España es uno de los grandes perdedores en la crisis del Covid-19. Su riqueza ha sufrido una caída sin precedentes en la época reciente: habría que retroceder a la Guerra Civil y al inicio de la dictadura en la primera mitad del siglo XX para encontrar datos similares. Si hubiera un rebrote del virus en otoño, sería el país peor parado de la Unión Europea según la OCDE y, en el mejor de los escenarios, no recuperará las cifras preCovid hasta finales de 2022. El severo confinamiento ha paralizado el turismo, el motor de su economía al generar más del 12% del PIB y cerca de tres millones de empleos. Con la apertura de fronteras de este domingo, el gobierno español busca iniciar la recuperación apostando a una única carta que, advierten los analistas, “es arriesgada”: la llegada de visitantes extranjeros este verano.
“La crisis sanitaria obligó a cerrar las fronteras, la crisis económica exige abrirlas”, repiten como un mantra desde el sector. El gobierno acaba de anunciar un plan de impulso para el turismo de 4.262 millones, que los representantes empresariales ya han calificado como “tardío e insuficiente”. Una inversión pública mucho menor que los 18.000 millones de euros de refuerzo aprobados en Francia, la primera potencia turística mundial (España es la segunda con 84 millones de visitantes internacionales en 2019).
“Es una prioridad”, asegura el presidente socialista Pedro Sánchez. “No es que sea una apuesta del gobierno, sino más bien casi la única carta que tiene en su mano”, dice a Infobae Josué Coello, periodista económico en el canal de televisión La Sexta. “No es casualidad que el miedo a la pandemia desaparezca justo cuando llega el verano, van a intentar reactivar el turismo como puedan para salvar en la medida de lo posible el durísimo golpe económico que va a dejar el virus en 2020”.
No es que sea una apuesta del gobierno, sino más bien casi la única carta que tiene en su mano
En el primer trimestre de este año (pese a que en enero y febrero la actividad económica funcionó con normalidad) el PIB cayó un 5,2%, más del doble de los registros en el periodo más duro de la recesión económica de 2008, cuando la economía bajó un 2,6%. Desde entonces los datos se han precipitado situando a España a la cola entre los países analizados en un informe reciente de la OCDE. El PIB español se ha desplomado un 23,3% desde el inicio de la crisis, frente al 18,4% de media en la eurozona.
Las previsiones del Banco de España tampoco son optimistas: sitúa entre un 9% y un 15% la caída para 2020 de la riqueza nacional, dependiendo de cómo sea la evolución de la pandemia, especialmente si hay rebrotes o no. En esta previsión también se sitúa (junto a otros países de la región como Francia e Italia) muy por debajo de la media mundial: la OCDE estima una caída del PIB global entre un 6,1% y un 7,6% para este año.
En estos datos el cierre de fronteras ha jugado un papel determinante en una economía como la española que depende de la llegada de divisas extranjeras, especialmente durante la temporada alta del verano.
El PIB español se ha desplomado un 23,3% desde el inicio de la crisis, frente al 18,4% de media en la eurozona
“El problema es que España ya llega tarde”, dice a Infobae Abel Gil, del grupo de análisis ‘El Orden Mundial’. En efecto, será uno de los últimos países entre sus competidores en abrir las fronteras: a Italia se puede viajar desde el 3 de junio sin restricciones y a otros muchos (entre ellos Francia, Chipre, Malta, Grecia, Portugal, Bélgica y Alemania) desde el pasado 15 de junio. España aceptará desde este domingo visitantes de los 26 países europeos de la zona Schengen y no será hasta el 1 de julio cuando irá abriéndose poco a poco a otros países, siempre que estén en una situación sanitaria similar que la suya respecto al coronavirus.
A la caza del turista
Turistas recibidos por los periodistas en el aeropuerto y siendo aplaudidos a la entrada de su hotel como si fueran futbolistas que vienen de ganar el Mundial. Son los cerca de 200 alemanes que han llegado este pasado lunes a Palma de Mallorca como parte de un plan piloto para comprobar cómo evolucionan las cifras de contagios ante la llegada de extranjeros.
Son como unos conejillos de indias en espera de recibir el gran desembarco de turistas a partir de este domingo. El 80% de los visitantes extranjeros en España llegan por avión y, entre ellos, destacan en número los alemanes, los británicos y los de los países nórdicos. Esta estrategia basada en el turismo en España se remonta a los años 60, cuando la dictadura franquista apostó por “el sol y playa” para atraer a los extranjeros.
“El problema es que el modelo se ha ido quedando anticuado y desde hace años hay síntomas de agotamiento. El turista ahora es más exigente, huye de las masificaciones, por el mismo precio puede viajar a un país lejano y exótico en lugar de quedarse en las playas españolas. Además, parte de las infraestructuras hoteleras se han quedado obsoletas”, apunta Abel Gil.
Con esta crisis el turismo en España ha sido el primer sector en verse afectado y no sólo por el cierre de fronteras, pues según una encuesta reciente del CIS un 65,7% de los españoles no plantea irse de vacaciones este verano, ya sea por temor al contagio del virus o porque prefieren ahorrar ante las malas perspectivas de futuro.
Una de las prioridades del plan para relanzar el turismo del gobierno es trasladar una imagen de seguridad en los mercados internacionales. “El marketing debe ser prioritario en el corto plazo. En últimos meses las noticias de todo el mundo han mostrado las calles españolas vacías por el virus y a la gente muriendo en los hospitales. Aunque la realidad ahora sea otra, ese imaginario se ha quedado grabado”, reflexionan desde ‘El Orden Mundial’.
España sobrevivió a la recesión financiera de 2008 (que hirió de muerte a otro de sus puntales, la construcción) gracias al turismo. Entonces fueron países como Grecia o Túnez los que vieron drásticamente reducidas las entradas de turistas extranjeros por ese mismo problema de la imagen, en su caso, las noticias negativas en televisión sobre las manifestaciones contra los recortes o la crisis de los refugiados. “Entonces España les robó sus visitantes y ahora va a suceder al revés”, piensa Abel Gil.
Quién va a pagar la factura
Si durante el confinamiento el presidente socialista Pedro Sánchez utilizó un léxico belicista al transmitir a la población que “se estaba librando una guerra”, ahora son los empresarios los que trasladan el mensaje de que, tras la batalla sanitaria, llega la económica. Ya se habla de La Gran Reclusión para referirse a los meses de marzo a mayo que la población española ha estado sometida a una de las cuarentenas más rigurosas de la región.
“La parálisis ha provocado un daño en la economía nacional y en la de las familias sólo comparable al de una guerra”, dice el periodista económico Josué Coello. Fuentes de la CEOE, la patronal española, explican a Infobae que, pese a que las medidas de confinamiento eran “coherentes con la emergencia sanitaria”, han causado “un descenso significativo” de la actividad económica y urgen a reparar lo antes posible el daño.
Estos días la CEOE organiza en Madrid una cumbre histórica donde los grandes empresarios del país intentan fijar una estrategia común para superar la crisis. Hay un mensaje de fondo dirigido al gobierno: que paralice sus planes de derogar la reforma laboral y de subir impuestos como el de las grandes fortunas y el de sociedades. Dos medidas sobre las que se apoyaba el pacto de investidura del PSOE junto a sus socios, el partido de izquierdas Podemos.
“La hoja de ruta que había preparado el gobierno tendrá que cambiar, la realidad de la economía ya no es la misma que la de hace unos meses”, opina Josué Coello, quien apunta a una dicotomía a la que se tendrá que enfrentar el presidente socialista Sánchez: avanzar en su agenda social, ahora más acuciante que nunca, pero sin que sean las empresas las que paguen la factura, muchas de las cuales están sufriendo cierres y despidos, al menos de forma temporal.
A ello se ha sumado una industria a la baja pendiente de un proceso de reconversión (con la crisis coyuntural de sectores estratégicos como el del automóvil) y un ecosistema laboral desigual, poblado por muchos pequeños empresarios y autónomos entre los que la crisis se ha cebado con especial virulencia.
Si en España la actividad económica sigue golpeada por la parálisis de algunos sectores estratégicos, el consumo se desploma por la falta de confianza de la población (hasta un 17,3% en 2020, según la OCDE), el desempleo sigue creciendo (podría superar el 20% a finales de este año) y, mientras tanto, el Estado deberá afrontar un aumento drástico del gasto público (la deuda rebasará el 10% del PIB al fin de 2020, de acuerdo a Eurostat), la pregunta es: ¿quién va a pagar la factura?
“Es fundamental para España la entrada de turistas, si dejamos que ese sector se hunda, el país va a tener un problema, estaremos perdidos. La duda es, ¿cuánto va a suavizar el frenazo que ha recibido la economía esta apertura de fronteras?”, se pregunta Abel Gil. Y Josúe Coello responde con otra incógnita, un temor que todos en la sociedad española tienen presente: “Si por causa de relajar las medidas vuelve un rebrote del virus, el golpe de otra cuarentena podría ser fatal”.
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