El Santo Sepulcro reabre hoy sus puertas tras dos meses de cierre, tras haber superado el peor pico de la crisis, que en Jerusalén ha tenido una expansión mucho más moderada que en la mayoría de países europeos. “Siguiendo la evolución de la situación en Tierra Santa, los jefes de las tres comunidades custodias de la Basílica del Santo Sepulcro y de la Resurrección, queremos informarles de que a partir del domingo 24 este lugar sagrado estará accesible de nuevo a los fieles para visitas y rezos”, aseguraban los líderes religiosos en un comunicado.
Por razones de seguridad y para evitar contribuir a la expansión del coronavirus, el acceso al templo está limitado a un máximo de 50 personas a la vez, será obligatorio llevar puesta mascarilla y se impedirá la entrada a quien tenga fiebre alta u otros posibles síntomas de la enfermedad, informaron las autoridades religiosas.
También se exige mantener una distancia mínima de dos metros entre los asistentes y se pide evitar “actos de devoción que puedan incluir contacto físico como tocar y besar las piedras, iconos, vestimentas y al personal de la Basílica”.
A primera hora de la mañana, con la apertura brevemente de las puertas, Efe constató que no se produjeron aglomeraciones de ciudadanos esperando entrar y que todo transcurrió en calma. Aunque en la zona sigue sin haber turistas, ya que Israel cierra sus fronteras a los extranjeros o les exige hacer una cuarentena de quince días en un domicilio privado, son muchos los cristianos palestinos que están deseando volver a este y otros templos de Jerusalén.
A pesar de que en los últimos dos meses la Basílica ha estado cerrada a las visitas, la vida en su interior continuaba, con el día a día religioso de los representantes de las tres iglesias cristianas que tienen su custodia: los franciscanos, los greco-ortodoxos y los armenios.
Fray Salvador Rosas, presidente de la fraternidad de franciscanos del santuario, narró a Efe en una visita exclusiva al santuario cerrado cómo ha transcurrido la vida dentro durante la pandemia.
Cada día, los religiosos se levantaban de madrugada para celebrar las misas matinales, aunque sin feligreses, y tras la comida seguían con la oración de vísperas y una procesión que se hace a diario desde inicios del siglo XIV "para recordar la pasión, muerte y resurrección de Cristo" en catorce altares distintos.
Rituales que, desde hoy, podrán volver a contar con fieles participantes, aunque muchos menos de lo habitual y, por el momento, separados.
Con información de EFE
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