Parece la sinopsis de una película de espionaje. Un hombre con documentos diplomáticos rusos llegó a Praga a principios de abril. Llevaba un maletín que, según el semanario checo Respekt, estaba cargado con ricina, un potente veneno. Su objetivo —afirma la publicación citando fuentes de inteligencia— era asesinar a Zdenek Hrib, jefe de gobierno de Praga, y a Ondrej Kolar, alcalde del Distrito Seis de la ciudad.
Es cierto que hay antecedentes de asesinatos —o tentativas— por envenenamiento vinculados a Rusia en ciudades europeas. Casi todos, de agentes rusos que desertaron, como Aleksandr Litvinenko, que murió en Londres en 2006 tras ser envenenado con polonio-210, y Serguei Skripal, que en 2018 sobrevivió a una intoxicación con gas nervioso en Salisbury. Matar al alcalde de la capital de un miembro pleno de la Unión Europea sería una operación de otra envergadura.
La inteligencia checa no se manifestó públicamente sobre el incidente. Hrib se limitó a confirmar que le asignaron mayor protección policial, pero dijo que no podía precisar las razones. Mucho más contundente fue Kolar. “Lo que puedo decirles es que me han concedido protección policial porque hay un ruso aquí con la misión de liquidarme”, dijo al canal de televisión Prima. “No solo a mí, sino también a Hrib y a Pavel Novotny (alcalde de otro distrito)”.
La denuncia, que el Kremlin tildó de disparatada, revela hasta qué punto escaló la tensión entre Rusia y el gobierno de Praga. Hrib, que cumplió 39 años esta semana y que dio la sorpresa en los comicios municipales de 2018, de la mano del Partido Pirata, parece decidido a resaltar sus diferencias con Moscú. Pero Rusia no es la única potencia a la que se enfrentó el gobernante de esta ciudad de 1.300.000 habitantes. También desafío a China, que desarrolló un vínculo casi fisiológico con buena parte de la elite política y económica checa.
“Hay una presión abierta sobre la República Checa no solo de Rusia, sino particularmente de China. Un político checo local ha muerto recientemente de un ataque al corazón después de haber sido objeto de chantaje por parte de funcionarios chinos a quienes no les gustaban sus contactos con Taiwán. Hay varios oligarcas checos que comercian en Rusia y en China y tienen muy buenas relaciones con sus autoridades. A través de ellos, ambos países están empezando a ejercer influencia política y económica. Estas presiones son reales, por lo que no es sorprendente que gente como Zdenek Hrib tome una postura firme para defender la independencia checa. Hay muchos políticos en Praga perfectamente dispuestos a colaborar tanto con Rusia como con China y a dar paso a su colonización política y económica a cambio de un beneficio personal”, explicó Jan Culík, investigador del Centro de Estudios de Rusia, Europa Central y Oriental de la Universidad de Glasgow, consultado por Infobae.
El ascenso pirata
El fenómeno de los “partidos piratas” tiene menos de 20 años en Europa. Son fuerzas políticas que surgieron para captar a los votantes desencantados con los partidos tradicionales. Pero, a diferencia de los populismos de derecha, que apuntan a un público mayor, empobrecido y con pocas credenciales educativas, los piratas pretenden representar a los jóvenes educados de las grandes ciudades, los hijos de la globalización.
El primero fue el Partido Pirata de Suecia, que comenzó como una iniciativa puramente digital en 2006, fundado por Rick Falkvinge. El nombre elegido partió del rechazo a una ley de copyright aprobada en 2005 y de la defensa de un uso totalmente libre de internet. Las distintas réplicas que fueron surgiendo en otros países coinciden en reclamar mayores libertades civiles, están a favor de la integración europea y creen que hay que utilizar la web para fomentar mecanismos de democracia directa. Algunos tienden más hacia la izquierda en materia económica y otros más hacia la derecha.
Los piratas checos nacieron en 2009, denunciando la corrupción de los partidos hasta entonces hegemónicos y proponiendo importantes cambios institucionales. El gran salto lo dieron en las elecciones de 2017, en las que se convirtieron en la tercera fuerza del Parlamento, con 22 de las 200 bancas.
“El Partido Pirata Checo fue fundado en respuesta a dos factores importantes. En primer lugar, la sentida necesidad de una gran parte del electorado de un cambio hacia una política más transparente. Los dos principales partidos de la República Checa, los Demócratas Cívicos y los Socialdemócratas, eran considerados corruptos y se percibía el deseo de encontrar nuevos partidos que desafiaran el statu quo. En segundo lugar, cierta parte del electorado liberal y progresista no se identificaba con el Partido Verde Checo, que se consideraba como parte del establishment por su participación en la coalición de gobierno de centroderecha de 2006-2009”, dijo a Infobae el politólogo Vít Simral, miembro de la asamblea legislativa de Praga por el Partido Pirata.
El crecimiento fue casi paralelo al de otra fuerza: ANO 2011, derivado del movimiento Acción de los Ciudadanos Insatisfechos (ANO en checo). Con una plataforma conservadora, contraria a la inmigración y con claros rasgos populistas, el magnate de los medios Andrej Babis, segundo hombre más rico del país y fundador de ANO, se impuso en las elecciones de 2017 y asumió como primer ministro. Su gobierno ha estado atravesado por denuncias de corrupción, especialmente por una: que una firma vinculada con él recibió 2 millones de euros del Fondo Europeo de Desarrollo Regional.
ANO ya gobernaba en Praga. Adriana Krnácová se había convertido en 2014 en la primera alcaldesa en la historia de la ciudad. Esas elecciones fueron las primeras en las que compitió Hrib, aunque sin mucho éxito, porque apenas superó el 5% de los votos.
“Como en muchos países, la política checa en los últimos años se debate entre los partidos políticos clásicos con trasfondo ideológico y un nuevo tipo de partido flexible sin fuertes lazos ideológicos. El ejemplo más exitoso de este último es el gobierno de ANO, pero el Partido Pirata también pertenece a este grupo. Fue capaz de aprovechar su oportunidad, diferenciarse de los viejos partidos y proporcionar una alternativa para los votantes decepcionados, especialmente los jóvenes. Pero, a diferencia de la ANO, no está vinculado a ningún escándalo político o de corrupción. Praga es una base de votantes liberales y pro UE, que encaja con el perfil pirata. Además, el anterior gobierno de Praga liderado por ANO fue percibido como infructuoso e incompetente. Por lo tanto, el hambre por nuevos políticos era comprensible”, sostuvo Milos Gregor, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Masaryk, en diálogo con Infobae.
Hrib se formó como médico en la Universidad Carolina de Praga, pero no ejerció la medicina, salvo por una breve estancia en Taiwán, que le sirvió más para forjar ciertas convicciones políticas. Desarrolló su carrera profesional en empresas privadas y organizaciones civiles, como un especialista en evaluación de sistemas de salud. En 2013 empezó a militar en el Partido Pirata y, tras la derrota en los comicios de 2014, empezó a convertirse en uno de los principales críticos de la gestión de Krnácová.
Las elecciones municipales de 2018 fueron muy divididas. Los piratas salieron segundos con el 17%, lo que les alcanzó para formar una coalición con fuerzas menores y destronar a ANO. Hrib asumió el 15 de noviembre de 2018 un gobierno que, desde el comienzo, se preocupó mucho por exhibir gestos que lo diferencien de sus antecesores y del poder nacional. No solo para confrontar con Babis. También con el presidente Milos Zeman, un cercano aliado de China. Aunque no tiene las responsabilidades de gobierno del primer ministro, tiene mayor influencia que en otros países europeos.
“Praga como capital es una ciudad distinta al resto de la República Checa. Los votantes son más ricos, mejor educados y votan de forma diferente. El Partido Pirata es nuevo, fresco y tiene líderes jóvenes, especialistas en nuevas tecnologías. Exige transparencia en la política y luchar contra la corrupción, que es un problema en la República Checa en comparación con otros países de la UE. Hrib se convirtió en el epítome del anhelo de una ‘buena política’, teniendo en cuenta las necesidades de la gente y los nuevos tiempos. También aboga por un uso más frecuente de la democracia directa”, dijo a Infobae Krzysztof Kozbial, profesor del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad Jagellónica de Cracovia.
La rivalidad entre alcaldes liberales y gobiernos nacionales populistas parece ser una tendencia en Europa Central. En diciembre pasado, Hrib firmó junto a los alcaldes de Budapest (Hungría), Varsovia (Polonia) y Bratislava (Eslovaquia) un “pacto de ciudades libres” para estrechar lazos con la Unión Europea y contrarrestar el acercamiento de esos países a los modelos de Rusia y China. En una declaración conjunta, se comprometieron a promover “la libertad, la dignidad humana, la democracia, la igualdad, el Estado de derecho, la justicia social, la tolerancia y la diversidad cultural”.
Potencias al acecho
El enfrentamiento del alcalde pirata con China fue casi inmediato. Durante una reunión con diplomáticos de diferentes países a poco de asumir, el embajador chino se acercó indignado para pedirle que eche del encuentro a su par taiwanés. Esta isla ubicada al sudeste de China es considerada parte de su territorio por Beijing, pero es autónoma de hecho desde 1949, tras el fin de la guerra civil que terminó con el triunfo del Partido Comunista de Mao en el continente. El aislamiento de Taiwán es una de los ejes de la política exterior china.
Hrib consideró inaceptable el pedido del embajador, lo que marcó el comienzo de una ruptura que fue especialmente traumática por lo mucho que creció la influencia china en la República Checa en los últimos años. Principalmente, a través de inversiones multimillonarias, como la compra del Slavia Praga, uno de los más importantes equipos de fútbol del país. Pero también a través de convenios políticos, como el de ciudades hermanas entre Beijing y Praga durante la gestión de Krnácová.
“Hace unos años, Xi Jinping fue recibido con entusiasmo por el presidente Zeman, con una cooperación política y económica de gran alcance, en el marco del plan chino de la ‘nueva Ruta de la Seda’ —dijo Kozbial—. China también estaba interesada en invertir en el mercado checo de la energía nuclear y en nuevas tecnologías, como el 5G. Mientras tanto, la economía checa está ligada al mercado de la UE y sus estados miembros son los más importantes para Praga. Por lo tanto, el posible desaliento de China de una cooperación más estrecha con la República Checa no debería tener consecuencias negativas”.
Los diplomáticos chinos sostienen que el acuerdo de hermandad implica que Praga reconoce la política de “una sola China”, lo que supone admitir que Taiwán le pertenece. Como Hrib no estaba dispuesto a aceptar ese principio, el pacto se rompió. La animadversión creció en marzo de 2019, cuando izó en el ayuntamiento la bandera del Tíbet, otro territorio en conflicto para China, y recibió a su presidente en el exilio, Lobsang Sangay.
La escalada se profundizó este año, con la visita oficial de Hrib a Taipéi, capital de Taiwán, donde se reunió con su par, Ko Wen-je. Aprovechó la ocasión para firmar otro acuerdo de ciudades hermanas, apenas meses después de la cancelación del entendimiento con Beijing. En el acto, dijo que ambas ciudades comparten “los valores democráticos, el respeto a los derechos humanos básicos y a las libertades culturales”.
“La representación política checa está dividida en dos campos: los que están fuertemente ligados a China, Rusia y sus intereses empresariales o ideológicos, y los que se oponen y ven a la República Checa fuertemente involucrada en la UE y en la OTAN. El primer grupo está representado por Zeman, que defiende a Rusia y a China incluso contra los intereses checos a veces, los comunistas y otros partidos políticos radicales de izquierda y de derecha. De 2014 a 2018, Praga firmó documentos atípicos que proclamaban la política exterior hacia China. La actual coalición de gobierno en la ciudad, liderada por el Partido Pirata, canceló estas controvertidas declaraciones. Una situación similar se puede ver en el caso de Rusia”, dijo Gregor.
La influencia rusa sobre la República Checa es histórica. Con la disolución de la Unión Soviética y la incorporación checa a la Unión Europea, los lazos se debilitaron. Pero el auge populista en Europa y el crecimiento de la figura global de Vladimir Putin explican un acercamiento que dio lugar a nuevas tensiones.
En febrero, un grupo de legisladores con el apoyo de Hrib impulsó un proyecto en la Asamblea de Praga para renombrar la plaza frente a la que se encuentra la embajada rusa en homenaje a Boris Nemtsov, el opositor ruso asesinado por la espalda en 2015, mientras caminaba cerca del Kremlin. El cambio de nombre se oficializó el 27 de febrero, en el quinto aniversario del crimen por el que fueron condenados cinco chechenos, aunque nunca se descubrió a los autores intelectuales. La idea no es completamente original. Otras ciudades antes de Praga, como Washington o Kiev, renombraron plazas y calles cercanas a la embajada rusa como una forma de protestar por el escaso compromiso ruso para esclarecer lo sucedido.
“Hrib y el ayuntamiento siguieron una iniciativa del disidente ruso Vladimir Kara-Murza, antiguo colaborador de Nemtsov, para ponerle su nombre a los espacios públicos de las ciudades de todo el mundo. Praga no es la primera de esas ciudades. El hecho de que Hrib y sus asociados eligieran la plaza frente a la embajada rusa puede considerarse una provocación, pero también se podría argumentar que si Rusia fuera un país democrático normal no protestaría contra la iniciativa de ponerle a una plaza frente a su embajada el nombre de un importante político ruso. Por supuesto, en general estos esfuerzos le sirven a Hrib y a los Piratas para ganar más visibilidad. Pero buscar visibilidad es parte de la política”, dijo a Infobae el analista político checo Jirí Pehe.
Más ruido causó la decisión de remover la estatua de Iván Stepánovich Kónev, un general soviético que se destacó en la Segunda Guerra Mundial. Erigido durante la Guerra Fría, en los tiempos en los que Chequia era Checoslovaquia y pertenecía al bloque comunista, el monumento reconocía a Kónev como máximo responsable de la liberación de Praga del yugo nazi. Pero muchos lo consideran un opresor por su papel en el sofocamiento de protestas contra la injerencia soviética en la región, que tuvo como episodio más infame a la Primavera de Praga de 1968, cuando la URSS invadió el país para acabar con los intentos reformistas de Alexander Dubcek.
La estatua fue removida el 3 de abril. Hrib supervisó personalmente cómo un camión se la llevó del lugar. Diplomáticos rusos calificaron el hecho como un “acto de vandalismo por parte de representantes municipales desquiciados”. En una muestra de la profunda división política del país, Zeman lo catalogó como un gesto “ridículo y miserable”.
“Los funcionarios rusos han reaccionado ante el retiro de la estatua de manera escandalosa y han infringido gravemente la soberanía de la República Checa al amenazar con castigar a los funcionarios checos que lo ordenaron —dijo Culík—. No tienen derecho a hacerlo. Pero quisiera recalcar que, en mi opinión, se trata de guerras culturales sin sentido. Por supuesto, muchos checos todavía recuerdan que su país era una colonia rusa y reaccionan muy enojados ante cualquier intento ruso de reasumir la soberanía sobre su país. En este sentido, la actitud abiertamente crítica de Hrib parece plenamente justificada. Aunque creo que sería mucho mejor para él dedicarse a los problemas reales de su ciudad y de su país”.
El presunto arribo del ciudadano ruso con ricina en un maletín a Praga se produjo días después de la remoción de la estatua. El vínculo entre estos eventos es bastante nítido. Sobre todo porque los otros dos alcaldes apuntados tuvieron participación directa. Ondrej Kolar está al frente del Distrito Seis, donde estaba la estatua de Kónev. Y Pavel Novotny inauguró casi al mismo tiempo un monumento en honor a los soldados del Ejército de Andréi Vlásov, una división que desertó durante la Segunda Guerra, pero que poco antes del final del conflicto se volvió en contra los nazis y ayudó a liberar Praga. Algunos historiadores creen que cuando Kónev llegó la ciudad ya estaba liberada, una interpretación que desagrada a los rusos, que consideran a Vlásov un traidor.
“No sabemos con certeza si el diplomático ruso vino a Praga con el objetivo de asesinar a los tres políticos, ya que todo se basa en filtraciones de los servicios de inteligencia checos. Sin embargo, los tres recibieron protección policial y Kolar se escondió. En general, creo que este incidente y otros conflictos recientes entre Rusia y la República Checa están impulsados sobre todo por la propaganda rusa. Putin está en problemas por la pandemia y la caída de los precios del petróleo, y necesita desplazar la atención a otro lugar. El Kremlin sabe muy bien que la retirada de la estatua de Kónev no viola el Tratado Checo-Ruso sobre la protección de los monumentos de guerra, porque la estatua no es un monumento de guerra. Fue instalada en 1980, y es propiedad del distrito Praga 6. Pero el Kremlin ve en ello una oportunidad para mostrar al público ruso que Moscú sigue ejerciendo influencia sobre los antiguos satélites soviéticos”, señaló Pehe.
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