crucial para el futuro de este debate en Europa y en el mundo.
“La campaña muestra dos visiones de Polonia. Duda utiliza un discurso populista y antiliberal para atraer a los votantes socialmente conservadores, y critica a su rival por su postura liberal y su actuación como alcalde de Varsovia. Trzaskowski promueve su visión de Polonia: liberal, pro UE y apoyando a las comunidades locales. Si gana Duda, será la continuación de la política como hemos visto desde 2015, con PiS estableciendo la agenda y el presidente aprobándola. Si gana Trzaskowski, veremos una dinámica completamente nueva, con las fuerzas de oposición ganando una influencia significativa. Él sería un importante actor de veto y su elección obstaculizaría significativamente el programa del gobierno de PiS”, explicó Anna Gwiazda, profesora de política comparada del King’s College de Londres, consultada por Infobae.
La construcción de la “democracia iliberal”
Ley y Justicia, fundado en 2001, es una creación de los gemelos Lech y Jarosław Kaczyński, dos políticos que se forjaron en la resistencia al comunismo desde una perspectiva democristiana. En 2005 ganó las elecciones presidenciales y parlamentarias por primera vez: Lech se convirtió en presidente y Jarosław asumió como primer ministro al año siguiente.
Pero no pudieron repartirse el poder por mucho tiempo. El gobierno era inestable porque PiS estaba lejos de la mayoría parlamentaria necesaria para mandar en soledad y se alió con dos partidos bastante extremos, Autodefensa de la República de Polonia y la Liga de Familias Polacas. Cuando el líder de la Autodefensa fue denunciado por acoso sexual, la tensa convivencia entre las fuerzas estalló y Jarosław Kaczyński convocó a elecciones anticipadas en 2007. Golpeado por el escándalo y por haberse radicalizado, PiS fue derrotado por PO, liderado entonces por Donald Tusk, que se mantuvo como primer ministro hasta 2014 —luego sería presidente del Consejo Europeo—.
Pero antes se produjo un hecho que convulsionó a la política polaca. El 10 de abril de 2010, el avión que transportaba al presidente Lech Kaczyński, a su esposa y a otros altos dirigentes se estrelló en Rusia. No hubo sobrevivientes. Dos meses más tarde, Jarosław compitió en las elecciones presidenciales para ocupar el lugar de su difunto hermano, pero perdió contra Bronisław Komorowski, el candidato de PO.
Esa fue la última vez que Jarosław se postuló para uno de los dos cargos importantes del país. Desde entonces, se mantuvo como líder indiscutido de PiS, pero prefirió promover a otras figuras como candidatos. La estrategia dio resultado, aunque contó con la ayuda del impacto que tuvo en toda Europa la crisis de los refugiados en 2014, que permitió el avance de fuerzas xenófobas y tradicionalistas en todo el continente.
La victoria de Duda en las presidenciales de mayo de 2015 fue un impulso decisivo para que PiS lograra una clara mayoría parlamentaria en los comicios de julio de ese año. Siendo un simple diputado de la Sejm, la cámara baja del Legislativo polaco, Jarosław Kaczyński se transformó en el líder político más poderoso del país desde la caída del comunismo. Y no perdió el tiempo.
El primer objetivo del gobierno fue controlar el Poder Judicial. Para eso ocupó con leales los principales puestos del Consejo Nacional de la Judicatura (CNJ), el órgano encargado de nombrar y evaluar el desempeño de los jueces, que hasta ese momento era relativamente autónomo del gobierno. Entonces comenzó una activa campaña de investigaciones y hostigamiento contra todos los magistrados considerados díscolos.
La iniciativa desató una guerra con la Corte Suprema, cuya composición trató de modificar sin éxito con una ley que bajaba la edad jubilatoria de los jueces, que terminó siendo revocada. El conflicto de poderes escaló en diciembre del año pasado, cuando el máximo tribunal determinó que el proceso de integración del CNJ había sido ilegal. El Gobierno sancionó en respuesta una ley que establecía graves sanciones para los jueces que discutieran al CNJ, que también fue declarada inconstitucional por la Corte.
El otro frente de batalla fue la prensa. Los importantes medios de comunicación estatales, que como en la mayor parte de Europa funcionaban con considerable independencia política, empezaron a convertirse en órganos de promoción del discurso oficial. Muchos periodistas de larga trayectoria fueron despedidos y hay un permanente acoso hacia los que se muestran críticos. Entre 2015 y 2020, Polonia cayó del puesto 18 al 62 en el ranking mundial de libertad de prensa que confecciona Reporteros Sin Fronteras.
Al mismo tiempo, junto con una retórica chauvinista, que demoniza a los extranjeros y a los intentos de “contaminar la identidad polaca con valores foráneos”, se impuso una política de revisión del pasado. El hito en ese rubro fue la ley que en 2018 estableció penas de hasta tres años de prisión para cualquiera que acuse a Polonia de haber sido cómplice de los crímenes nazis. Antes se había prohibido hablar de “campos de concentración polacos” para referirse, por ejemplo, a Auschwitz.
Como parte del combate contra las “ideas importadas”, PiS avanzó también contra la diversidad sexual. En un discurso de campaña reciente, Duda dijo que la “ideología LGBT” era “tan destructiva como el comunismo” y prometió incorporar a la constitución un artículo que prohíba expresamente adoptar niños a las parejas no heterosexuales. ILGA-Europe, una ONG que defiende los derechos del colectivo LGBTI, señaló a Polonia por ser el peor país de la Unión Europea en la materia.
El resultado de este programa de gobierno fue la polarización de la sociedad polaca. Simplificando un poco, medio país se siente representado por estas políticas, especialmente en las zonas rurales y en segmentos de la clase trabajadora y la clase media baja urbana. La otra mitad, mayoritaria en las grandes ciudades, lo ve como una amenaza creciente, pero no todos se sienten representados por PO.
Por eso, PiS obtuvo el 43,6% de los votos en las elecciones parlamentarias de octubre pasado, 16 puntos más que PO y lo suficiente para mantenerse en el gobierno, al frente de la coalición Derecha Unida, que cuenta con el acompañamiento minoritario de Polonia Unida y Acuerdo. La novedad es que perdió el control del Senado, donde suma ahora 48 de los 100 escaños. Ese retroceso volvió aún más importante la reelección de Duda. Si perdiera, el gobierno no correría peligro, porque aún conservaría el control de la Sejm, pero vería disminuido su margen de maniobra. Si ganara, tendría el camino liberado para profundizar el modelo iniciado en 2015.
“Una victoria de Duda le permitiría a PiS continuar sus reformas sobre el estado polaco, que equivalen a un desmantelamiento efectivo de la democracia liberal y pluralista, y a convertir a Jarosław Kaczyński en un virtual dictador informal de Polonia. Es probable que PiS se centre en cuestiones tales como nuevos cambios en el Poder Judicial para subordinarlo al Ejecutivo; en sustituir al actual Defensor del Pueblo, Adam Bodnar, de mentalidad independiente, por alguien leal al gobierno; y en renacionalizar a las empresas de medios de comunicación independientes, que a menudo han sido implacables críticas del gobierno. En el ámbito internacional, el triunfo de Duda probablemente provocaría más conflictos con los principales estados europeos y deterioraría aún más la posición de Polonia en la UE”, sostuvo Krzysztof Jasiewicz, profesor de sociología de la Universidad Washington and Lee, en diálogo con Infobae.
La pandemia se presentó en este contexto como una oportunidad para PiS. Con 37.500 contagiados y 1.568 muertos por Covid-19, Polonia sufrió mucho menos que otros países europeos, y eso fortaleció la imagen del gobierno. No fue tan lejos como Orbán, que consiguió que el Parlamento le conceda poderes de emergencia por tiempo indefinido —lo que luego fue revertido—, pero intentó hacer algo parecido: forzar una elección en medio de la crisis sanitaria, sin permitirle a la oposición hacer campaña.
Como alternativa ante las críticas que generó la negativa a posponer los comicios, fechados el 10 de mayo originalmente, el Gobierno propuso hacer la elección enteramente por correo, para evitar episodios de contagio masivo. Pero pretendió hacer el cambio a días de la votación, sin tener la logística para organizarla de esa manera y sembrando muchas dudas sobre la transparencia del proceso. Sin embargo, la falta de mayoría en el Senado y la resistencia de uno de sus socios le impidió avanzar con el plan y tuvo que pasar las elecciones al 28 de junio.
“El aplazamiento del día de las elecciones tuvo un impacto dramático en el campo de juego —dijo Jasiewicz—. Le permitió a PO cambiar de candidato. Małgorzata Kidawa-Błońska había llamado a un boicot de las elecciones del 10 de mayo, pero no se había retirado formalmente de la contienda, lo que confundió a los potenciales votantes. Y su campaña fue más bien anémica. En consecuencia, cayó en las encuestas, no solo muy por detrás de Duda, sino también de varios candidatos de la oposición. La elección de PO como nuevo candidato, Rafał Trzaskowski, el joven alcalde de Varsovia, demostró ser mucho mejor y rápidamente ganó impulso”.
La imagen de Kidawa-Błońska ya venía golpeada desde el año pasado. Esta dirigente de 63 años, socióloga de formación y canciller durante parte del gobierno de Tusk, fue candidata a primera ministra por el PO en las elecciones de octubre, que no fueron buenas para el partido. En cambio, Trzaskowski, de 48 años, es una figura en ascenso. Politólogo y doctor en filosofía, fue profesor universitario antes de dedicarse a la actividad política. Ocupó distintos cargos en los gobiernos de PO, hasta que dio el gran salto al ganar la alcaldía de Varsovia en 2018. Es un claro representante de una nueva generación de políticos, que conecta muy bien con el electorado joven y cosmopolita de las grandes ciudades.
Un referéndum en un país partido en dos
El presidente no gobierna en Polonia, pero cumple un rol muy importante. Es el comandante de las Fuerzas Armadas, lo que significa que nombra al Jefe del Estado Mayor y puede ordenar la movilización de tropas en tiempos de guerra. Tiene la potestad de ratificar y de revocar acuerdos internacionales, de nombrar y destituir embajadores, y durante sus visitas al extranjero puede mantener conversaciones con otros líderes en nombre de Polonia.
“En el sistema constitucional polaco, el Parlamento y el Gobierno juegan el papel principal. Sin embargo, el presidente tiene más que una posición puramente representativa”, dijo a Infobae Elzbieta Stadtmüller, profesora del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Breslavia.
“En la política interna —continuó—, si bien las dos cámaras del Parlamento detentan el poder legislativo, el Presidente también tiene el derecho de iniciar el trámite parlamentario, y la Constitución le permite usar el veto para detener un proyecto de ley. Aunque esta decisión puede ser anulada por una mayoría de 3/5 en presencia de al menos la mitad de los miembros de la Sejm. El presidente también puede pedir al Tribunal Constitucional que verifique la conformidad de un proyecto de ley con la Constitución antes de firmarlo”.
Estos poderes son de suma importancia, sobre todo porque PiS no llega a la mayoría calificada para revertir un veto. De modo que un presidente no alineado con su agenda podría bloquear muchas de sus iniciativas más controvertidas. Lo mismo podría conseguir consultando al máximo Tribunal, que ya demostró que está dispuesto a enfrentar al gobierno cuando lo cree necesario. Por ejemplo, no llamaría la atención que Trzaskowski se oponga a nuevas restricciones contra la comunidad LGBTI. En febrero de 2019 firmó una declaración de 12 puntos a favor de luchar contra la discriminación. Entre otras cosas, proponía incorporar contenidos sobre el tema en las escuelas y crear centros de asistencia para víctimas de la persecución.
Pero si bien las encuestas muestran resultados dentro del margen de error, el escenario más probable es la reelección de Duda. Nunca un candidato revirtió una diferencia tan grande como la que tendría que remontar Trzaskowski, que sacó 15 puntos menos que su rival. Además, la participación electoral fue superior al 64%, así que será muy difícil para PO aspirar a modificar el resultado apelando a que más gente vaya a votar.
“En la primera vuelta la pandemia no afectó la participación, que fue alta para los muy bajos estándares de Polonia. A menudo, después de una alta asistencia, hay un descenso en la siguiente vuelta. Para derrotar a Duda, Trzaskowski necesita unir a todas las fuerzas de la oposición. Probablemente ganará los votos del periodista Szymon Hołownia, que obtuvo casi el 14%, y los de Robert Biedroń, que sacó el 2 por ciento. Pero los votos para candidatos de derecha como Krzysztof Bosak, que obtuvo el 6,8%, probablemente irán a Duda”, anticipó Frances Millard, profesora emérita del Departamento de Gobierno de la Universidad de Essex, consultada por Infobae.
Aunque la mayoría de los electores independientes podrían estar más inclinados a votar por Trzaskowski que por Duda, complica sus aspiraciones que en cuarto lugar haya salido la Confederación de Bosak, un partido de derecha radical. Cuesta imaginar que sus electores pueden inclinarse por el candidato de PO. En el mejor de los casos para él, pueden preferir no ir a votar. Pero el principal beneficiario de una menor participación siempre va a ser el oficialismo.
“Si Duda es elegido de nuevo, las consecuencias son bastante obvias —dijo Stadtmüller—: PiS seguirá su política actual sin ninguna restricción o control por parte del presidente, que apoya cada paso del gobierno y a Jarosław Kaczyński, que de hecho es un verdadero tomador de decisiones informal. La opinión de los efectos más amplios depende del punto de vista. Si se pregunta a los partidarios de PiS, la elección de Duda permitirá la implementación de cambios económicos, sociales y culturales que son buenos y pueden fortalecer el desarrollo, la riqueza, la posición externa y los valores religiosos y tradicionales de Polonia. Si se le pregunta a la oposición, conducirá a futuros problemas económicos, al desmantelamiento final de un verdadero sistema democrático, incluyendo los medios de comunicación libres, el sistema judicial y la protección de los derechos de varias minorías, y a una posición demoledora de Polonia en la arena internacional. Yo comparto esta última opinión”.
En cualquier caso, sin importar el vencedor, el resultado va a ser que se profundice la polarización en el país. Polonia es un caso extremo de un fenómeno que se replica también en otros países de Europa y de todo el mundo: el quiebre entre un sector de la sociedad con mayores recursos económicos y educativos, que se siente parte de un mundo en cambio permanente, y un sector que se ve cada vez más marginado, con salarios bajos y sin oportunidades de crecimiento. Ningún proyecto político parece tener una respuesta para ambos segmentos de la población.
“Veo una consecuencia más de esta elección: más allá de quién gane, la división de la sociedad polaca será aún más profunda. Polonia, como muchos otros países hoy en día, está partida por la mitad. Y, por desgracia, va en una dirección muy desagradable. Estamos cada vez más lejos de un debate democrático en torno a los diferentes puntos de vista y de una negociación ante los conflictos de intereses. La agresividad y el nivel de desprecio y desconfianza es muy alto. Después de esta elección, al margen del resultado, solo puede ser peor”, concluyó Stadtmüller.
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