Seis meses después de su aparición, y más de 7 millones de contagios y 400.000 muertos más tarde, las certezas en torno al coronavirus continúan siendo escasas. Las marchas atrás de la Organización Mundial de la Salud (OMS) al respecto de una serie de recomendaciones, sumadas a las dudas en torno a lo efectivamente ocurrido en Wuhan, han colaborado con las grietas en la comunidad científica sobre muchas de las medidas adoptadas por los estados alrededor del mundo.
¿Cómo se producen los contagios? ¿Hasta cuánto puede permanecer el virus en distintas superficies? ¿Cuál es la verdadera tasa de letalidad del COVID-19? ¿Hay relación directa entre las cuarentenas estrictas y la baja mortalidad? ¿Los infectados desarrollaron inmunidad? ¿Cuáles son las características de esa inmunidad? ¿Cuántos de los contagiados son asintomáticos? ¿Son ellos capaces de contagiar? ¿Cómo afecta la enfermedad a los niños? ¿Sirven –por último– las máscaras faciales para evitar el contagio de la enfermedad?
La lista de los interrogantes podría continuar, y podrían también buscarse argumentos científicos (y sus consiguientes papers e investigaciones) para respaldar distintas respuestas a cada pregunta. En este océano de dudas en el que bucean los científicos de todo el mundo, sin embargo, hay un hombre que parece dudar menos que el resto. Su nombre es Tomás Pueyo, nació en Francia hace 38 años, se crió en España y actualmente está afincado en Silicon Valley, donde trabaja como consultor. Estudió ingeniería primero en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería (ICAI), después en la École Centrale de París y más tarde obtuvo un MBA en la Universidad de Stanford.
El 10 de marzo pasado, Pueyo publicó en la plataforma Medium un artículo titulado “Coronavirus: Por qué Debemos Actuar Ya”, en el que alentó a políticos y empresarios a tomar medidas drásticas y urgentes para contener el avance del COVID-19, anticipando una catástrofe en el caso contrario. Más de 40 millones de personas lo leyeron en los días siguientes, fue traducido en 40 idiomas y su difusión fue decisiva para que muchos gobiernos impusieran cuarentenas estrictas en todo el mundo, incluso para el de Alberto Fernández, en Argentina. El 19 de marzo publicó otro artículo, “El martillo y la danza” (una metáfora sobre la aplicación de una cuarentena dura y breve y luego medidas de distanciamiento social más relajadas para convivir con el virus sin que se expanda), en el que formuló su teoría sobre cómo evolucionaría la pandemia, dependiendo de la respuesta de los estados. Desde ese momento, Pueyo se convirtió en una referencia para muchos líderes políticos, a los que asesoró en países tan diversos como Estados Unidos, España, Perú, Kenia y Argentina.
—Cuando usted publicó “El martillo y la danza” hizo una serie de proyecciones y modelos. Ahora que pasaron casi tres meses y a la luz de lo que sucedió, ¿qué estimaciones cree que fueron correctas y cuáles no fueron del todo acertadas?
—En base a los datos que había en ese momento, casi nada de lo que comenté o predije ha sido equivocado. Siempre hay algunas cosas que podrían ser revisadas, pero sobre lo principal no hay nada o casi nada equivocado. Hay algunos datos que ahora se saben mejor y lógicamente cambian todo. Por ejemplo, la tasa de letalidad, que se pensaba que podía estar entre 0,6% si se tomaban medidas y el 5% si no se tomaban, pues resulta que ahora sabemos que es más baja. En Italia, España y el estado de Nueva York parece que va a ser efectivamente entre el 1% y 2%, y si todo se hacía más o menos bien, estaría entre 0,5% y 0,6 por ciento. Es un poco más baja de lo que se pensaba, pero en los mismos órdenes de magnitud. Ahora se sabe que tanto el martillo como la danza pueden funcionar, porque hay docenas de países en los que el martillo ha funcionado, como Australia, Nueva Zelanda, Francia, Italia, España, Alemania, Noruega y Finlandia, y varios países en los que la danza va funcionando hace varios meses, como Hong Kong, Taiwán, Corea y Japón. Otra cosa que se ha aprendido es que el martillo y la danza no funcionan en todas partes.
—Hay expertos que afirman que la caída en la curva de contagios y de muertes llegó más o menos al mismo tiempo y de la misma forma en la mayoría de los países de Europa y en los Estados Unidos, y que eso demostraría que los confinamientos no tuvieron demasiado que ver con los resultados. ¿Qué opinión tiene de esto? ¿Podría haber otros factores que hayan influido en el retroceso del virus en las últimas semanas?
—Estoy escribiendo un artículo que creo que va a parar ese debate. El argumento de muchos de los críticos es que pasa lo mismo en todas partes con o sin martillo. Si esto fuera así, todas las provincias chinas tendrían que haber pasado por lo mismo, pero no fue lo que pasó. La única que tuvo un brote antes de aplicar un martillo es Hubei. Todas las demás estaban alertadas, aplicaron un martillo antes del brote y no tuvieron una epidemia. ¿Qué raro, no? Otro ejemplo: en todos los países en los que el martillo ha funcionado pasan exactamente dos semanas entre que se aplica el martillo y se llega al pico máximo. Otro ejemplo: si fuera cierto que en todos los países sube y baja solo, no veríamos ningún país en el que siguen aumentando los casos, pero en Suecia no tienes martillo y se mantiene la curva. Además hay países en los que directamente no ha habido brote, como Vietnam, Taiwán y Hong Kong. Si siempre pasa hagas lo que hagas, ¿cómo es que los que lo han hecho muy bien no han tenido brotes?
En todos los países en los que el martillo ha funcionado pasan exactamente dos semanas entre que se aplica el martillo y se llega al pico máximo
—Los ejemplos que da de países en los que no se produjeron brotes, o en los que fueron contenidos rápidamente, son casi todos de Asia Oriental. Japón, China, Corea, Taiwán. Salvo China, con Wuhan, ninguno tuvo brotes como los que se han visto en Europa o América Latina. ¿No puede ser que haya también otros factores? Porque todos esos países aplicaron políticas diferentes.
—Sí, hay otro factor, y se llama experiencia. Todos esos países la obtuvieron con el SARS o el MERS. En 2003 fue el SARS y todos desarrollaron experiencia, leyes y procesos en ese momento. Corea del Sur no tuvo SARS, pero tuvo el MERS en 2015 y tiene una ley específica para pandemias basado en eso. Singapur es otro ejemplo. Todos esos países tienen esa experiencia y simplemente la aplicaron cuando llegó el coronavirus. El problema del resto del mundo era la falta de experiencia exclusivamente. Por eso, lo más relevante era trasladar esa experiencia al resto del mundo. Y decir, “Oye, estos saben lo que están haciendo porque ya les ha pasado, haced lo mismo”.
“El martillo y la danza” se proponía mostrar que, ante el avance de la pandemia, los gobiernos tenían tres alternativas: no hacer nada, aplicar una estrategia de mitigación –que consistiría en establecer ciertas restricciones leves– o pegarle un martillazo al coronavirus –imponer una cuarentena estricta, para reducir al mínimo la circulación de la población y del virus–. La hipótesis del autor era que, con cualquiera de los dos primeros caminos, el único destino posible era el crecimiento exponencial de los infectados y de las muertes, agravadas por el colapso de sistemas sanitarios totalmente desbordados, como se vio en marzo y abril en algunas regiones de Italia y de España. El pronóstico era especialmente aterrador para Estados Unidos. “Si se permite la propagación del coronavirus, el sistema de salud estadounidense colapsará y las muertes rondarán los millones, posiblemente más de 10 millones”.
En cambio, Pueyo anticipaba que, con un martillo bien ejecutado, que permitiera un menor avance del virus y una tasa de letalidad más baja, el número final de muertes en Estados Unidos estaría más cerca de las 500.000. La proyección era que, dos semanas después de aplicadas las medidas fuertes, el número de infecciones diarias llegaría a su pico y, en un período de tres a siete semanas, empezarían a acercarse a cero. Entonces, se podría pasar a la segunda fase, “la danza”, una estrategia de más largo plazo, que permite que las personas recuperen muchas de las libertades perdidas y que basa la contención de la epidemia en medidas más sutiles, como el distanciamiento social, los testeos masivos y el rastreo de casos sospechosos.
Dos semanas después de aplicadas las medidas fuertes, el número de infecciones diarias llegaría a su pico. Entonces se podría pasar a la segunda fase, “la danza”, una estrategia que permite que las personas recuperen muchas de las libertades perdidas
—En “El martillo y la danza” usted planteaba que en un plazo de tres a siete semanas después de aplicar el martillo el virus iría desapareciendo. Pero, por ejemplo, el Reino Unido va por la semana 12 y sigue con más de mil nuevas infecciones por día. ¿Cómo explica que a esta altura el virus no haya sido suprimido?
—Si hay una cierta situación inicial y aplicas ciertas medidas, vas a tener un resultado concreto. Si la situación inicial es diferente y las medidas son distintas, el resultado va a ser otro. Yo planteé la necesidad de cerrar el país inmediatamente el 10 de marzo, que ya era tarde. Francia y España tomaron esas medidas el 15 de marzo. Esos cinco días fueron clave. Si estás en una curva exponencial y dejas que suba, lógicamente, la bajada va a tardar mucho más. En el caso del Reino Unido, no solo se tomaron una semana más, sino que además no fue un cierre tan agresivo como en el resto de los países. Entonces, lógicamente, si tardas mucho más y lo haces mucho peor, vas a tardar mucho más en volver. En cambio, los países que fueron rápidos y agresivos como Austria, e incluso Australia y Nueva Zelanda, fueron capaces de controlarlo y allí las tres a siete semanas se cumplieron.
—¿Su tesis es que si el martillo se sostiene la infección va a terminar desapareciendo indefectiblemente?
—Con un martillo correcto, sí.
—Hablando específicamente de las proyecciones que usted hizo en sus artículos. ¿Cuánto tuvieron que ver con el ahora parcialmente deslegitimado paper del Imperial College de Londres? Porque fueron simultáneos y mucha gente los relaciona.
—En efecto. El paper salió justo entre mis dos artículos y el segundo hace una referencia a él. Lo cierto o lo erróneo del paper se ve en el resultado del Reino Unido, una de las peores experiencias de Europa en términos de casos y muertes. Su principal problema es el de muchos otros modelos teóricos: ante una situación nueva y compleja, hacer un modelo matemático es muy difícil, porque no sabes cuáles son las cosas que hay que modelar e importan. En ese sentido, una metodología mucho más lógica es simplemente mirar lo que ha pasado en el resto del mundo: yo veo que en China ha pasado esto, que en Corea ha pasado esto, que en Taiwán ha pasado esto, y si no se hace nada, mira lo que ha pasado en Italia, en Irán. Según el Imperial College, si no se actuaba habría una curva enorme de casos, lo cual era correcto, y si se mitigaba un poco también había una curva enorme; pero una de las cosas que decía sin ninguna lógica es que, si aplicabas un martillo y cerrabas la economía fuertemente, dentro de unos meses tendrías un rebrote enorme ante el cual habría que aplicar otro martillo, y la suma de esos dos brotes sería casi el equivalente a si no aplicabas ninguna medida.
—Sus proyecciones indicaban que se iba a producir un número impresionante de muertes si no se ejecutaban medidas estrictas. Suecia impuso restricciones muy leves y murieron muchas personas, pero su tasa de mortalidad por habitante está por debajo del Reino Unido, de España y de Italia. ¿Es posible que haya sido exagerada la estimación de lo que iba a pasar si no se tomaban medidas?
—Según su opinión, para países que aplican medidas, ¿cuál es el principal factor que determina cuántas muertes vas a tener por habitante?
—Nuestra función como periodistas es preguntar y por eso le preguntamos a usted.
—La manera de comparar los países no tendría que ser “Mira, Suecia tiene menos muertes por habitante que España”. Pues sí, lógicamente, porque tenía casi 100.000 casos menos inicialmente. La pregunta es más bien: si miras a los países que tenían el mismo número de casos más o menos en el mismo tiempo, cómo se comparan. Y Suecia tenía más o menos los mismos casos que Canadá, Portugal, Dinamarca, Austria, Noruega, República Checa y Australia, y de todos esos tiene, por lejos, la peor situación.
—¿Y qué pasa en relación a Irlanda, Bélgica, el Reino Unido y Holanda, que obtuvieron resultados bastante similares, pero con cuarentenas?
—En el caso de Irlanda, tomó ciertas medidas el 13 de marzo, pero fueron leves, y no tomó las agresivas hasta el 29 de marzo. Otra cosa que está haciendo es tomar en cuenta muertes de manera mucho más agresiva que Suecia. Todas las muertes que podrían ser del coronavirus se aplican al coronavirus. Bélgica está haciendo lo mismo. Si hay un caso registrado dentro de una residencia de ancianos, todas las otras muertes se asocian al coronavirus. El Reino Unido es el único país del mundo cuyo resultado es peor que Suecia. El único. Entonces es más una excepción que una regla. Y como hemos dicho antes, entre otras cosas, el Reino Unido está muchísimo más conectado que Suecia, con lo cual recibe mucho más casos, tardó más que el resto de los países europeos en tomar medidas, y seguramente haya otros factores, que es una de las cosas que estoy aún estudiando. Pero si tomas un poco de perspectiva, Suecia realmente está mal.
—Creo que están claros los problemas que ha tenido Suecia. No nos referimos al caso para ponerlo de ejemplo, sino pensando en las proyecciones que se habían hecho en un primer momento. Para el caso de Estados Unidos, por ejemplo, su estimación era que podía haber 10 millones de muertos.
—Creo que era entre 600 mil y 10 millones, sí.
—10 millones era la hipótesis en caso de que no se aplicaran medidas fuertes.
—Si no se aplicaba ninguna medida.
—En un año normal en Estados Unidos mueren 2,86 millones de personas. O sea que la proyección implicaba un aumento de 250% de la mortalidad anual. Suecia aplicó medidas muy leves y está muy lejos de esa proporción. En EEUU, donde se aplicaron medidas bastante erráticas, los datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades muestran que en la semana con mayor mortalidad del año, esta fue un 38% superior a la misma semana de 2019. La pregunta es si es posible que hayan sido un poco exagerados los cálculos de cuánta gente iba a morir si no se aplicaban medidas.
—El rango de mis proyecciones iba entre 500.000 y 10 millones de personas muertas en los Estados Unidos si no se hacía nada. Basados en lo que se sabe de los datos, ¿no? Y ya llevamos más de 100.000, pese a que se han tomado medidas. Y solo hemos empezado. Estados Unidos no está controlando el virus, sino que sigue infectándose la gente, cada vez más. Entonces, estamos ya al 20% de la parte baja del rango. La probabilidad de que vayamos a llegar a la parte baja del rango es bastante alta.
—Claro, 20% de la parte baja del rango, pero de la parte alta estamos bastante lejos.
—Esto asumiendo que no se aplicara ningún martillo. Pero sí se han aplicado, en la mayoría de los estados. Entonces creo que los datos muestran que realmente ese rango era acertado. Lógicamente, la parte más alta del rango es mucho más alta, pero por eso hay un rango, porque no se sabe. Y eso refleja lo que se sabía en aquel entonces de la tasa de mortalidad que había en distintas regiones de China, que iba desde el 0,6% al 5 por ciento. Entonces, lógicamente, como hemos mencionado antes, ahora sabemos que esa tasa es más bien entre el 0,6% y el 1 o 2%, y eso reduce el rango alto. Gracias a dios. Son los nuevos datos que te permiten reducirlo. Pero la parte baja del rango no ha cambiado. Lamentablemente. Ojalá me hubiese equivocado.
El martillo y la danza en América Latina
—Usted ha asesorado a gobiernos latinoamericanos y, en muchos de los países de la región, sus artículos han sido cruciales a la hora de planear las estrategias contra el COVID-19. Sin embargo, hace un rato nos dijo que una de las conclusiones que había sacado era que el martillo y la danza no funciona en todos los países. ¿Cómo lo explica?
—Es algo que he observado en Argentina. Por un lado, los números del país son mejores que los de casi todos sus vecinos, pero por el otro lado aplicó un martillo agresivo y los casos siguen subiendo. Entonces, una de las claves es entender que éstos son métodos adecuados para países desarrollados, pero hay países en los que, por distintas razones, no funcionan. Comprender por qué es clave.
—Perú es otro ejemplo claro de un país que aplicó un martillo muy estricto, antes incluso que Argentina, y aún más restrictivo, y dos meses después siguen aumentando los contagios (más de 200.000) y las muertes (más de 6.000). ¿Con qué cree que tiene que ver que quizás esta estrategia no esté funcionando tan bien en nuestra región?
—Aún no tengo suficientes datos como para afirmar nada. La principal hipótesis está basada en lo que he oído sobre que en estos países los brotes suelen estar concentrados en zonas de muy alta densidad urbana, donde el número de personas que viven en el mismo hogar es alto, y generalmente de bajos ingresos económicos. Y tiene lógica: si estás en un martillo, pero no te puedes permitir no trabajar y no salir de casa porque en caso contrario no comes, y claro que vas a salir de casa, y vas a ir a trabajar, y te vas a contagiar, y si cuando vuelvas a casa vives con mucha otra gente, los vas a contagiar a ellos también. Esto ha sucedido en Argentina, en Perú, en Kenia, en la India, y en Bangladesh; esos son los ejemplos que conozco. Lo que entendemos es que el martillo y la danza funciona en general, pero en particular para las zonas de alta densidad donde la gente vive de a muchos en un hogar y donde los ingresos son bajos, hace falta una estrategia distinta.
— ¿Cuál podría ser esa estrategia?
— Por ejemplo, si toda la gente que estuviera infectada pudiera tener un testeo gratis y, si da positivo, pudiera estar en un hotel durante dos semanas con todos los gastos pagos y ciertos ingresos.
— En Argentina existe ese tipo de medidas. Se está testeando, los focos son testeados. Pero el caso es particular. Aquí se aplicó una cuarentena fuerte y temprana, cuando había muy pocos casos, hoy llevamos más de ochenta días de cuarentena y, aunque las muertes están controladas -hay poco más de 700 registradas-, la curva de contagios no disminuye. ¿Cuál es su recomendación para un país en el que las autoridades temen que pasar a la fase de la danza pueda significar un aumento significativo de muertes y contagios?
—En la estrategia del martillo y la danza, el objetivo es que haya un martillo y haya una danza. No solamente el martillo. Y la razón por la cual hay que pasar a la danza cuanto antes es porque el costo del martillo es enorme. Enorme, enorme, enorme. Entonces, la solución no es “aplica el martillo y cuando te sea conveniente pasa a la danza”, sino “aplica el martillo porque no tienes idea de lo que está pasando y necesitas tiempo para entender lo que tienes que hacer, y luego, usa ese tiempo muy muy bien para resolver lo que tienes que hacer y pasar a la danza”. España es un buen ejemplo en el que aplicaron un martillo agresivo y lo levantaron sin saber danzar. Y eso no tiene justificación, la responsabilidad del gobierno es aprender a danzar, cuanto antes mejor.
En la estrategia del martillo y la danza, el objetivo es que haya un martillo y haya una danza. No solamente el martillo. Y la razón por la cual hay que pasar a la danza cuanto antes es porque el costo del martillo es enorme. Enorme, enorme, enorme.
—¿Cuáles son esas medidas de la danza?
—Ahora las sabemos. Testeo, rastreo de contactos, aislamientos, cuarentenas, uso de mascarillas en toda la población, higiene, distanciamiento físico, educación pública, restricción de viajes y restricción de grandes aglomeraciones. Con esas diez medidas se supone que en la mayoría de los casos puedes danzar efectivamente. Entonces, aunque estén aún en el martillo no hay razones para no estar aplicando todas estas medidas. No se si en Argentina se están aplicando o no, me imagino que todas no, pero quizás me equivoque. ¿Se están aplicando?
—Sí.
—¿El testeo es masivo y se está haciendo el rastreo de contactos?
—Hubo una ampliación de los testeos, actualmente se realizan unos 5.000 testeos diarios.
—Y ¿cuántos casos diarios hay?
—Alrededor de mil.
—Entonces no son suficientes testeos. Generalmente se usan dos test por persona. Lo cual significa que más o menos entre el 20% y el 40% de las personas testeadas son positivas. Eso significa que no se está testeando lo suficiente y que no se sabe dónde están los casos. Porque el punto del martillo es: no tengo ni idea dónde están los casos, entonces voy a aislar a todo el mundo. Pero para poder soltar a la gente lo que debo saber es exactamente dónde están los casos y los potenciales casos. Y aislar solamente a esos.
— ¿Cómo es el rastreo de contactos que usted propone?
—Con un rastreo manual basta. Si se usa tecnología mejor, ayuda mucho. Pero con rastreo manual basta. Más o menos un rastreador se toma dos o tres días en resolver un caso entero. Lo cual significa que si Argentina tiene unos mil casos diarios con 3.000 o 4.000 personas trabajando se podrían rastrear todos los contactos. Y en este momento el rastreo es facilísimo. Porque como hay un martillo aplicado, la gente no sale mucho y el 90% de los contactos a rastrear son simplemente quién vive en tu casa. Y tal vez algún amigo al que has visto. Eso se vuelve más complejo cuando la gente sale un poco más, y puedes pasar a tener que rastrear entre siete y 30 contactos por contagio. Pero al final la idea es que si haces eso relativamente rápido y con no demasiada gente, y consigues aislar todos esos contactos, o ponerlos en cuarentena, puedes reducir muchísimo la tasa de transmisión.
—¿Cree que tiene sentido sostener durante tanto tiempo un martillo o, por el contrario, a medida que pasan las semanas pierde efectividad y entonces habría que cambiar de estrategia?
—El martillo y la danza solo tiene sentido si puedes aplicar el martillo con éxito y puedes danzar con éxito. Si hay situaciones en las que no te funciona el martillo o no te funciona la danza por alguna razón, pues entonces tu caso es distinto y tienes que considerar alguna estrategia distinta. Para mi en el caso de Argentina la clave es entender en qué regiones sí funciona. ¿Es verdad que ha funcionado en muchas zonas y son algunas regiones específicas en donde no? Si ese es el caso, bueno, entonces aplicas el martillo y la danza en la mayoría de las zonas y te centras en resolver con otra estrategia lo que ocurre en la región de los brotes. Si reduces un martillo y la danza nacional a uno local, el coste para la economía es mucho más bajo. Y puedes mantener esa estrategia durante muchísimo más tiempo. Lo que no tiene lógica es aplicar un martillo durante meses. Eso no tiene lógica, porque el coste del martillo es demasiado caro.
—En Argentina se fue aplicando cierta apertura para las zonas en las que no se registraron casos durante varias semanas, por supuesto, pero el problema de las concentraciones urbanas es que por un lado es el lugar donde hay más contagios pero por el otro también es donde se concentra la mayor producción de la economía nacional. Es decir, la economía está parada aunque el 85% del territorio nacional no tenga ya martillo. Porque en las concentraciones urbanas está el motor de la economía y es donde vive el 40% de la población o más.
— En las zonas urbanas mucha de la gente que trabaja puede hacerlo de forma remota. Y esa parte de la economía entonces no se ha visto afectada. Entonces pasamos a concentrarnos en zonas urbanas donde la gente tiene que trabajar físicamente. Depende también qué tipo de trabajo hacen. Por ejemplo, se sabe que en el mundo entero ha habido brotes enormes en las meat packing plants –donde se procesa la carne–. Imagino que Argentina tiene bastante de eso. ¿Por qué? Porque hay mucha gente trabajando bastante cerca en un ambiente seco y frío, que es perfecto para el coronavirus. Pues una vez que se sabe eso puedes intervenir el ámbito de trabajo. Puedes poner máscaras y pantallas transparentes delante de las caras. Y en lugar de tener dos turnos puedes poner tres. Entonces, una vez que entiendes los detalles de dónde se están formando estos focos, dónde está esa transmisión, vas y atacas esas zonas. Y con dos o tres meses de martillo tendría que haberte dado tiempo para entender eso y aplicar las medidas de forma mucho más quirúrgica. El martillo es burdo, es agresivo, y ahora hay que pasar a ser más quirúrgicos.
—Es interesante el planteo, pero también hay que decir que el nuestro es un país con un sector informal gigantesco, en torno al 40% de la población. Entonces no son ámbitos laborales que uno pueda regular fácilmente. Porque están justamente desregulados. Y eso añade otra complicación.
—Tienes toda la razón. Pero doy otro ejemplo de una medida que se puede tomar al respecto. Hay datos de movilidad, bastante detallados, anonimizados, por los que el Gobierno puede saber dónde se está moviendo la gente. Y puede correlacionar eso con donde hay brotes. Entonces, si por ejemplo te das cuenta de que hay un mercado que está siendo un foco pues puedes ir y atacar el mercado. Y no significa cerrar el mercado, puede que sí o puede significar invertir enormemente para que haya mamparas, para que haya gente midiendo la temperatura, para que tengas máscaras. Hay muchas cosas que puedes hacer si eres capaz de entender esas cosas. Y hay maneras de entenderlo aún en la economía sumergida.
—Sus artículos son una clara interpelación a los Gobiernos a actuar, a tomar medidas, y un llamado de atención sobre lo problemático que es que no se tome en cuenta la gravedad de una crisis como la del coronavirus. Ahora, a la inversa: ¿no cree que también puede ser peligroso que los gobiernos terminen actuando por pánico y tomen decisiones que causen un daño colateral mayor?
—Entiendo tu pregunta. Pero el único pánico que puedes haber tenido es al aplicar el martillo demasiado rápido. Luego, si llevas usándolo dos o tres meses, ya no sientes pánico, porque no puedes estar en pánico tres meses. En algún momento en esos tres meses te has calmado un poco y has podido analizarlo racionalmente. Creo que tu pregunta es más bien ¿pudimos haber sido demasiado agresivos aplicando el martillo? Y la respuesta obviamente es sí, porque si comparas los países que han aplicado el martillo durante poco tiempo y han sido capaces de danzar, lo hacen mejor. Otra pregunta sería: ¿un país que fue agresivo aplicando un martillo inicialmente, puede estar peor que un país que no ha hecho nada? Y vosotros teneís dos ejemplos perfectos a vuestro alrededor: Chile, que se lo tomó con calma, y Brasil, que simplemente no ha hecho nada. Y no solamente hay muchos más casos y muchas más muertes. En Brasil no solo es impresionante la cantidad de muertes sino que, además, la economía no está mejor.
—Dada la influencia global y diría inédita que tuvieron sus artículos, y considerando que usted no es infectólogo ni sus publicaciones fueron publicadas en revistas científicas, ¿considera que sus proyecciones tuvieron el suficiente respaldo empírico, en un contexto en el que hay tanto debate en la comunidad científica, como para sostenerse en el tiempo en países tan disímiles? Y una pregunta más de índole personal, ¿en algún momento sintió alguna duda en relación a esas recomendaciones tan severas que hizo en los artículos y sus consecuencias?
—Voy a distinguir entre el primer artículo y los subsiguientes. El primero era yo escribiendo un blog para algunos amigos. Llevaba tres semanas analizando y simplemente puse todo en un sitio y explotó. Después de eso, el peso es distinto, lógicamente, porque sabes que tienes que tener cuidado de lo que dices. Yo no soy el epidemiólogo de Suecia, o del Reino Unido, o de Argentina. Mi rol no es el de tener la ciencia perfecta, que es completamente peer reviewed (revisada por pares). Mi rol es analizar todo lo que puedo, todo lo rápido que puedo, ponerlo de manera comprensible, lo mejor que puedo, para que luego otras personas lo critiquen y, si tiene sentido, me hagan caso o no. Hay dos cosas que he añadido en mis artículos que no había hasta entonces. Una es haber hecho un análisis sistemático de toda la información disponible en un solo sitio. Porque los papers son muy cerrados y muy específicos. Los políticos necesitan una visión global y eso no existía. Y mi segundo aporte es haberlo hecho digerible. Porque cuando lees uno de esos papers te quieres pegar un tiro. Yo leo tres o cuatro papers al día y es muy difícil entender la mayoría de ellos. Y si es difícil para mí, imagina para el 99% de las personas. Esa traducción es clave, y en ese sentido creo que la ciencia ha fallado. Porque si tu logras información relevante, pero nadie es capaz de entenderla, no sirve para nada.
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