La mascarilla se volvió etiqueta en los aviones que todavía atraviesan los cielos del mundo debido a la pandemia. En los aeropuertos de los Estados Unidos el control de seguridad incluirá la medición de la temperatura de los pasajeros.
La línea holandesa KLM pide una declaración jurada de salud a los pasajeros que viajan desde zonas de riesgo de COVID-19, y puede negarse a llevar a quienes considere con síntomas. Air France eliminó el privilegio de abordar primero de la clase ejecutiva y completa el pasaje desde la parte trasera del avión hacia adelante para evitar aglomeraciones en los pasillos. Ryanair prohibió las filas de espera para usar el baño y pide que los pasajeros levanten la mano cuando quieran hacerlo.
China Southern y otras empresas no ubican pasajeros en el asiento intermedio entre el de ventanilla y el de pasillo para mantener la distancia social. Xiamen Air reserva sus últimas tres filas de asientos para pasajeros enfermos. El personal de abordo de Qatar Airways lleva equipo de protección personal contra peligros biológicos.
Esos han sido los primeros pasos de la nueva era que el coronavirus inició —acaso temporalmente, hasta que se halle una vacuna— en los viajes en avión.
“A medida que se relajan las medidas de confinamiento, las aerolíneas trazan un camino para salir de la hibernación, que incluye la reformulación de rutas y servicios y busca un equilibrio entre los protocolos de seguridad y el desafío de convencer a los pasajeros de abordar el espacio cerrado de una aeronave durante una pandemia”, presentó The Wall Street Journal (WSJ).
Muchas aerolíneas han eliminado las revistas de abordo, reducido o suspendido el servicio de bebida y comida y ordenado el descenso del avión en grupos de pasajeros para evitar que se apiñen en el apuro por salir. Los ejecutivos estiman que, debido a la escasa demanda, se realizarán menos vuelos directos que se reemplazarán por tramos con escalas. Algunos analizan la posibilidad de solicitar pasaportes de inmunidad a los viajeros: un documento que pruebe que estuvo infectado con el SARS-CoV-2 y se recuperó.
Incluso se ha diseñado un prototipo de panel de acrílico que separe a los pasajeros. El ingeniero aeronáutico francés Florian Barjot patentó PlanBay, una estructura que se puede agregar transitoriamente a los aviones sin cambiar su diseño interior, pero que en la práctica elimina el asiento del medio: allí se monta el separador de plexiglas para crear distancia social entre los pasajeros.
“Las aeronaves modernas tienen sistemas de aire eficientes para prevenir el contagio de una persona a la totalidad de los pasajeros, pero las autoridades sanitarias recomiendan una distancia de un metro, lo cual es difícil de lograr en clase económica, aun si se deja vacío el asiento medio”, escribió Barjot en el sitio web de su producto. “Para mejorar el distanciamiento, imaginé este kit desmontable para el asiento que no se usa, que se puede utilizar temporalmente durante un brote epidémico y en la fase de recuperación”.
Las aerolíneas, que en los últimos años aumentaron sus ingresos precisamente reduciendo el espacio entre pasajeros en la cabina principal, para transportar más gente en cada vuelo, no se entusiasman con el PlanBay. Muchas aceptaron dejar vacío el asiento del medio (en el caso de Delta es así para todos sus vuelos hasta julio) dado que era tan poca la gente que volaba que en la práctica no cambiaba su facturación. Pero no es algo que puedan sostener mucho tiempo, según WSJ.
“Las compañías no pueden permitirse los costos de dejar esos asientos vacíos", explicó el artículo. "Air New Zealand, la línea de bandera de Nueva Zelanda, limitó la ocupación de asientos a menos del 50% en un turbohélice y al 65% en un A320. Pero los vuelos necesitan un promedio del 77% de ocupación para cubrir los costos de operación, según la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA), que estimó que las tarifas tendrían que aumentar en un 50% para compensar el costo de dejar tanto espacio vacío en un A320”.
En un documento sobre la aeronavegación post-pandemia, la IATA declaró que “no apoya medidas obligatorias de distancia social que dejen vacíos los asientos del medio”, y en cambio “apoya el uso de tapabocas para los pasajeros y máscaras faciales para la tripulación mientras se permanezca a bordo como una parte central de un enfoque de varias medidas de bioseguridad para implementar de manera temporal”.
A comienzos de mayo Frontier Airlines anunció una opción: del mismo modo que en los últimos tiempos los pasajeros deben pagar por el equipaje o la elección de un asiento, se podría cobrar USD 39 para garantizar que alguien se siente junto a un lugar desocupado. Pero algunos legisladores estadounidenses objetaron la tarifa, ya que se trata de una cuestión de salud pública.
“En China, donde los vuelos internos se han reanudado en buena medida, las autoridades de aviación no han hecho anuncios oficiales sobre los criterios de distancia social”, siguió WSJ. “La mayoría de los aeropuertos y las aerolíneas exigen a los pasajeros que lleven máscaras y que se mida su temperatura. Algunas, entre ellas China Southern Airlines, no permiten que los pasajeros se sienten uno junto al otro”.
Por ahora cada compañía busca sus opciones. Southwest limita la cantidad de personas que puede abordar un vuelo, y cuando observa que las reservas llegan a ese límite —algo que comenzó a suceder recientemente en algunas rutas— agrega otro vuelo “si hay demanda suficiente para cubrir los costos operativos como la gasolina”, dijo el director ejecutivo de la aerolínea, Gary Kelly. “Queremos al menos esos ingresos. Pero limitar un vuelo al 60% de la capacidad no es una solución viable en el mediano o el largo plazo”.
Para otras no lo ha sido siquiera en el corto plazo, como United Airlines, que debió enfrentar la indignación que causó en las redes sociales una imagen de uno de sus vuelos repletos. La empresa anunció que “comenzará a avisar con anticipación a los pasajeros si tienen una reserva en un vuelo lleno, para que puedan cambiar sus planes”, explicó WSJ.
Algunas aerolíneas entregan equipos de protección personal, un reemplazo del kit de higiene y belleza en la era del coronavirus: un estuche de autoprotección que contiene una máscara, guantes, desinfectante de manos, toallitas con alcohol y un folleto informativo sobre cómo prevenir la propagación del virus. “Al menos durante todo 2020 los pasajeros tendrán que usar mascarillas”, dijo a CNN Federico Heitz, director ejecutivo de Kaelis, una firma que provee esos materiales a unas 20 aerolíneas.
Qatar Airways ha sido una de las primeras en extremar las medidas de cuidado de su personal: desde el 25 de mayo será obligatoria para la tripulación que esté en contacto con los pasajeros utilizar un traje hazmat como protección. Hasta ahora el personal de a bordo utilizaba guantes y barbijos; ahora sumarán el equipo contra peligros biológicos y gafas de protección. A lo largo de la cabina habrá también frascos de desinfectante de manos.
“Será menos aceptable socialmente que una persona se suba a un avión si es evidente que no está bien”, dijo a WSJ el director ejecutivo de JetBlue, Robin Hayes. “Las aerolíneas tienen que encontrar una manera de responder a esas situaciones de manera tal que les permita seguir siendo rentables pero a la vez reconocer que no queremos gente enferma en los aviones".
Air France impuso la toma de temperatura obligatoria antes de cada despegue, y si un pasajero tiene más de 38ºC (unos 100ºF) se le negará el acceso a la cabina, algo que hasta el momento no ha sucedido. En el aeropuerto de Canberra, Australia, las autoridades utilizan cámaras térmicas para monitorear la temperatura de los viajeros cuando pasan por seguridad. Air Canada lo hace también, con termómetros infrarrojos que evitan el contacto entre personas.
Pero “algunos críticos dicen que los controles de temperatura podrían dar a los pasajeros una confianza que no existe”, ya que el coronavirus tiene una importante incidencia de contagios asintomáticos. También hay personas que se resisten a llevar una mascarilla puesta durante todo un vuelo, y no está claro qué se puede hacer legalmente. Algunas aerolíneas como Frontier, anunciaron que si alguien no cumple con la solicitud se podría llegar a desviar el avión para reducir el riesgo. El mismo desacuerdo se da en las opiniones sobre la distancia social en los aeropuertos, que ofrecen posibilidades escasas.
En cambio, un consenso tácito parece haber surgido sobre la limpieza de las aeronaves, que es más profunda y más frecuente e incluye rociadores desinfectantes además de la higiene de todas las superficies internas entre un vuelo y otro.
A tal fin Delta comenzó a aumentar el tiempo en las conexiones, y por ahora no piensa dar marcha atrás aun si se producen demoras, que son costosas. Si normalmente el tiempo de espera entre un vuelo y otro era de 45 minutos y del doble para los internacionales, en la actualidad se estiman esperas de hasta dos horas.
Por último, también los destinos se han visto afectados, y no solamente por el cierre de fronteras. Operar un 777 en una rutas ambiciosa como, por ejemplo, de Los Angeles a Sidney, tiene un costo prohibitivo en tiempos de aviones con asientos vacíos. Delta va a retirar los 18 que utilizaba para esa travesía por lo que resta del año. También Qantas eliminó sus vuelos directos de Nueva York o Londres a Sidney. American Airlines, que se disponía a lanzar nuevas rutas internacionales —de Filadelfia a Casablanca, de Chicago a Cracovia, de Seattle a Bangalore— postergó los planes hasta 2021.
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